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El primer libro verdaderamente serio sobre la toma del Palacio

15 de diciembre de 1986


La tragedia del Palacio de Justicia, con su carga de muertos y de silencios, ha producido ya bastante literatura. Textos oficiales, como el discurso del ministro de Defensa general Vega Uribe ante el Congreso, publicado en folleto bajo el título "Las Fuerzas Armadas de Colombia y la defensa de las instituciones democráticas", o como la denuncia del procurador Jiménez Gómez ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara. Textos periodísticos, empezando por infinidad de editoriales y columnas de opinión, y terminando con remembranzas líricas provocadas por el aniversario, con héroes anónimos y flores innominadas. Y, desde luego, toneladas de material en bruto. Entrevistas con magistrados supervivientes o con jefes guerrilleros, declaraciones juramentadas ante el Tribunal Especial nombrado para investigar los hechos, actas del Consejo de Ministros, transcripciones fragmentarias de grabaciones militares, e incluso un par de libros apresurados y esquemáticos. El lector interesado en el tema--y todos los colombianos deberían estarlo--se pierde en ese maremágnum de informaciones y opiniones contradictorias y, de todas maneras, demasiado abundantes como para ser analizadas en su totalidad. Entre toda esa masa, sin embargo, se destaca el libro "Las dos tomas" del periodista Manuel Vicente Peña, publicado la semana pasada por la Fundación Ciudad Abierta. Son algo más de trescientas páginas, incluyendo fotografías y facsímiles de informaciones de prensa. Y pasa de nuevo ante los ojos del lector todo el infierno de esas veintiocho horas del 6 y el 7 de noviembre de 1985 que hace unos días, con motivo del aniversario, volvieron a mostrarnos por la televisión.

Peña no pretende ser imparcial. Expone su opinión de entrada, en la modalidad --tan frecuente últimamente--de una carta abierta al presidente Barco, que sirve de prólogo al libro. Y su opinión es que en la batalla del Palacio de Justicia el gobierno de Belisario Betancur y las Fuerzas Armadas cometieron toda suerte de arbitrariedades injustificables y violaron todo tipo de principios legales y simplemente humanos. Peña piensa que se trató de "un gran crimen que no se puede tapar", y entiende su propio libro como una contribución al necesario debate al respecto.

Pero no se trata de un libro de opinión. Por el contrario, el autor pone en él muy poco de su propia cosecha. Apenas las necesarias aclaraciones circunstanciales y las introducciones explicativas a las entrevistas o documentos que conforman el grueso del trabajo. Pero basta con ir ensartando estos uno tras otro para que se dibuje el cataclismo del 6 y el 7 de noviembre con la inevitabilidad que distingue, como es sabido, a las tragedias. Así el libro no se inicia con la toma del Palacio por los guerrilleros del M-19 en la mañana del 6, sino veinte días antes: con el anuncio, registrado en cuatro periódicos, de que la toma se iba a producir. De ahí pasa al inexplicable, y todavía inexplicado, levantamiento de la vigilancia, y continúa en un orden aproximadamente cronológico de los hechos, intercalado de entrevistas con aquellos de los protagonistas que se prestaron a darlas. Ya conocidas algunas--como la tormentosa reunión del ministro de Justicia Enrique Parejo con periodistas colombianos y extranjeros tres días después de la tragedia--y otras realizadas especialmente para el libro, como las dos con los dos frustrados mensajeros: el magistrado Reinaldo Arciniegas, interceptado por los militares con su mensaje al gobierno de parte de los rehenes y los guerrilleros, y el director del Socorro Nacional de la Cruz Roja Carlos Martínez Sáenz, demorado por ellos con su mensaje a los guerrilleros de parte del gobierno. El libro transcribe además amplios fragmentos de las comunicaciones militares durante toda la toma (parte de ellos publicados hace meses por El Espectador y El Mundo) cuya grabación le fue enviada a Peña anónimamente y de la cual remitió una transcripción completa (103 páginas) al presidente Barco. Hay también un estudio táctico del operativo militar por el capitán (r) del Ejército Elías Escobar Salamanca, un capítulo sobre los desaparecidos y un análisis sobre el militarismo del M-19 por Eduardo Pizarro Leongómez. Y finalmente, un breve extracto del programa de televisión que reemplazó intempestivamente en las pantallas a los informes sobre la batalla en la noche del 6, cuando el Ejército daba el asalto al cuarto piso del Palacio: el partido de fútbol Millonarios-Unión Magdalena.

Manuel Vicente Peña, a quien los lectores conocían hasta ahora por sus crónicas sobre la guerra del centavo y las busetas incendiadas (es presidente de la Asociación de Choferes No Matones), no ha escrito el libro definitivo sobre el Palacio de Justicia, claro está, puesto que se trata de un tema que sigue tan vivo como el primer día. Pero sí ha hecho una contribución capital: a partir de su libro ya no será posible seguir diciendo tantas mentiras.--