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EN LA INTIMIDAD

Divertida y fresca, la autobiografía de Henry Miller muestra la otra cara de este autor.

20 de noviembre de 1989

Pocos libros tan deliciosos, espontáneos, alegres y despreocupados como este, en el que Henry Miller se despoja de su piel de lobo feroz y destructor para, a los 81 años de edad, sintiendo que se le acaba irremediablemente el tiempo, hacer una pausa, echar mano del tono mesurado e ingenuo y recordar a los hombres y mujeres que fueron sus amigos, sus compañeros de infortunio y hambre, soledad y desesperación. Se trata de esa gente que lo rodeaba mientras escribía esas historias que en los años 30 y 40 provocaron sonrojo, escándalo y desconcierto en millones de lectores que se sentían heridos hasta el fondo por la mirada de ese hombre que les contaba, de la manera más explícita y deliciosa, lo que pasa cuando un hombre y una mujer se aman y devoran a besos y caricias.

En la historia de la literatura norteamericana, Henry Miller apareció como una bocanada de aire fresco que sacudió el puritanismo y la hipocresía de muchos. Sus libros, escritos con un lenguaje cotidiano ("Trópico de cáncer", 1934; "Primavera negra", 1936, y "Trópico de capricornio", 1939, escritos en París con una ferocidad que asustó a los europeos. "Sexus", 1945; "Plexus", 1949, y "Nexus", 1950, entre otros títulos, porque hay que colocar aparte el que se considera su mejor logro, en todo sentido, "El coloso de Marusi", la visión de un mundo muy antiguo descubierto por un artista muy sensible, contagiado por la amistad de Lawrence Durrell), siguen traduciéndose, publicándose, vendiéndose y analizándose, mientras aparecen otros estudios, otras visiones en torno a la obra narrativa de un escritor que algunos críticos colocan a la par de otros grandes de su país como Hemingway, Faulkner o Tennessee Williams.

"El libro de mis amigos" es el otro Miller, el que descubre el sexo muy niño y construye su mundo de sueños, dolores, ansiedades y frustraciones en esas calles de Nueva York donde sus amigos roban, mienten, son castigados y perseguidos mientras aparecen las primeras cicatrices. Un mundo donde se hacen los amigos que ya no podrán ser olvidados jamás. En la página 32 está la definición de la palabra Amigo: "Alguien que esté tan apegado a uno como la propia piel, alguien que imprima color, emoción y sentido a tu vida. Es como el reverso del amor, pero incluyendo el amor mismo". Y más adelante explica por qué escribió este libro: "Aquí los contemplo desde otro prisma, no como escritor, sino como un amigo, y es que a través dé los amigos uno vive incontables vidas, ve el mundo en otras dimensiones, vive cabeza abajo y de dentro hacia afuera. Jámás estás solo, nunca lo estarás, aunque desaparezca de la faz de la tierra hasto el último de tus amigos. El físico alemán Fechner decía que se viven tres vidas: una én la matriz, otra en el mundo y una tércera en el más allá.
Pero se le pasaron por alto múltiples vidas que vivimos en y a través de los otros a causapor efecto de los otros.
Ni siquiera en la cárcel arrastramos una existencia solitaria".

De la mano de Miller se hace un entretenido, alegre y agresivo viaje por ese universo de sus amigos: el polaco Stanley, arrojando fetos en la bahia, mentiroso, ladron, seductor; Willie, el tonto que se masturbaba en público; Jimmy, el que enloquecia con los politicos y acabó escribiéndo lós discursos de un, candidato; Joe, el mejor espectador que consiguió Miller mientras estaba en la cama con una muchacha; Max Winthrop, obsesionado con el sexo y ejerciendo la única ocupación que saciaba sus instintos, la ginecologia; Alec Considine, colocando papelitos sobre el espejo para recórdar que tenia que lavarse todo el cuerpo aunque fuera una vez a la semana y seduciendo a las muchachas con los libros que Miller le pasaba en otros papelitos; Haróld Ross, quien inicia al trastornado Miller en numerosos secretos de la música popular; Bezaiel Schatz, con quien realizó un revelador viaje por España poco después de la guerra civil; Vincent Birge, de quien recuerda con ternura las andanzas con una astróloga, en Suiza, cerca de la casa donde vivia George Simenon, buen amigo de Miller; Emil White, uno de los mayorés faríáticos del escritor y, como casi todos sus amigos, enloquecido totalmente con el sexo y las mujeres; Efraín Doner, perteneciente a una de las sectas más radicales de los judios, muy generoso, un verdadero santo que sirvió de oficiante durante la cuarta boda de Miller; Jack Garfein,-sobreviviente de un campo de concentración; Joe Gray, a quien el autor describe como una descarga eléctrica...

Más adelante el lector se topa con las mujeres, algunas de las mujeres que atravesaron su vida hasta concluir con Brenda Venus, su compañera al momento de morir. Pocos libros tan deliciosos y alegres cómo este, tan imprescindible. -