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El contratista norteamericano Paul Conroy (Ryan Reynolds) despierta dentro de un ataúd sepultado en algún lugar de Irak.

CINE

Enterrado

Prepárese para ver, durante 90 minutos, la historia de un transportador norteamericano que ha sido enterrado vivo en algún lugar de Irak.

Ricardo Silva Romero
13 de noviembre de 2010

Título original: Buried
Año de estreno: 2010
Género: Thriller
Dirección: Rodrigo Cortés
Guión: Chris Sparling
Actor: Ryan Reynolds
Voces de: Robert Paterson, José Luis García Pérez, Stephen Tobolowsky, Samantha Mathis

Aviso para los claustrofóbicos, los hipertensos, los que piensan que siempre se va a cine a pasar un buen rato y los que buscan en una trama la misma justicia que buscan en la vida real: ver Enterrado, la historia de un contratista norteamericano, Paul Conroy, que despierta dentro de un ataúd de madera sepultado "en algún lugar de Irak", es una verdadera prueba para lo nervios. Distrae al espectador, por supuesto, le ayuda a olvidar los problemas de la semana como tantas películas de cartelera, pero lo hace a costa de su propia salud, a costa de su propia paciencia, a costa, quizás, de sus principios.

Desde el inicio de la proyección, una buena secuencia de créditos que recuerda el trabajo que el diseñador Saul Bass hizo para ciertas películas de Alfred Hitchcock, seguida de un poco más de 30 segundos de oscuridad que nos advierten los incómodos minutos que vendrán, están más que claras las reglas del juego que nos propone este largometraje de suspenso: no saldremos, en ningún momento, de ese cajón ruinoso bajo la arena; no se recurrirá nunca a flashbacks tramposos sino a un montaje sofisticado que todo el tiempo nos tendrá con el corazón en la garganta; veremos, durante 90 angustiosos minutos, cómo se va ahogando un hombre -una persona común y corriente con una vida, una familia y un mundo roto- que han enterrado vivo con un teléfono celular para que el planeta se entere de su historia.

El guión de Chris Sparling, un trabajo mitad ingenioso, mitad cruel, no cae en la tentación de salir de aquel féretro: para ahorrarnos la presencia permanente del protagonista, podría haber recurrido a algunas escenas en las oficinas de los burócratas de Washington que no hacen nada para rescatarlo o en los cuarteles de los iraquíes que lo han secuestrado después de un tiroteo en el desierto o en el asilo en donde su madre pierde la memoria día por día, pero en cambio ha preferido ponernos en el lugar -repito: durante 90 penosos minutos- de ese pobre personaje que se está quedando sin aire. La dramática interpretación del comediante Ryan Reynolds, que pasa por todas las emociones que deben experimentarse en semejantes condiciones, confirma esa sospecha que hasta hoy era su talento.

La mayor proeza es, sin embargo, del director. El cineasta español Rodrigo Cortés, que antes solo había filmado una comedia regular e inofensiva llamada Concursante (2007), consigue ponernos contra la pared hasta el último minuto: gracias a los planos cortos que él mismo ha editado, no queremos ver pero tampoco podemos quitar la mirada de la pantalla.

El final de Enterrado dará lugar a todo tipo de discusiones: éticas, dramáticas, cinematográficas. Solo por eso, por enfrentarse a las preguntas de cómo, por qué y hasta qué punto puede un narrador disponer de la suerte de sus personajes, vale la pena padecer esta película valiente.