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EL ULTIMO SUEñO

Muere John Huston, uno de los grandes directores del cine norteamericano

28 de septiembre de 1987

Al final de la pelicula "El halcón maltés", el policía se queda mirando a Bogart y le pregunta de qué estaba hecho el pájaro que había provocado tantas muertes. Bogart lo mira y le responde con su voz característica: "De lo que están hechos los sueños".
Las películas de John Huston, quien acaba de morir convertido casi en un vegetal, también estaban hechas de sueños, los sueños de personajes rebeldes que eran capaces de enfrentarse, solos, a un ejército o una inundación o un alud o la búsqueda incesante de una quimera. Esos personajes eran un reflejo de la vida accidentada, polémica, controvertida, llena de golpes y cicatrices que este hombre tuvo que soportar siempre.
Cuando no estaba peleando con los productores que querían recortarle sus películas, peleaba con los actores a quienes respetaba poco o con los críticos que muchas veces no lo entendían o con las estrellas que sólo se preocupaban por el reflejo dorado de los reflectores sobre sus cabellos.
John Huston, autor de un libro irreverente y alegre llamado "A libro abierto", siempre estaba enfrentado a algo, alguien que intentaba dominar su carácter irlandés, su carácter de boxeador y buscador de tesoros, navegante, borrachín impenitente, incrédulo y casado varias veces porque el matrimonio siempre lo aburría.
Como una premonición de su final, estaba dando los últimos toques a "El muerto" basado en un relato de James Joyce que figura en el tomo de "Dublinenses". Se mantenía con dos tubos que le proporcionaban oxígeno, mientras sus destruídos pulmones intentaban ganar la última batalla: mirar la película estrenada. No alcanzó, pero en el set se movía en una silla de ruedas, se comunicaba con los demás por medio de un megáfono con el fin de no tener que esforzarse hablando y sus movimientos eran mínimos, guardando las escasas fuerzas para finalizar un rodaje que ya era maldito antes de iniciarlo.
Actualmente hay dos películas de Huston en videocasetes y se cuentan entre las más alquiladas, "El tesoro de la Sierra Madre" y "El halcón maltés". Estas nuevas generaciones de espectadores, estragadas por las guerras de las galaxias y las patadas de Chuck Norris, se han podido emocionar con la fuerza, el dramatismo, la violencia íntima que corroe la soledad de los personajes. Los unos buscando oro en esos peladeros y perdiendo el tesoro a merced del viento. Los otros matándose por un pájaro que ni siquiera es valioso y apenas tiene una cubierta de brea que lo degrada del todo. En "El tesoro" hay una escena antológica que ahora todos deben mirar muchas veces. Cuando Bogart, sucio y muerto de hambre y cansado pide monedas en las calles de ese pueblo fronterizo, se topa tres veces con un hombre vestido de blanco, con sombrero y delgado. El hombre siempre le arroja una moneda porque el otro lo llama compatriota. Ese hombre es Huston 40 años atrás. No sería la única vez que aparecería como actor. Su personaje de "Chinatown" es inolvidable, como el anciano terrateniente incestuoso. También aparece en "Momo", una película que no ha sido estrenada todavía, en Winter Kills como el político inescrupuloso, en Moby Dick como el predicador que anticipa con su sermón la batalla del capitán Acab con la ballena maldita. Hizo de Noé en "La Biblia" y se divirtió jugando con los animales. Como actor ganaba el dinero que necesitaba para financiar sus proyectos demenciales, películas de poco presupuesto que en ocasiones fracasaban en los grandes circuitos pero se convertían pronto en las favoritas de los críticos, quienes las señalaban entre las mejores de cada año. Su historia tiene muchos elementos comunes con otro rebelde, otro soñador, otro peleador, Orson Welles.
Refugiado últimamente en Puerto Vallarta, un paraíso destrozado por los turistas que conoció durante el rodaje de "La noche de la iguana", viviendo con una mujer mucho más joven que él, Huston salió de su retiro para hacer sus dos últimas películas.
"El honor de los Prizzi", sobre una historia de mafiosos y princesas burladas y luego, la premonición, "El muerto". Vivió en todos los lugares de la Tierra, desde Nueva York, Arizona, California, pasando por varias ciudades francesas, africanas, irlandesas hasta su refugio en ese puerto mexicano donde todos los días a las once de la mañana, cuando el sol estaba muy caliente se metía al mar, con sus 81 años gritaba y saltaba en el agua como un bebé feliz.
La historia del cine está marcada por las películas de este hombre. Moby Dick, "El hombre que sería rey", "La roja insignia del coraje", "Sangre sabia", "El tesoro de la Sierra Madre", "La reina africana", "El halcón maltés", "La jungla de asfalto", "Los inadaptados" (de esta película ahora todos están muertos: Monty Clift, Marylin, Gable, y Arthur Miller quien está muy enfermo), "Reflejos en un ojo dorado" y otros títulos que muchos querrán ahora repetir. Y, por supuesto, la saga de los Prizzi donde están el humor negro, el veneno, el desprecio de este hombre por la sociedad y la fama que lo rodeaban y ese cinismo que hacía de sus personajes no unos perdedores, no unos derrotados sino unos pesimistas alegres y sinverguenzas. Como él mismo.