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EN BUSCA DE ELDORADO

El Museo del Oro se transforma, se descentraliza y deja de ser una joyería para descrestar turistas

2 de marzo de 1987

Hace 40 años el Estado colombiano encomendó al Banco de la República, la conservación, incremento y divulgación del mayor tesoro de patrimonio cultural colombiano: la cerámica, los textiles, los líticos y el oro precolombinos. Estos fueron a formar el Museo del Oro y a figurar por su dimensión y valor en las guías turísticas, hasta de las más remotas regiones del mundo, como algo que no se puede perder. Desde hace 17 años fue trasladado al edificio que preside el Parque Santander en pleno centro de Bogotá: hecho con los últimos adelantos de ese momento en museografía y seguridad, se había, sin embargo, revaluado varias veces desde entonces, sin que se modificara la concepción que producía el impacto de botín de pirata que el turista en su fantasía quería encontrar. Interesaba en aquel momento, 1979, resaltar el aspecto de joyería de valor mudo que llevara a la pregunta inmediata: "¿ Y cuánto vale todo esto?".
El Banco de la República emprendió la renovación de su tarea cultural, con algo que requería un comodato como este: que cumpliera al máximo su papel patrimonial, resultara didáctico para los niños, motivo de investigación, produjera frutos su divulgación internacional, se descentralizara, dejara de ser exclusivamente para los turistas, que era un público cautivo, y sirviera a Colombia como instrumento de identidad. Así se emprendió la movilización de 32 mil 600 piezas y la conformación de un equipo de arqueólogos y asesores especialistas de la cultura de cada región.
MUSEO ABIERTO
La primera pregunta por contestar fue: y donde está el hombre que hizo todo esto? Así las referencias históricas y geográficas de cada cultura entraron a acompañar las piezas: el oro al lado de los textiles y la cerámica, en su carácter de material tan cotidiano como aquellos, porque su significado mágico y ritual estaba presente en la vida diaria. Para simbolizar de entrada al hombre precolombino, se le pidió a una escultora, Trixi Alinna a escala humana y en fibra de vidrio, una especie de prototipo de nuestros antepasados, al que se le colocaron las piezas de oro como parte de su vestimenta. Aquel fue desde 1982, el anfitrión.
- ¿Qué tan lejos está este pasado del presente? fue la segunda pregunta. La nueva exhibición acentuó los lazos geográficos y etnológicos que un colombiano puede reconocer en sus compatriotas hoy. El sombrero vueltiao, por ejemplo, en su versión precolombina y en la actual. En otros casos, la gran distancia, en aquellos que nos son incomprensibles aún: cómo la depresión momposina, una zona de inundación, pudieron dominarla a través de una especie de espina de pescado, donde vivían y cultivaba en los alticos y el resto lo usaban como medio de comunicación y alimentación. O la coca, planta que les servía como vía de conocimiento, como materia ceremonial. Estas conexiones, al clarificarlas, consiguen plantearle al visitante las preguntas claves y a veces, darle las soluciones que ya existían, algunas antes de que Europa las conociera.
- ¿ Y dónde está España en todo este apacible mundo nativo? Era la otra punta suelta. La planeación de una gran muestra llamada "Nuevo mundo", que se abrirá este primer semestre, plantea en el Museo del Oro por primera vez ese contacto de dos culturas, ese enfrentamiento de distintas referencias, reconstruido a través de literatura, dibujos, documentos y piezas, que ponen en escena la mezcla de la que somos producto. Al tiempo, muestra que el mundo no empezó con el descubrimiento español, porque aquí ya existian diez mil años de formación cultural, lo cual es algo en lo que la educación no reparaba hasta ahora.
- Todo esto fue hecho por regiones del país con distintas culturas. ¿Y qué saben esas regiones hoy de su pasado? Esto emprendió su descentralización, para devolver a cada localidad su historia no escrita y complementada en cada parte con centros documentales donde está su historia escrita. Se buscó a los arqueólogos especialistas que hicieran el guión y la presentación didáctica de las muestras que volvían a las regiones. Se hizo primero, en 1984, el Museo Sinú en Cartagena con Clemencia Plazas y Ana María Falchetti, especialistas en esa cultura.
Luego, en 1985, el Museo Tayrona en Santa Marta con Augusto Oyuela. En el 86 los museos Quimbaya de Pereira, Manizales y Armenia con Hector Llanos. Ese mismo año los de Pasto e Ipiales, sobre la cultura Nariño con María Victoria Uribe. El Museo Muisca en Pasca, Cundinamarca, con los objetos donados por el párroco de allí, Jaime Hincapié y con los arqueólogos Carl Langebaek y Eduardo Londoño. Se hizo también en Leticia el Museo Etnológico del Amazonas con Roberto Pineda Camacho. Pendiente por la terminación del edificio queda el Calima, en Cali, con el guión y la presentación de la arqueóloga Marianne Cardale.
