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EL REY DAVID

A los 50 años, David Hockney ya es uno de los grandes pintores del siglo XX.

14 de marzo de 1988


En la actualidad, pocos pintores pueden darse el lujo de exponer, en una misma temporada, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en la Tate Gallery de Londres y en el Museo de Arte del Condado de Los Angeles. Este es el caso de David Hockney quien a sus 50 años, es considerado como el mejor artista inglés de la segunda mitad del siglo XX.

Hockney nació en Bradford, Inglaterra, en 1937. A pesar de provenir de una familia dedicada a laborar en la industria textilera, que era el fuerte de la economía de su región, David mostró desde temprana edad sus inclinaciones artísticas. Estudió en la Escuela de Arte de su ciudad y posteriormente, viajó a Londres para continuar sus estudios en el Royal College, en el que fue galardonado como mejor alumno.

Al comenzar la década de los 60, Hockney ya había alcanzado un gran ritmo en su producción pictórica. Fue por esa época cuando, influenciado por las tendencias del arte Pop, decidió tomar los motivos y las técnicas del llamado arte "culto" para utilizarlos en su obra, que buscaba llegar al gran público. Nunca creyó que existiera un arte culto y otro popular, lo que se demuestra en la ironía con que trata algunos temas en su pintura.

Si hay algo que haya caracterizado el trabajo de Hockney, es la constante investigación. Una de sus mayores preocupaciones ha girado en torno del problema de la perspectiva: "el punto de fuga, que ha caracterizado a la pintura desde el renacimiento, alejó al espectador de la obra, la convirtió en un objeto, en algo externo, que poco tiene que ver con el espectador y con la forma con que se ve la realidad". Es así como Hockney decidió cambiar el punto de fuga en sus pinturas. Ahora la perspectiva parte del espectador, lo que resalta (o agranda) aquello que se encuentra más cerca del espectador, que de inmediato entra a formar parte de la obra.

Pero toda esta elaboración se desprende de un problema mucho más general, que ha preocupado a Hockney por largo tiempo: el mirar. Este aspecto lo llevó a retomar las concepciones del cubismo de Picasso. De acuerdo con Hockney "no se trata de que el cubismo distorcione las formas sino que hace énfasis en lo que se mira". Nunca se mira un objeto completo, el hombre se detiene en ciertos aspectos, ciertas partes y esa es su manera de mirar. De acuerdo con lo anterior, los planos que se intersectan en las obras cubistas, y que muchos creen que son la estructura del objeto, "no son otra cosa que la estructura del mirar".

La labor investigativa de Hockney lo ha llevado a explorar los más variados campos. Durante mucho tiempo consideró la fotografía como algo plano, sin vida, que sólo le servía para guardar ciertas imágenes que luego retomaba en sus obras. Pero sus reflexiones sobre el cubismo y la necesidad de imprimirle movimiento a sus obras --"porque la ausencia de movimiento es la ausencia de vida"--lo lanzaron a trabajar en fotografía. Lo que en un comienzo era un instrumento de investigación, se convirtió en toda una expresión artística. Hockney, para armar la figura de una persona o de un lugar, tomaba varias fotos hasta lograr la figura completa, en una especie de collage. Así le imprime movimiento a sus obras, no sólo recrea la acción de mirar sino que la plasma en sus montajes "porque cuando uno mira a algo o a alguien, no lo hace de un sólo golpe de vista. Primero se mira la cara o una parte de ella--puede ser la nariz, por ejemplo--, luego el pecho, los pies, hasta completar el todo. Eso es movimiento".

La investigación sobre el movimiento, la perspectiva y el mirar llevó al artista a estudiar a fondo la historia de la pintura, a realizar documentales sobre la evolución de la perspectiva en el arte y a adentrarse en otros campos. Uno de sus trabajos más recientes consistió en el diseño de la escenografía y el vestuario para la ópera Tristán e Isolda, de Richard Wagner, de la que se hicieron 3 funciones en diciembre del 87, en Los Angeles. Para el diseño de este escenario utilizó la técnica del collage, que desarrolló anteriormente con la fotografía e ingresó en el terreno de la electrónica al utilizar rayos láser y prismas en la iluminación, buscando crear una sensación de movimiento que acompañara el desarrollo de los personajes.

Y si lo anterior fuera poco, recientemente Hockney encontró un campo nuevo para explorar. Los altos precios que han alcanzado sus obras (recientemente una de ellas se vendió en 425 mil dólares) lo han llevado a buscar una fórmula para que cualquier persona pueda tener una obra suya, en original. Hace algunas semanas, desarrolló una técnica por medio de la cual el original se logra en el proceso de impresión. De este modo, cualquiera que compre una revista o adquiera un catálogo de sus obras, tendrá en sus manos un Hockney original, a bajo costo y con la posibilidad de "tirarlo a la basura si no le gusta".

Todo parece indicar que este inglés, para el que "las imágenes deben cambiar para que podamos comprender nuestra plenitud", pasará a la historia como uno de los más grandes científicos del arte que hayan existido y como el creador de una obra polémica, pero que ha abierto nuevos rumbos para el arte de finales del siglo.--