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Entre la fe y el negocio

Este 19 de marzo se estrena en Colombia 'La pasión de Cristo'. Su excesiva violencia divide a los espectadores. Para unos, una enseñanza. Para otros, una orgía de sangre.

14 de marzo de 2004

Sin duda Mel Gibson supo cómo hacerla. Y muy bien.

Declaraciones piadosas por aquí, la ira de rabinos por allá, y de telón de fondo sangre, sudor y lágrimas. Sobre todo sangre.

La mejor publicidad para su película La pasión de Cristo ha sido la polémica que desató antes de ser estrenada. ¿Violenta? ¿Antisemita? Lo único cierto es que el héroe de Mad Max, Arma mortal y director de Corazón valiente, una vez más, como dicen en béisbol, la sacó del estadio por cuenta de la sangre. Pero esta vez no fue la sangre de delincuentes de toda laya, ni de soldados ingleses y escoceses. Ahora lo ha hecho nada menos que con la sangre de Cristo, que fluye ante los ojos de los aterrados espectadores. Sin metáforas. Casi en tiempo real.

La estrategia de Gibson dio resultado. Puso a hablar al Papa y a los rabinos bastante antes de su estreno y ahora las cifras hablan por sí solas. La película, que costó unos 25 millones de dólares y que en Hollywood había sido considerada un inminente fracaso comercial, se estrenó en Estados Unidos el pasado miércoles de ceniza (vaya coincidencia) y en su primer fin de semana en los teatros recaudó 83,8 millones de dólares y superó al Señor de los anillos - El retorno del rey, ganadora de 11 premios Oscar, todo un récord para un estreno en febrero. Se calcula que podría recaudar más de 500 millones en todo el mundo, dinero que irá a parar a los bolsillos de Mel Gibson pues él mismo la financió.

Más demoró en salir la película en Estados Unidos que en ser pirateada. Pero lo curioso no es que ya se consiga en el mercado negro norteamericano sino que en México y en Perú ya es una de las cintas más 'taquilleras' tres semanas antes de su estreno. En Lima la versión pirata se vende a menos de un dólar y en Ciudad de México un DVD se obtiene por poco más de dos dólares y medio. En Bogotá ya han comenzado a ofrecer en los semáforos una versión pirata de pésima calidad.

¿Antisemita?

Un año antes de su estreno La pasión de Cristo tenía un gran estigma: se la acusaba de antisemita pues le haría creer al público que el pueblo judío fue el responsable de la muerte de Jesús. ¿En qué se basan para semejante acusación? Varios jerarcas judíos afirman que, al retomar una frase del evangelio (San Mateo 27,25) en la que los judíos gritan: "Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos", el director habría destacado la culpabilidad de estos en el apresamiento, tortura y muerte de Jesús, pues esta cita ha sido utilizada en el pasado como motivo de condena a los judíos. Afirman además que mientras que a Poncio Pilatos (romano) casi que se le absuelve de toda culpa, a Caifás (sacerdote judío) se lo muestra como el peor de los villanos, que instiga a un pueblo judío al que se presenta en la película como débil y fácil de manipular.

El guión, coescrito por Gibson y Benedict Fitzgerald, se basa en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento pero también en los diarios de Anne Catherine Emmerich, mística alemana del siglo XIX, y María de Agreda, monja española del siglo XVII, ambas convencidas de la culpabilidad de los judíos en la crucifixión de Jesús.

Estas consideraciones están exacerbadas por el hecho de que Hutton Gibson, padre de Mel, es un conocido autor y activista antisemita, que incluso ha puesto en duda la magnitud del Holocausto nazi.

Pero estas acusaciones no convencen a todo el mundo. Varios de los 'buenos de la película' son judíos. Jesús, María, Simón de Cirene (quien ayuda a Cristo a cargar su cruz), sus apóstoles, así como el pueblo, mayoritariamente mujeres, que lo acompañan y se compadecen de él. Si se sigue el argumento, podría decirse entonces que los italianos deberían indignarse porque se muestra a los romanos como unos verdaderos salvajes. Pero como señala el crítico español José Carlos Rodríguez, "nadie se siente heredero de los romanos de entonces".

A veces se considera un tanta exagerada la prevención de la comunidad judía contra La pasión de Cristo (incluso algunos jerarcas instaron al Papa a repudiarla y aun vetar la película). Sin embargo, esto es más que comprensible para quien se pone en el lugar de la comunidad hebrea. Este pueblo, con 4.000 años de conciencia propia, ha sido perseguido en multitud de sitios y períodos históricos (ver punto de vista). Durante siglos, la Iglesia Católica caracterizó a los judíos como miembros del "pueblo deicida", un motivo de persecuciones, destierros, humillaciones y matanzas en Europa y el mundo entero hasta que la declaración conciliar Nostra Aetate, difundida por el papa Juan XXIII en 1965, ordenó anular ese estigma.



