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EN TORNO A LA BIENAL

El crítico Eduardo Serrano aporta algunos elementos de análisis para abordar el certamen artístico capitalino.

9 de diciembre de 1996

el mejor regalo que recibió la capital de la República con motivo de los 450 años de su fundación fue la creación de la Bienal de Arte de Bogotá. El hecho de que a pesar de los vaivenes de la política sehaya podido realizar en cinco ocasiones consecutivas, el entusiasmo que suscita entre los artistas y las expectativas y reacciones que despierta en la crítica y el público son claros síntomas de su importancia en el acontecer de la plástica nacionalLas obrasLos trabajos incluidos en la quinta versión de la Bienal difieren entre sí en sus alcances y objetivos, pero todos revelan una clara conciencia del momento actual y permiten identificar causas sociales, culturales, políticas, ecológicas y filosóficas como los principales estímulos en su concepción y ejecución.El premio concedido a la video-instalación 'Atrio y nave central' de José Alejandro Restrepo constituye un justo reconocimiento a un artista que ha abierto camino en el país a este tipo de realizaciones, y a un trabajo refinado cuyo título equipara las residencias u hospedajes con templos del amor. La obra reconstruye la entrada a dichos establecimientos con los usuales bambúes protectores, y muestra en varios monitores parejas que al pasar frente a sus puertas desaparecen como por arte de magia. En el interior de la sala aledaña se presentan videos que sugieren la leyenda del cazador griego Acteón, quien, al ver desnuda durante su baño a Artemisa (Diana en la mitología romana) fue convertido en ciervo por la diosa. La obra no es explícita sobre el desenlace del mito según el cual Acteón fue devorado por sus propios perros, pero es patente el comentario, no exento de humor, sobre las argucias de los amantes furtivos.Otras obras igualmente sobresalientes son: 'Aliento' de Oscar Muñoz, quien enfatiza la indispensable colaboración del público para que el arte actual pueda cumplir su cometido puesto que sus imágenes impresas en discos metálicos sólo son visibles gracias al vaho que produce la respiración del observador; 'Consolador de espacios solitarios' de Elías Heim, una imponente construcción que ironiza sobre los escasos visitantes a los museos nacionales con elementos alusivos a su arquitectura; 'Magdalena llora' de Mario Opazo, brillante instalación que reproduce en neón el recorrido del principal río colombiano y que describe metafóricamente su dolorosa agonía; y 'Colombofilia' de Ana Claudia Múnera, quien proyecta la fotografía de una paloma muerta sobre una pantalla de gasa incitando a una comparación entre la imagen presentada y las circunstancias del país.Entre la obras que hacen una directa referencia a la realidad nacional y que se distinguen así mismo por su punzante contenido se cuentan la de Fernando Arias, sangrienta alusión al abandono del arte y la cultura en razón de la crisis institucional provocada por el narcotráfico, y la de Juan Fernando Herrán, compuesta por cajas envueltas en papel de regalo fucsia con estrellas doradas que recuerdan al visitante la deshonestidad y el cinismo imperantes en algunos círculos políticos.Especial mención ameritan también el trabajo de María Fernanda Cardoso, quien reitera con original humor su intención de unir el arte con la vida al describir el aparato genital de la pulga macho para llegar a la conclusión de que es "tan absolutamente impráctico que lo extraordinario es que funcione"; y la instalación de Oswaldo Maciá, quien utiliza columpios y otros juegos infantiles para referirse a los estados anímicos y a la actitud entre agresiva y temerosa del ser humano de finales de este siglo. 'Salón Colombia' de Nadín Ospina, es una satírica denuncia a la penetración cultural de que es objeto la sociedad colombiana a través de la recreación de los personajes de Disney en técnicas precolombinas; y 'Sabrosito ya' de Luis Fernando Roldán, es una exhortación con base en tapas de distinta índole al aprovechamiento lúdico y creativo de los materiales de desecho.Entre los participantes más jóvenes se destacan: el sobrecogedor trabajo de Leonel Galeano, que incluye camas y otro elementos utilizados por enfermos terminales, así como videos que registran desde su enfermedad hasta la autopsia; la instalación con múltiples medios de Natalia Restrepo, que versa sobre la historia del arte abriendo interrogantes sobre su futuro; y la poética 'Carta del cielo' de Gloria Posada, conformada por fotografías del firmamento efectuadas por distintas personas y que plantea la posibilidad de un arte realizado colectivamente.Los criteriosAlgunos críticos hubieran preferido que la Bienal se realizara alrededor de un tema predeterminado, pero el hecho de que muchos artistas no se hayan ceñido a los lineamientos impuestos por los distintos certámenes y de que numerosos trabajos hayan sido violentados conceptualmente para hacerlos caber dentro de los parámetros establecidos resalta las ventajas de una mayor libertad en este tipo de eventos. Es más, podría decirse que el acierto de la Bienal de Bogotá radica en la autonomía de los artistas para plantear sus preocupaciones, discursos y contextos sin que sean asignados a priori por la crítica, puesto que se obliga a los curadores a cumplir con su responsabilidad de teorizar y conceptualizar sobre la pertinencia o logro de las obras complementando con sus conclusiones los objetivos de la convocatoria.En materia artística, sin embargo, nada puede ser inamovible y la Bienal debe ajustarse a las circunstancias de su respectivo momento. Por ejemplo, buen número de los trabajos que se presentan en esta ocasión no ocultan su incomodidad en los ámbitos del modernismo: sus características no corresponden con las expectativas estéticas de los museos y sus objetivos se contradicen con el elitismo de recintos donde por lo general hay que pagar para mirar, es decir con los preceptos de la cultura del consumo. Es de esperarse, por consiguiente, que la próxima Bienal trascienda los límites físicos del MAM, y que por los menos aquellas obras que así lo requieran se extiendan por toda la ciudad dando cumplimiento a sus contenidos sociales y permitiendo que sus propuestas puedan ser aprovechadas por toda la comunidad.Si bien la estructura de la Bienal ya ha tenido repercusiones positivas en otros certámenes como el Salón Nacional, sería oportuno que el Banco de la República también llevara a cabo algún tipo de evento, con o sin tema, pero en favor del arte de hoy, puesto que muestras como 'Nuevos Nombres' solo evidencian la patética obsolescencia conceptual de los perpetuos asesores de esa institución en materia de artes plásticas. Suprimir la tradicional neutralidad de salones y bienales para esgrimir la novedad como justificación de exposiciones implica una abismal incomprensión de las miras del arte contemporáneo, entre las cuales no figuran ambiciones vanguardistas, mientras que concentrarse en los nombres de los participantes y no en los logros o señalamientos de sus obras, es la mejor prueba del desdén con que algunas entidades abordan todavía el trabajo de los jóvenes.La Bienal de Bogotá, en conclusión, es un certamen ejemplar que, aparte de permitir al público escudriñar los raciocinios del arte contemporáneo y experimentar en carne propia sus cuestionamientos y mensajes, suscita importantes discusiones sobre la manera en que deben fomentarse las actividades de la plástica o informarse sobre sus derroteros, contribuyendo también en esa forma a la creación de un contexto más coherente y propicio para la presentación y eficacia del trabajo artístico en Colombia.