Home

Cultura

Artículo

El verbo eterno

Aunque parezca confusa, arcaica e incomprensible,la Novena de Aguinaldos se resiste a los cambios de la época. Como el Himno Nacional, todos se la saben pero pocos la entienden.

10 de enero de 1994

LA NOVENA DE AGUINALDOS ES, SIN duda, la más popular devoción que se reza y se canta en Colombia. Pero, al mismo tiempo, es la colcha de frases, versos y disquisiciones teológicas más incomprensibles que cristiano alguno pueda ver. Con la Novena de Aguinaldos sucede algo similar que con el Himno Nacional: todos se la saben y la recitan, pero pocos la compreden.
Los responsables de novenario fueron el padre franciscano Fernando de Jesús Larrea y la reverenda Madre María Ignacia, hija del político colombiano José María Samper. El primero compuso en 1784 los versos de gozo, esos que comienzan diciendo "Dulce Jesus mío, ni niño adorado, ven a nuestras almas, ven no tardes tanto". La reverenda, a fines del siglo pasado, cogió la novena de Larrea, la reescribió y le dio ese toque cultista y poético al estilo de Caro y Cuervo. Ella, finalmente, es la responsable de esas elucubraciones teológicas con que se inician las consideraciones para el día primero: "En el principio de los tiempos el Verbo reposaba en el seno de su padre en lo más alto de los cielos; allí era la causa, a la par que el modelo de toda creación. En esas profundidades de una incalculable eternidad permanecía el niño de Belén".
El cúmulo de frases enigmáticas es prolífico: "Cuando la sombra del secreto divino vino a deslizarse sobre ella, María estaba sola y engolfada en la oración"; "(...) Mientras oraba, el Verbo tomo posesión de su morada creada". Hay licencias poéticas al estilo de "Ven que ya María previene sus brazos, Do su niño vean en tiempo cercano", y de "¡Oh raíz sagrada de José que en lo alto, presentas al orbe tu fragante nardo". Este tipo de oraciones se presenta a lo largo de todo el texto, cantado con la misma actitud mecánica con que se celebra cualquier rito basado en la repetición.
A fuerza de leerla y leerla cada año, la mayoría de los colombianos ha aprendido de memoria las oraciones para el día primero, los gozos para cada noche y la serie de villancieos encabezados por "A la nanita nana". Pero de ahí a explicar o entender el significado de frases como "Oh Adonai potente", cantadas al unísono alrededor del pesebre, existe un largo trecho. En pocas palabras, la Novena de Aguinaldos podría ser un texto más apropiado para los estudiantes de linguística comparada que para los católicos comunes. Sin embargo, el rito continúa tan vivo como hace 200 años, a pesar de que las costumbres extranjeras y el creciente mercantilismo de las fiestas decembrinas intente desaparecerlo; y más curioso aún, sin que las versiones contemporáneas de la novena hayan podido desplazar a la de la madre Maria Ignacia, criticada de incomprensible y anacrónica.
"Colombia es uno los países latinoamericanos más apegados a las tradiciones heredadas de España -comenta el sociólogo Alberto José Gómez-. Estp explica por qué los colombianos no admiten versiones alteradas de sus ritos antiguos, y menos los religiosos. Algo parecido sucede con el Himno Nacional: la comprension es lo de menos; lo que importa es ese poder sugestivo del rito que, a fuerza de repetición ha logrado establecerse como código universal en la identificación de un pueblo ".
Tal vez por eso, aunque el país no haya ignorado el ingreso de tradiciones que no pertenecen a la idiosincrasia nacional, los colombianos continúen conservando sus propios e inamovibles ritos, por encima del Santa Claus estadounidense o del pino nórdico, cada uno con significados específicos para su cultura, pero ajena a la colombiana, basada en ese pesebre que por primera vez fue levantado por San Francisco de Asís en el siglo XIII.
A todo esto se suma otra característica del fenómeno navideño: su capacidad de convocatoria. A pesar de que la fiesta más importante para los cristianos es la Pascua (Semana Santa), más antigua, incluso, que la de la Navidad, lo cierto es que el adviento reúne a creyentes y no creyentes por igual, algo que no logra la celebración mayor, la de la resurrección de Cristo. En 1939, Tomás Rueda Vargas escribió en un artículo al respecto: "En 20 siglos de cristianismo, cristianos y no cristianos hemos discutido el dogma, las escrituras, la doctrina, todo menos lo que toca a la Navidad. En torno del pesebre de Belén ha seguido congregándose la humanidad sin previa convocatoria, sin faltar jamás". Es decir, la Navidad no tiene discusión, ni siquiera para el más escéptico.
La fuerza aglutinadora de una novena que ha sobrevivido incólume por más de 200 años no hace sino confirmar el carácter religioso y tradicional del pueblo colombiano, cuya cultura cstá sustentada, en un alto porcentaje, en la religión -sobre todo- en los ritos religiosos. "Alterarlo sería como modernizar El Quijote con el pretexto de que está escrito en un castellano arcaico y en buena parte incomprensible", dice el sacerdote Joaquín Sanchez.
Así, a pesar de las nobles intenciones de algunos expertos de clarificar la Novena de Aguinaldos, los colombianos seguirán recitando ese atiborrado conjunto de prosa y verso, suspendido en el misterio sagrado, antes de que alguien logre explicar por fin de que se trata todo esto.

Una novena de 200 años
LAS NOVENAS DE AGUINALdos estuvieron entre los primeros libros impresos en Colombia. En 1774, en la imprenta real de Antonio Espinosa de los Monteros, en Bogotá, se editó el llamado "Octavario que a la Inmaculada Concepción de la Virgen Maria Nuestra Señora consagra el D. D. Francisco Antón Vélez Ladrón de Guevara, abogado de la Audiencia y Cancillería Real de Santa Fe, theólogo, philósofo, y jurista consultor del Santo Tribunal de Santa Fe su patria", etcetera.
Eran 20 paginitas y empezaba en verso: "Lector mío, no te espante una novena tan breve, si en un laconismo embebe Glorias de solo un instante a la Inmaculada Nina que en gracia se concibe. Recibid, bella María, mis metros de oblación en que a vuestra Concepción se consagra el alma mía".
Posteriormente a esta, Espinosa imprimió otras novenas: a la Virgen del Carmen, a San Felipe de Vinicio, a Nuestra Señora del Rosario y la muy conocida de los Aguinaldos, la que actualmente se reza en Colombia. Su autor fue el padre franciscano Fernando de Jesús Larrea, quien la escribió en el año 1784. Sin duda alguna, es la más popular devoción que se conoce en el país y que se sigue en las navidades. ¿Quién no ha cantado el tradicional "Dulce Jesús mío, mi niño adorado, Ven a nuestras almas; ven, no tardes tanto?". El texto como tal, el que comienza con el "Benignísimo Dios de infinita caridad...", fue escrito a finales del siglo pasado por la reverenda madre María Ignacia, hija del político Jose Maria Samper y la escritora Soledad Acosta de Samper. Si bien se ha intentado en tres ocasiones modificar su texto por obsoleto e incomprensible, la verdad es que ninguna de las iniciativas ha prosperado.