No basta esto porque se trata de movilizar este patrimonio en Colombia y el exterior para que pueda llevar un conocimiento integral sobre la cultura que representa. Se crearon exposiciones itinerantes como "Al encuentro de nuestras raíces" que recorrió desde el año 84 todas las capitales de departamentos e intendencias; abarcó incluso, aquellos lugares donde están las agencias de compra de oro del Banco de la República, en Barbacoas, Guapi y Tumaco. Para las regiones con tradición orfebre, se llevó otra muestra, "Oro, tradición que permanece", la cual no pudo en 1986 itinerar completamente porque algunos de esos sitios tenian problemas de orden público.
La cantidad de museos internacionales que piden muestras al Museo del Oro y ofrecen a cambio sus propios tesoros a Colombia, se ha abierto desde 1978 a recorrer el planeta: Australia, Rusia, Yugoslavia, Estocolmo, India, Japón y Norte, Centro y Sur América, cada vez con unas 300 piezas, un guión y un concepto distintos. Está pendiente por venir a Colombia a través de ese canje, el oro de los vikingos desde Noruega, de la India sus esculturas de mil años y de Costa Rica su propio patrimonio de oro precolombino. Y ya vinieron y recorrieron el país, "Chile precolombino" y México "30 mil años de cultura" .
El Banco busca canjear el tesoro Quimbaya de 120 piezas únicas que Colombia en 1889, a través del presidente Carlos Holguín, regaló a la reina María Cristina de España por su intermediación en un problema de límites con Venezuela. Ese tesoro se encuentra en el Museo de América, en Madrid.
- ¿Cómo acrecentar y conocer mejor este patrimonio? Fue otro objetivo de la nueva política del Banco de la República con su tarea cultural. Lo primero, abrir el Museo del Oro a los investigadores en general -hasta entonces sólo tres que figuraban en su equipo podían estudiarlo- y no sólo lo que tiene para el público sino también las más de 13 mil piezas cerámicas que guarda en su bóveda. Esto produjo por primera vez un texto interpretativo del antropólogo austriaco residente en Colombia, Reichel Dolmatoff, que accedió durante un año a 30 mil piezas, les estudió su olor, color, forma, para adentrarse en su significado ritual. Pronto será publicado por la entidad. Por otra parte, el boletín que publica el Banco desde hace años, fue convertido en un medio de divulgación de trabajos especializados en el tema arqueológico y etnográfico, al abrir sus páginas a las facultades que estudian el tema, en las universidades colombianas.
Lo otro fue reiniciar las compras de piezas que alguna vez, hace 7 años, se suspendieron para "no fomentar la guaquería". El Banco de la República reasumió el encargo de evitar que ellas salgan del país, de allí que desde 1985 se dedican 70 millones de pesos para ampliar en unas mil piezas anuales, este patrimonio.
No sólo piezas físicas pueden suministrar toda la información, sino también hacer un fondo de videos especializados en etnología y arqueología para expertos y legos, el cual va ya en 40. Y hacerlos por culturas, como "Calima, siete mil años", o el nuevo, encomendado a un grupo interdisciplinario, que vierte en comics la historia precolombina narrada por un personaje de estas figuras que pueden "hablarle" a los niños.
Los jueves, a las 12 del día, desde el año pasado, un conferenciante, en ciclos por temas, abre más la información que estas huellas del pasado tenían reservada.
- ¿Cómo hacer de esto un gran recurso didáctico? La visita de casi 300 escolares diarios al Museo fue el principio de trabajo del equipo de ayudas didácticas compuesto por la historiadora Clara Recamán y la pedagoga Mercedes de Guhl. Hicieron dos cursos para maestros -lo han tomado unos 100 hasta ahora- de 135 horas para capacitarlos en el uso del Museo del Oro como recurso didáctico. Para ir el propio Museo a la escuela, se han creado 100 cajas didácticas con cinco temas distintos, que llevan una pequeña exposición para ser montada en la clase y juegos para reconstruir los usos que aquellas piezas tenían, lo cual hace comprensible eso que un niño definió como "estos objetos modernos de esa época". Esas cajas, cuyo contenido los niños podrán tocar, constatar, comenzarán a recorrer las escuelas a partir de abril próximo.
Por otra parte, el Museo del Oro se abrió a los niños a su escala en dos sentidos: visitas guiadas y juegos según su edad y a través de los "Domingos son para los niños", en los que de los 7 a los 14 años, durante dos horas, un taller de 40 años (gratuito con la inscripción telefónica durante la semana), recrea mitos, el tejido, la cerámica, la cestería, la música, con la sola intención de hacer al niño amigo de algo que de otra forma puede ver muy lejano. Con esto tratan de romper la brecha que había con los maestros, que llevaban los niños allí para ponerles siempre la misma tarea: ¿en qué año se fundó el Museo, cuántas piezas tiene y cuánto valen? Lo realmente importante les quedaba por fuera. Esta remodelación de una institución que parecía eterna e inamovible como un bloque de oro, apunta a que no se diga "yo ya fui" y que el mayor valor del pasado sea útil para los colombianos.