Ríos de sangre

Si bien el antisemitismo agitó el debate antes del estreno, este pasó a un segundo plano cuando los espectadores enfrentaron la crudeza de varias de las escenas del filme.

En un primer plano se ve cómo un flagrum -un látigo cuyas extensiones terminan en puntillas metálicas- rasga la piel de Jesús. La puntilla y su efecto son los protagonistas por varios minutos, eternos, para muchos de los espectadores.

Otra escena: Jesús con una mano clavada a la cruz mientras los legionarios romanos se disponen a hacer lo mismo con la otra. El brazo es muy corto y la palma de la mano no alcanza a llegar al punto donde debe ser martillada. Entonces uno de los verdugos de Jesús estira el brazo hasta que el hueso no soporta, el hombro cede y la mano llega hasta el punto deseado. Hay sangre y torturas explícitas de principio a fin: el dolor se hace demasiado visual, al punto que el espectador alcanza a padecerlo. Muchos optan por taparse los oídos y los ojos. Otros simplemente observan y lloran y hasta se dan la bendición. Algunos consideran que tiene todos los ingredientes propios de una película de terror: tortura, sangre, angustia y hasta un demonio aterrador por su aspecto andrógino, que carga en sus brazos a un enano deforme.

La película presenta cuadro a cuadro los sufrimientos y humillaciones que padeció Jesús en las últimas 12 horas de su vida. Esa es la idea de Gibson. Entonces, ¿se trata de violencia gratuita o es un conmovedor relato de la Pasión tal como la padeció Jesús? ¿Se necesita tanta sangre para transmitir el sacrificio de amor de Cristo?

"Me da la impresión de que Mel Gibson tiene algo personal con el tema de la tortura. En 'Corazón valiente' también le da mucha importancia a ésta. El mensaje de Jesús de solidaridad, amor, sacrificio y la resurrección ocupan, si acaso, cinco minutos mientras que el Vía Crucis es descrito con un regodeo sádico y de una manera pornográficamente minuciosa durante más de una hora. Gibson simplemente manipula a lo Hollywood" escribió el periodista Elbio Rodríguez en el semanario La Raza, de Chicago.

El cineasta italiano Franco Zefirelli, quien realizó en 1977 la muy poética película Jesús de Nazareth, también expresó su contrariedad. Aseguró al periódico milanés Corriere della Sera que Gibson, a quien dirigió en la película Hamlet, siente "una atracción siniestra por la más desenfrenada violencia". Recuerda que Gibson le confesó que para relajarse le gustaba participar en el sacrificio de reses en su rancho y que prefería utilizar el cuchillo en vez de la pistola "para observar mejor el momento de la muerte".

Aunque Mel Gibson reconoce que su película es violenta y que no deben verla menores de 12 años, asegura que la cinta va más allá de las imágenes fuertes. Su principal defensa ha sido asegurar que fue lo más fiel posible a la historia tal como se relata en los evangelios y en ello cuenta con el apoyo de muchos jerarcas de la Iglesia que aconsejan verla. "Nos hemos acostumbrado a ver crucifijos bonitos colgados de la pared. Decimos: '¡Oh, sí! Jesús fue azotado, llevó su cruz a cuestas y le clavaron a un madero', pero ¿quién se detiene a pensar lo que estas palabras significan realmente? Entender lo que sufrió, incluso a un nivel humano, me hace sentir no sólo compasión, sino también me hace sentirme en deuda: yo quiero compensarle por la inmensidad de su sacrificio", señala Gibson

Gibson ha asegurado en varias entrevistas que hay películas más violentas y pone como ejemplo "la carnicería de artes marciales" de Quentin Tarantino en Kill Bill. Pero una cosa es cuando el protagonista es totalmente ficticio y otra cuando se trata del personaje más influyente de la humanidad en los últimos 2.000 años. En este caso se pisa otro terreno, otra sensibilidad. En general los espectadores opinan que el exceso de violencia alcanza a distraer del mensaje que Gibson afirma pretende dar la película. Las enseñanzas de paz y amor de Cristo, que se presentan en algunos flashbacks, ocupan un tiempo insignificante en comparación con los latigazos, los escupitajos y las laceraciones.

