Home

Cultura

Artículo

EN TORNO A UN VALS

De las variaciones escritas sobre un vals de Diabelli, las 33 de Beethoven son de antología

17 de diciembre de 1984

En música, más que en cualquiera otra de las artes, se ha acostumbrado hacer transcripciones y variaciones de obras precedentes, de compositor a compositor, a manera de tácito homenaje. Bach lo hizo con Vivaldi, Mozart con Haendel, Liszt con Beethoven. Cinco de las siete variaciones escritas por Beethoven se inspiraron en temas de raigambre popular (tal es el caso de la marcha turca que aparece en Las Ruinas de Atenas), pero quizá su última y más elaborada recreación en este género la constituyen las denominadas "Variaciones Diabelli", uno de los más intensos momentos creadores del genial músico alemán. Anton Diabelli, profesor y editor musical en Viena, invitó a los más eminentes compositores y a los más prestigiosos pianistas de Austria y Alemania a escribir una variación sobre un pequeño Waltz de su propia cosecha. De los diversos estados de la monarquía austrohúngara, entre 1819 y 1824, Diabelli recibió composiciones de casi medio centenar de músicos. Se recuerdan obras de Schubert, Hummel, Liszt y el hijo de Mozart. Pero las variaciones que realmente trascendieron fueron las de Beethoven, en un gesto de la historia que corrobora el aserto de Borges de que el tiempo es el mejor antologista. No contento con escribir una sóla variacion del tema propuesto, compuso 33 magistrales variaciones que constituyen, más que un abrumador despliegue de virtuosismo, una colosal obra para piano cuya complejidad y profundidad pueden equipararse, en otro plano artístico, con algunos versos de Quevedo o con los descendimientos inconclusos del último Miguel Angel.
El tema en extremo simple del Waltz de Diabelli, armónica y formalmente despojado de asperezas y sobresaltos, se ajustaba en forma ideal a las condiciones exigidas por la teoría musical de la época: su bella melodía y escasa modulación, su estructura dividida en dos partes iguales y un sólo ritmo hicieron posible que Beethoven soñara 33 asombrosas variaciones para 60 minutos de música, síntesis de todas las posibilidades pianisticas imaginables. Allí, las variaciones tradicionales derivadas de antiguas técnicas polifónicas se multiplican junto con prácticas sonoras absolutamente novedosas y heterogéneas. Su delirante arquitectura melódica anticipa las cadencias del romanticismo y prefigura las audacias del modernismo. Al rigor contrapuntístico le suceden con toda naturalidad el sosiego de un nocturno o el equilibrio de un adagio. La improvisación y el cromatismo se anudan con visionaria elegancia. Con justa razón, músicos y melómanos encuentran en estas hermosas y poco conocidas "Variaciones Diabelli" el perfecto microcosmos de la maestría beethoveniana, algo asi como la quintaesencia de su poderosa expresión creadora e innovadora. Experiencia musical que perturba y deslumbra, como los mármoles de Praxiteles o las plumillas de Picasso.--