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OBITUARIO

El vacío de Alcuadrado

El crítico de arte Jaime Cerón escribe este homenaje al fundador de la Galería Alcuadrado, Juan Gallo, fallecido el pasado domingo en Bogotá.

2 de agosto de 2009

El 20 de noviembre de 2003 se fundó en Bogotá la Galería Alcuadrado. Muy pronto los nombres de Juan Gallo y Gloria Saldarriaga, sus codirectores, se convirtieron en una referencia obligada al hablar de las prácticas de circulación del arte contemporáneo, y de la función que desempeñan las galerías de arte en la sociedad.

Juan Gallo y Gloria Saldarriaga provenían de un campo distinto al arte. Él de la publicidad; ella del diseño gráfico. Poco a poco fueron allanando su camino por diferentes rumbos, hasta asumir la opción de proponer un espacio de difusión para el arte contemporáneo en el país.

La muestra inaugural de Alcuadrado se llevó a cabo en un impactante edificio en donde funcionó alguna vez una fábrica de cables, y reunió obras de Óscar Muñoz, Miguel Ángel Rojas y Juan Fernando Herrán. El texto que acompañó la exposición mencionaba la condición fluida, fluctuante y volátil del mundo en que vivimos que implicaba una pregunta sobre la posible evaporación de la experiencia del lugar. Alcuadrado se planteó desde entonces como una galería móvil, virtual y transitoria, y así ha mantenido su papel hasta el presente organizando exposiciones en bóvedas de bancos, hospitales abandonados y de manera más reciente en la vieja fábrica de Cerveza Andina, en Bogotá.

El sábado 29 de noviembre de 2003, precisamente un día antes del cierre de su primera exposición, mientras hacía el recorrido, un poco ensordecido por un torrencial aguacero, se me acercó un hombre muy amable que calmó generosamente mi curiosidad respecto a las vicisitudes afrontadas en la exhibición. Me contó acerca del edificio, me habló de su historia y de su destino y me habló de los intereses que orientaban esa naciente iniciativa. Luego me dijo que su nombre era Juan Gallo y me presentó a la codirectora del proyecto, Gloria Saldarriaga, quien además era su esposa. A partir de entonces he ido a todos los eventos que realizan, y he seguido de cerca el rumbo de los artistas con los cuales trabajan, porque además he tenido cercanía con su trabajo desde antes.

Siempre he considerado que los proyectos artísticos y culturales que toman riesgos (de cualquier tipo) merecen gestos solidarios, sin embargo, en el caso de Alcuadrado es necesario resaltar que la apuesta por escenarios inquietantes o significativos (en edificaciones muchas veces en desuso) no es lo único arriesgado, sino también el interés por movilizar la obra de artistas contemporáneos (principalmente colombianos), que a pesar de su alta valoración crítica dentro del medio profesional y de la sólida trayectoria de muchos de ellos, desafían varios de los preceptos del mercado y del coleccionismo. La nitidez de su programación ha sido uno de los valores resultantes.

Por eso, la súbita muerte de Juan Gallo, el pasado 26 de julio, deja un insondable vacío en el arte colombiano. Gallo, nacido en Cali hace 53 años, tenía una amplia experiencia en el campo publicitario, trabajó en Nueva York a mediados de los años 80, y después permaneció casi 20 años en Londres, en donde incluso creó su propia empresa especializada en el manejo de imagen corporativa. Fue a través del coleccionismo como se conectó con el arte y como llegó a concebir Alcuadrado.

Tanto Gallo como Saldarriaga le aportaron al arte contemporáneo colombiano una habilidad peculiar en el manejo de su galería lo que hizo que en el medio del arte se los viera como un sin igual equipo de trabajo.

Ahora, su muerte ha afligido no sólo a las personas que tenían vínculos profesionales o emocionales con él, sino a muchas otras que han reconocido la significación del proyecto de Alcuadrado dentro del contexto artístico y cultural. El mejor homenaje que se le puede hacer a su memoria es reconocer la importancia de su trabajo y esperar que continúe, ahora en manos de Gloria Saldarriaga, quien también ha sido responsable de que haya recorrido este camino. n