Sin embargo muchos católicos sí han encontrado en las duras imágenes una compenetración con el sacrificio de Jesús.Dicen que el papa Juan Pablo II, quien vio una edición preliminar en diciembre del año pasado, dijo: "Es como fue". Agustine di Noia, subsecretario de la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe, considera que Gibson ofrece una producción de sensibilidad artística y religiosa exquisita. Para Cal Thomas, influyente columnista del Baltimore Sun y quien asegura haber visto todas las películas bíblicas modernas, esta es la mejor representación de Cristo. "No debe ser llamada una película 'religiosa' o algo para mostrarse sólo en los sótanos de las iglesias. Es una gran obra de arte y una historia muy bien contada".



'La pasión' por dentro

Gibson se obsesionó por lograr que su filme fuera lo más apegado posible a las sagradas escrituras. Llegó a tal extremo que una de sus primeras decisiones fue no hacerla en inglés sino en arameo, la lengua que hablaba Jesús. El padre William Fulco, experto en lenguas muertas y culturas clásicas semitas, tradujo el guión a esta lengua y al latín vulgar que hablaban los soldados de la época. Aunque en un principio se anunció que la cinta se exhibiría sin subtítulos, la versión final los lleva.

Los escenarios fueron otra gran preocupación. Después de recorrer posibles locaciones en Marruecos, Túnez, Nuevo México y España, Gibson se decidió por los legendarios estudios Cinecittà, en Roma, y la ciudad de Matera, en el sur de Italia. En la primera locación se recreó la ciudad de Jerusalén, incluyendo el templo, el Pretorio y el palacio de Pilatos. En Matera se rodaron las escenas de la crucifixión. "Los barrios de esta ciudad tienen aproximadamente 2.000 años de antigüedad, y la arquitectura, los ladrillos de piedra, las áreas circundantes y el terreno rocoso dieron la vista y el telón de fondo que necesitábamos para las suntuosas escenas de Jerusalén", dijo Gibson.

El reparto está conformado por actores de diversas nacionalidades. A Jesús lo interpreta el estadounidense James Caviezel, quien coincidencialmente tiene 33 años, la edad de Cristo al morir. Maia Morgenstern, actriz rumana de ascendencia judía, es María. Como María Magdalena está la italiana Mónica Bellucci, conocida por su actuación en la segunda y tercera parte de The Matrix. El resto del elenco está conformado, en su mayoría, por actores de Europa oriental.

El rodaje comenzó el 4 de noviembre de 2002, al final del otoño, pues Gibson buscaba un efecto de contraste entre luz y oscuridad que sólo se logra en esa época del año. Para enfatizar el efecto, el 40 por ciento de la película se filmó en la noche o en interiores. Pero también las bajas temperaturas contribuyeron a darles realismo a las escenas de la crucifixión. Durante las dos semanas que tomaron, Caviezel estuvo al borde de la hipotermia, lo que le provocó una infección en el pulmón. Con frecuencia el equipo de producción debía poner bolsas de agua caliente en la cara del actor para que pudiera mover los labios.

Caviezel soportó condiciones más duras que cualquier otro artista que haya personificado a Jesús. Durante las sesiones de maquillaje de hasta 10 horas para mostrar en su cuerpo las heridas de los latigazos, Caviezel desarrolló una alergia que lo llenó de ampollas. En dos ocasiones fue herido accidentalmente con el látigo en la espalda durante las escenas de la tortura a manos de los soldados romanos. La cruz, de 75 kilos, la mitad de lo que se considera que pesó la original, dislocó el hombro del actor, quien aun así siguió filmando.

Como si esto fuera poco, mientras grababa una escena en medio de una tormenta, a Caviezel le cayó un rayo. "En el último día de filmación cuando hicimos el Sermón de la Montaña fui golpeado por un rayo. La gente gritaba y mi pelo estaba quemándose. Las personas que vieron esto dijeron que no vieron el rayo sino que me vieron iluminado", dijo.

Para soportar las duras condiciones de la filmación, Gibson hizo que un sacerdote celebrara misa en latín todos los días antes de comenzar la jornada. Además, el protagonista contó con un confesor personal con quien rezaba el rosario a diario.

¿Cómo hacer una película sobre los evangelios que le guste a todo el mundo? La respuesta es muy simple. No se puede. A Martin Scorsese casi lo crucifican por presentar un redentor mucho más humano que divino en La última tentación de Cristo. A Zefirelli lo acusaron de melifluo por su Jesús de Nazareth. A Jewison, por convertir al héroe de Jesucristo Superestrella en una especie de hippy recién salido del barrio Haight-Ashbury de San Francisco.

Los colombianos están a punto de poder sacar sus propias conclusiones sobre la pasión de Gibson, que se estrena en el país el 19 de marzo. Será el primer país de América Latina donde se proyecte en pantalla gigante esta película que, buena o mala, apasionante o aburridora -cada quien sacará sus propias conclusiones-, una vez más muestra la gran habilidad de Mel Gibson para convertir un río de sangre en un río de dólares.