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"ESCRIBIR ES COMO HACER EL AMOR"

A propósito del lanzamiento de la más reciente novela de Juan Carlos Onetti, SEMANA publica apartes de una entrevista que el escritor sostuvo con el prestigioso periodista español Juan Cruz.

26 de abril de 1993

JUAN CARLOS ONETTI NO PIERDE EL HUmor que siempre tuvo. El pulso literario, que lo ha convertido en una leyenda viva de imaginación hispanoamericana, también sigue intacto y acaso más juvenil que nunca. Cuando ya no importe es una muestra excelente del estado de su salud literaria. Irónico ante sí mismo y ante el mundo, en este libro parte de un paisaje que lo persigue desde hace más de 30 años -la visión de La Casona, la residencia de los presidentes venezolanos, en el que presenció una misteriosa escena de violencia que sirve de punto de partida al clima de la novela- y construye una historia de contrabandistas y de seres melancólicos que se insertan de nuevo en aquellos mundos míticos con los que se identifica la obra general del autor de El astillero y Juntacadáveres.
La sensación, cuando acaba la lectura, es similar a la que Onetti siente ante otros libros ajenos. Me gustaría -dice él de otros- que esos libros que me apasionan no se acabaran nunca o que yo perdiera la memoria para volver a leerlos de nuevo sin que pierda la capacidad de sorpresa ante lo que voy leyendo". Lo que sí es cierto es que, al escribir, él se divierte tanto como los demás se divierten leyéndolo. El placer de escribir es muy grande, co mo hacer el amor" . Ahora escribe un cuento sobre una señora, la Señora Síntesis, que muere de tan apretada. "EI lugar me irrita, sobre todo cuando lo usan los jóvenes escritores. Y me produce su uso como un dolor de cabeza, una sensación física que me desconcierta y me irrita". De esa sensación de rabia ante el lugar común nació la historia de la Señora Síntesis.
Contra ese y otros vicios de la escritura Onetti ha luchado escribiendo, como dice él. "Escribiendo demasiado, quizá digan algunos. Pero lo he hecho porque me he ido cncariñando con todos mis personajes, incluidos aquellos que aparecen como más canallas o más bandidos en mis libros". Sin amor por esos personajes, que a veces surgen como trasuntos melancólicos e irónicos del propio Onetti, 'yo no hubiera escrito ni una sola palabra".
Juan Carlos Onetti vive desde hace 10 años recluido en su casa, en un octavo piso de la avenida de América de Madrid. Allí escri be, lee de manera voraz y crítica la prensa de cada día y duerme con el sueño cambiado. Una medicina equivocada lo llevó a un hospital con una pierna infectada y se despertó una mañana entubado y sorprendido de ser un hombre atado a una cama. Al tiempo se acostumbró a ese estado y hoy vive rodeado de libros y recuerdos dispersos -fotografías clavadas con chinchetas, posters irónicos, libros que le resultan imprescindibles, un cenicero que lleva el nombre de Larsen, uno de sus grandes personajes, periódicos uruguayos- en una cama de hospital. La atmósfera, que él ha hecho a semejanza de su imaginación, para que la calle no perturbe sus visiones, es cordial y cálida, y Dolly, su mujer, que es violinista en la Orquesta Sinfónica de Madrid, la aviva con su presencia tierna e imprescindible.
Recostado en su cama, de espaldas a la ventana. de lado, con sus grandes ojos de niño asustado. Onetti recibe al visitante con una lucidez que ya se ha hecho legendaria entre los que van a verle y que aumenta Dolly, que rellena con buen humor las escasas lagunas que este montevideano de 84 años tiene en una memoria prodigiosa. Es fascinante verlo recordar e hilar los nombres como si la literatura habitara en todo su cuerpo y él fuera simplemente un paso intermedio entre la imaginación y las palabras, entre la realidad y los sueños.
Echado en la cama, de día o de madrugada, porque domina a sus personajes pero no puede dominar el sueño, ve venir la inspiración literaria a cualquier hora, en cualquier postura, después de haber leído cualquier cosa. A veces habla con esos personajes ficticios que lo visitan, pero pocas veces discute con ellos. "A algunos de esos personajes los he conocido en la vida y otros son mezcla de muchas experiencias, de mucha gente y de muchas cosas. Pero los verdaderamente inventados son los que siempre me interesaron más. Son los más reales, los más cercanos a la verdad".
