EL QUE LO SABIA TODO
Las encuestas de Oscar Lonbana había previsto con una sorprendente exactitud el margen de victoria de Betancur. Hace años que viene acertando.
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Cuando en la noche del pasado 30 de mayo los colombianos aún hacían cábalas sobre las posibilidades de los candidatos presidenciales y los boletines oficiales se esperaban con ansiedad, un hombre ya lo sabía todo: Oscar Lombana, 52, economista antioqueño gomoso de las cifras, que apuesta a los caballos pero no a los candidatos.
En 1970, con su primera encuesta política, estableció la derrota de Betancur frenta a Pastrana y Rojas Pinilla, pero supo también que, desde entonces, podría contar con una fuerza superior a los 400 mil votos. Las encuestas realizadas en el 72 le permitieron anticipar la derrota de los belisaristas en las elecciones de mitaca las del 74, anticipar el triunfo de López, dos a uno, frente a Gomez Hurtado y las del 78 prever un "foto finish" Turbay-Betancur con un margen de ganancias inferior al 3%.
La fama de este paisa, que se inició en la investigación estadistica en 1955 con una encuesta para Droguerías Aliadas y que trabaja sistemáticamente y sin aspavientos en este campo desde 1965, trascendió nuestra frontera. Convirtió en verdad de a puño la frase de cajón "nadie es profeta en su tierra". Fue contratado en el Ecuador para que adelantara encuestas y sondeos de opinión para las elecciones presidenciales. Acertó también y conoció anticipadamente la victoria de Jaime Roldós Aguilera. Aunque la tarea de realizar encuestas no es nueva en Colombia y hay 8 empresas como la que él dirige (CONSUMER), sí resulta novedoso que, en el pasado debate electoral, se hubiera concedido importancia a los sondeos de opinión como eficaz herramienta de trabajo. "La gente necesita guía. Es necesario auscultar periódicamente la opinión, para saber de qué manera se comporta y, a su vez, la opinión necesita informes exactos sobre sí misma y sobre el país sin la deformación que puedan imprimirle los medios de comunicación "Lombana trabaja en una oficina donde los cuadros cuelgan de las paredes anormalmente bajitos. No fuma, pero tiene la manía de prender los cigarrillos de quienes están con él. Con gran habilidad y con la pericia que le da el dominio del oficio capotea las cifras y los problemas domésticos sin que se le crucen los cables y sin perder el sentido del humor. Una larga lista de sus aciertos ha puesto a pensar a más de uno para reivindicar, para la política, la confiabilidad de un sistema capaz de pulsar la opinión del país sobre el intrincado mundo de las elecciones y el poder. Aunque, en general, las encuestas no son del dominio público y se realizan sigilosamente "porque se hacen para informar a un cliente v no para publicarlas", aquí la publicación de una de ellas (ANIF-CROMOS), con cifras diferentes, determinó que algunos "hablaran", salvo una excepción: Carlos Lemoine, encuestador de la campaña lopista quien, se rumora, tenía datos similares a los de Lombana que nunca se conocieron.
Pero las encuestas no tienen por objeto saber quién va a ganar o quién va a perder, sino establecerlas motivaciones que llevan a un votante a tomar una decisión frente a distintas opciones y, en algunos casos, diseñar mecanismos que puedan modificar los comportamientos. Sin embargo, Lombana, belisarista de tiempo completo, sabía que su candidato iba a ganar. Y logró averiguarlo, casi con precisión matemática, a través de un complejo mecanismo que implica la conformación de un equipo que, además de la gente de planta de la empresa, hace necesaria la contratación de entrevistadores ocasionales que realizan muestreos en cerca de 75 puntos en todo el país. Los instrumentos, cuestionarios minuciosos, científicamente elaborados, son aplicados a personas escogidas por un sistema aleatorio al azar, y constituyen la muestra representativa del país sobre la cual, posteriormente, pueden adelantar proyecciones. El costo de un "estudio nacional" puede llegar a 2 millones de pesos.
Lombana atribuye parte del reciente acierto estadístico a que, por primera vez, hubo los recursos y el tiempo para hacer estudios de este tipo, cuyos resultados tomaron por sorpresa a muchos. ¿Qué ocurrió? Las encuestas ya lo habían señalado: una franja de electores que se habían abstenido de votar el 14 de marzo, se movilizó ampliamente y el caudal de votos registrado fue muy alto para un país de amplia trayectoria abstencionista. Y las encuestas también indicaban que el movimiento del Nuevo Liberalismo no iba a registrar un incremento considerable. No por falta de seguidores, sino porque una parte de ellos, a última hora, cambiaría su decisión y se polarizaría como se polarizaron los betancuristas, en 1969, entre los candidatos mayoritarios. Y estos cambios de decisión también los conoció Lombana. Porque maneja otro mecanismo: las encuestas finalistas, rápidos sondeos de opinión de cubrimiento nacional, que permiten detectar cambios de última hora entre los posibles electores.
Estas encuestas, veloces y efectivas, son válidas por muy corto tiempo: quien contesta que votará por un candidato, en unas semanas puede cambiar de opinión. Por eso este tipo de encuesta sólo arroja un dato: quién lleva la delantera en el momento de realizarse. Lombana cuenta, por ejemplo, que las encuestas de última hora en Bogotá revelaron lo siguiente: 21% de los votantes sufragaría por el candidato oficial del liberalismo y un 40% por Betancur. Pero el 42% creía que López iba a ser el presidente y el 35% que sería Betancur. A pesar de esto, la decisión del voto se mantuvo.
Las encuestas también jugaron un papel durante las presentaciones televisadas y Lombana pudo concluir que, aunque la televisión no es definitiva, sí es importante en una campaña política, porque puede quitar o poner votos. Después de las intervenciones, el equipo comandado por Lombana averiguó las reacciones sobre temas como la paz: 60% de los encuestados lo reconocía como problema prioritario, pero sólo el 15% creía que era un problema de partido. El 82% pensaba que era un problema nacional.
Estos son apenas botones de una muestra. Las encuestas, realizadas científicamente, se consolidan como herramienta de trabajo confiable para la planeación y desarrollo de las campañas políticas, como instrumentos electorales efectivos. Por eso, cuando en los cuarteles de Belisario, la noche del 30 de mayo, se definió el triunfo conservador y estallaron en júbilo los que aún guardaban una dosis de escepticismo, sólo un hombre, el que lo sabía todo, Oscar Lombana, confirmaba con aquilatada emoción la victoria anunciada.