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EL "REVOLCON" DE EL SIGLO

Con el alvarismo en repunte, Rodrigo Marín se juega la carta de resucitar el periódico de Laureano.

17 de septiembre de 1990

El periódico El Siglo ha jugado un papel de variante intensidad en la vida colombiana. De ser uno de los periódicos más influyentes en sus inicios, ha pasado por múltiples etapas, hasta lograr ser un órgano de opinión prácticamente inexistente.
No es exagerado afirmar que El Siglo nunca había llegado a un punto como el de hoy. De 75.000 ejemplares que alcanzó a tener en los años cincuenta, pocos creen que la cifra actual pase de 10.000. Así ha languidecido en los últimos años, refinanciado una y otra vez por sectores pudientes afines personal o políticamente con Alvaro Gómez y con lo que representa en la vida nacional.

Fue la pérdida de influencia de El Siglo la que llevó a la familia Pastrana a crear el diario La Prensa, que inicialmente dio la impresión de poder romper el sino de ser considerado un simple órgano de proselitismo político. Con mucho rock, mucha moda y mucho entusiasmo, el periódico dirigido por Juan Carlos Pastrana, parecía haber dado en el clavo y estar llenando el vacío creado por un siglo del excluyente bimomio El Tiempo - El Espectador. Pero nada de eso sucedió. La Prensa se vino abajo y hoy su influencia en la vida nacional es comparable a la de El Siglo. Tras el fracaso electoral del pastranismo y el triunfo del alvarismo, las condiciones estaban creadas para intentar resucitar El Siglo. La derecha está de moda en el mundo, el alvarismo está de moda en Colombia, el comunismo está extinguiéndose y, ahora más que nunca, cobran vigencia las tesis por las cuales la familia Gómez lleva abogando más de medio siglo. El problema es que mantener un periódico sin avisos requiere un esfuerzo enorme. La familia Gómez no es su propietaria directa, sino su orientadora y las cargas han corrido por cuenta de otros. En los últimos años, el principal apoyo en esta materia lo había prestado Carlos Ardila Lulle.
Recientemente, cuando el periódico enfrentó serios problemas de liquidez, decidió vender su único activo valioso - el terreno y las instalaciones - al grupo Santodomingo que hoy lo arrienda a la nueva sociedad. Esta sociedad está integrada por unas treinta personas que incluyen, entre otros, nombres como el de Alvaro Acosta Bonilla, José David Dreszer, Juan Alberto Montoya Aristizábal, María Cristina Palau de Sarmiento y Moisés Bibliowicz. Estos son algunos de los que han refinanciado este último intento que, a pesar de la presencia del grupo Santodomingo en la propiedad de las instalaciones, cuenta con menos apoyo de los grandes grupos económicos que en el pasado. Entre estos últimos reina el sentimiento de que, si bien la libre empresa está de moda, El Tiempo parece representarla adecuadamente.

Los accionistas del Nuevo Siglo, decidieron entonces que tenían dos opciones: reestructurar el actual periódico o hacer uno nuevo. La primera posibilidad tenía en contra el hecho de que si la gente no incluye en sus costumbres la compra de El Siglo, difícilmente un poco de maquillaje en la diagramación podría cambiar sus hábitos. Se optó por dotar al periódico de una mejor infraestructura técnica y humana, afilar su red de circulación y diseñar una estrategia para la publicidad. Todo instalado en formato tabloide. Una nueva estructura periodística sustenta sus esperanzas de convertirse en un medio de información competitivo: " será un periódico compacto en la información y profundo en el análisis" . El objetivo es llegar, como punto de partida, al 10% de los potenciales consumidores de prensa en Bogotá estimados en unos 150.000 lectores . Aun cuando sacar adelante un periódico es siempre difícil, El Nuevo Siglo tiene varios puntos a su favor. El diseño es atractivo y el enfoque periodístico, aunque arriesgado por concentrarse en el análisis, es original y diferente de lo que se ha visto hasta hoy. La dirección de Rodrigo Marín es un arma de doble filo, porque perpetúa el principal obstáculo que ha tenido el periódico en sus 54 años de trayectoria: su única razón de ser es su asociación con el laureanismo, lo cual es, a su vez, la única razón por la cual nunca ha podido ser considerado un periódico independiente. La elección de Marín no soluciona este impasse, porque al fin y al cabo se trata del número dos del alvarismo en la actualidad. Sin embargo, su popularidad es enorme y su talento, aunque no ha sido fogueado en este campo, siempre ha causado sorpresas en todas las actividades que ha emprendido. La conclusión inicial es que si el director tenía que ser laureanista, por lo menos nombraron al mejor.-