Cuando ya no importe, como muchos libros suyos, "surgió quizá de tantos libros que leí y que luego pasaron por una selección inconsciente, y surgió también de una visión que es también un paisaje: una vez fui a un acto a la casa del presidente de Venezuela. Tomé un taxi y le dije al conductor que me llevara a La Casona. Al llegar vimos una luz en el umbral de una puerta y entonces me dijo el taxista que descendiera porque él no traspasaría ese umbral. Un compañero suyo lo había hecho y lo habían ametrallado hasta aburrir. Esa atmósfera de violencia, que es tan caraqueña -parece que en cualquier momento va a estallar lo que sea allí- es la que da origen a Cuando ya no importe".
La literatura, en general, surge según ese mismo proceso onettiano. "Ya estoy viejo y no es como antes, pero muchos se han burlado de mí cuando digo que escribir es como hacer el amor, una entrega durante la cual te olvidas de ti mismo. Una entrega total, como si te escaparas del mundo. Momentos en que yo dudo de hasta de mi estado mental, cuando aparecen personajes que yo los quiero vivos y que así parecen, como si hubieran existido y revivieran en mis palabras".
Hay una famosa anécdota que cuenta siempre Onetti. Para él, escribir es como hacer el amor con una amante, un amor extraconyugal. El símil le viene de una discusión con su colega Mario Vargas Llosa. "Vargas Llosa cumple con una mujer a la que está unido oficialmente que es la literatura, y yo, en cambio, como le dije a él, tengo un amor pasional con una mujer a la que veo cuando me da la gana".
Muchas veces escribe después de haber leído un bodrio policial, como dice él, y otras veces escribe porque la mano se le va al papel y nadie controla esa especie de sueño "que luego da de sí una literatura que parece dictarme alguien que está dentro de mí".
Pero en el origen de toda esta pasión literaria está William Faulkner, a quien descubrió paseando mientras leía la revista Sur por una calle de Buenos Aires. Fue fascinante para él aquel primer cuento de Faulkner, Todos los aviadores muertos. "El Faulkner ~ cuentista tiene cosas espantosas, si tú lo has leído todo". Onetti habla de la literatura como si fuera una muchacha que pasa por una acera a la que se puede oler, tocar, describir, pero de su propia obra prefiere guardar silencio. "Ese cuento de Faulkner en el que hacen culpable a un tipo porque ha guardado el humo del tabaco que fumaba... Una cosa verdaderamente idiota". Pero la devoción por Faulkner es más profunda que esa anécdota y proviene de que "en los libros de Faulkner todos los personajes hacen lo que yo hubiera querido hacer con ellos".
"El momento feliz para un escritor es cuando está escribiendo como si le estuvieran dictando. Hasta se producen pequeñas sorpresas que te hacen preguntar ¿quién escribió esto? ¿Lo escribí yo?... Bueno, también puedes pensar en los espíritus...". Cuando ya no importe nació así, sin corrección alguna, "pregún tale a Dolly que está ahí".
¿Siempre ha sido así? "A veces le he dado originales a Dolly para evitar los adverbios acabados en mente. Pero por lo demás no corrijo nada.
Hay otro ejemplo literariamente valioso, que es el de Julio Cortázar. El no corregía y los cuentos le salían muy bien, muy bien, cosa que le indignaba a García Márquez.
Un día estuve en Barcelona -con García Márquez y se lo conté, que Julio no corregía, y el venenoso de García Márquez dijo: "Se le nota". Y yo le dije: "Ah, hijo de la gran... se lo voy a contar a Cortázar". -"No hace falta", me dijo, "yo voy este fin de año a París y se lo voy a decir yo mismo".
¿Qué tal fue su relación con Cortázar? "Eramos muy amigos. Nos hicimos amigos en Buenos Aires, pero él todavía no había hecho su obra, aunque creo que ya había escrito Los Premios, que a él le entusiasmaba mucho y a mí no, sobre todo al compararlo con lo que escribió posteriormente".
¿Y Gabo? "García Márquez es una gloria para el idioma castellano. Y su Nobel es uno de los más merecidos que se han dado".