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EN PLENO ASCENSO

Todo el recorrido artístico de María Teresa Vieco, en la exposición de "La Tertulia".

2 de octubre de 1989

Si se sigue la cronología exacta de la labor creadora en la exposición de María Teresa Vieco que por estos días está colgada en el Museo La Tertulia de Cali, el espectador tendrá al menos una certidumbre: se trata de un trabajo en plena transformación.

En un extremo, sus cuadros están configurados por una atmósfera de encierro, con una composición intensificada por la fuerza de los colores.
En el otro extremo, sus formas, relacionadas con una nueva vibración del color, parecen convocadas en la superficie de la tela en una convivencia refulgente, mucho más móvil y espaciosa. Ahora, las corrientes cromáticas, en su choque y aleación, crean un espacio particularmente abstracto.
Antes, la masa confusa e inestable de los elementos de la tierra en una disposición ahogada y opresora. Ahora, el grafismo, ya aparezca superpuesto o encubierto por la masa calorística, revela el tratamiento de las etapas en las cuales el cuadro se ha ido transformando. De esas figuras de apariencia antropomorfa o zoomorfa, la pintora ha retenido, sin embargo, su transitoriedad.

Un saber y un aprendizaje han sido desarrollados con impecable maestría. Y esto resulta convincente y también emocionante, porque vamos reconociendo cómo las formas ineludibles van siendo creadas para que se transformen. Movilidad en el cuadro particular, pero también en todo el proceso. De lo concreto en lo abstracto, a lo abstracto de lo concreto, aunque dicho asi parezca un fácil juego de palabras.

Asociada en algún estrato de la conciencia a una actividad mágica relacionada con la muerte y sus ritos, esta obra que presenta Maria Teresa Vieco retoma el camino por casi todos abandonado: la búsqueda de los origenes, o al menos la transfiguración de una edad arcaica, en la que podemos restablecer signos de lo originario. Y como en el más remoto origen de la pintura está ese trazo elemental, ese esquematismo un poco brutal, con el que la figura humana aparece bajo sus rasgos mas universales y representativos, Maria Teresa Vieco ha tomado de ese grafismo su esencia, pero revelando en su propia procedencia la autenticidad de su lenguaje.

Se trata de una alusión a un estrato humano y social que a lo largo del tiempo se ha bifurcado en la gran diversidad manifiesta de las culturas. En este sentido, la pintura de María Teresa Vieco puede verse como un descenso al submundo, en donde puede yacer el país de los muertos y en este orden establece la misma doble relación que se encuentra en las culturas precolombinas: signos de los ritos que expresan, por una parte, su temor reverencial y propiciatorio hacia el mundo de los muertos y, por otra, alusión al recuerdo que hace que los muertos permanezcan en la memoria de los vivos.

Podia esperarse que en esta suerte de arqueologia imaginaria a la que puede aludir su más reciente obra tendriamos que encontrarnos con una iconografia fúnebre, hierática sombría, seca. Nada de eso hay en esta exposición. María Teresa Vieco ha encontrado una salida original y enfática, enormemente festival y eufórica con su nueva tendencia estilistica.
Aqui se percibe como la fuerza motriz de una muy bien cimentada carrera pictórica que sitúa ahora a Maria Teresa Vieco en el más vigoroso momento de su ascendente carrera.