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El provocador

12 de septiembre de 2004

Si alguien pasara por su lado no podría creer que ese tipo de 1,90, de camiseta de rayitas rojas con azul y pantalón blanco de bolsillos a los lados sea el mismo que con sus libros ha escandalizado a medio mundo y que se ha convertido en una de las nuevas figuras de la novela. De regreso a su casa, al caminar por las calles del centro de Cartagena, donde nació hace 36 años, Efraím Medina arrastra su popularidad, en parte ganada como escritor pero también por su fama de líder de una pandilla juvenil que destruía avisos y hacía videos, literatura y teatro.

Muchos amigos de infancia y juventud le preguntan por su tercera novela, La sexualidad de la Pantera Rosa, que pronto se publicará en italiano, francés, portugués y alemán. Él les responde que en una página aparece su nombre o que en otra hay una señal para ellos o un recuerdo. En el barrio San Diego se le recuerda por la publicación y quema de su libro de poemas El automóvil sepia. La edición de 100 ejemplares despertó la ira de un grupo de feministas de la Universidad de Cartagena que compraron toda la edición y la quemaron en una plaza. "Gracias a ellas agoté mi primera edición".

Desde adolescente le gustaba escandalizar, y caminando por las calles del centro amurallado de su ciudad inmóvil se entiende por qué sus gritos son las palabrotas de un niño de 36 años que siempre peleó por un espacio. Desde sus peleas de boxeador sin victorias que nadie recuerda en La Heroica hasta la fundación de su empresa Fracaso Limitada. Como negociante ha hecho cosas sin sentido, como intercambiar con Óscar Collazos los derechos de autor de su novela inédita Eso no me infla la banana por los de otra del escritor de Bahía Solano.

En un país de héroes solitarios llama la atención la capacidad de Medina de reírse de sus fracasos y de las derrotas colectivas. "Me burlo de mí como un antídoto para el fracaso, estudié siete semestres de medicina y otros tantos de economía para complacer a mi madre, pero al final me di cuenta de que lo mío era escribir. Este es un país hipócrita, de pacatos, de doble moral con sociedades cerradas, con racismo de la forma más cruel y más sutil. Es un país en donde hay muchas cosas que decir y muchas por repetir. ¿Por qué repetirlas? Porque no se solucionan". También busca que mucha gente sienta que alguien habla por ellos, del sexo, de la adolescencia, de las frustraciones y de su amor por las gordas. "Este es un país cerrado y para abrir espacios hay que escandalizar en supuestos sectores que se escandalizan pero de dientes para afuera. Nosotros sabemos qué pasa de dientes para adentro, es como un grito histérico falso de una postura que se maneja", dice.

Sus guerras personales contra Shakira, Juanes, el presidente Uribe y los paisas tienen un sentido. "Me siento representante de una clase popular en donde se tiene que gritar muy fuerte para que te tomen en cuenta".