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La Universidad Nacional abrirá el posgrado en Creación Literaria en el primer semestre de 2007. Sin embargo, durante los próximos meses se realizará una serie de charlas con escritores internacionales sobre el oficio de escribir, en la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, como introducción al máster

¿Escribir, yo? Nunca

La apertura del máster de creación literaria de la Universidad Nacional revive la pregunta de si es posible convertirse en escritor en un salón de clases.

22 de julio de 2006

Se suele creer que el oficio de escribir es sólo para seres superdotados, tocados por la mano de Dios. Muchas personas piensan que es un don tan excepcional, que no se atreven a mostrar las historias que escriben por vergüenza, pues creen que no son dignas de ser leídas. Y dejan lo que podría ser una promisoria carrera por la seguridad de que no saben escribir, ni podrán aprender a hacerlo.

La academia de los países hispanohablantes ha sido bastante reticente a establecer programas de creación literaria, pues en este medio la tendencia imperante ha sido creer que el oficio de escribir es una habilidad con la que se nace. Si bien hay muchos talleres de escritura, son muy pocas las universidades que ofrecen la creación literaria como un programa de posgrado. En ello contrasta con Estados Unidos, donde desde hace más de 70 años las universidades ofrecen este tipo de enseñanza. En la actualidad, sólo en Boston y Nueva York se ofrecen unos 50 programas de posgrado en esta materia.

Pero esa situación está a punto de cambiar. Colombia será uno de los pocos países de la región que ofrezca el máster de creación literaria, cuando la Universidad Nacional lo inaugure, en el primer semestre de 2007. Este programa admitirá 14 alumnos y estará divido en tres énfasis: narrativa, guión cinematográfico y dramaturgia.

Para muchos, el debate se resuelve cuando se compara con otros campos de la creación. Es muy difícil pensar en un gran pintor o escultor (o cualquiera de las variedades del arte contemporáneo) que no haya pasado por una escuela de artes plásticas. Con un músico sucede lo mismo. ¿Por qué no hacer lo mismo con la escritura?. “Durante años fui escéptica al respecto, pero luego empecé a trabajar con el taller de escritura y estoy convencida de que sí se puede. Me he llevado sorpresas con personas en las que en un principio no creí”, dice la poeta y escritora Piedad Bonett, quien dicta hace más de 10 años un taller de escritura en la Universidad de los Andes y que también será docente en el máster de la Nacional. “Lo interesante de estos talleres es que el profesor puede estimular la búsqueda de esos temas que están latentes en cada ser humano”.

Hay escritores que son más optimistas que otros, pero todos coinciden en que de todas maneras el aprendiz debe tener al menos algún talento. Héctor Abad, quien ha dictado varios talleres, piensa que “se puede enseñar a escribir correctamente, pero no se puede enseñar a ser escritor, es decir, a redactar con la gracia indefinible de un Borges o un García Márquez”. Abad piensa que se puede enseñar a redactar sin errores, pero no con aciertos creativos, lo cual depende del talento de cada uno. En la misma tónica está el escritor Antonio Ungar, que asegura que la técnica básica sí se puede enseñar, es decir, cómo manejar los diferentes tipos de narradores, los puntos de vista y a hacer autoedición. “Eso no significa que esa persona se vuelva escritor, pero sí puede aprender qué historias se pueden contar y cuáles no”.

Ungar dirige actualmente la Red Nacional de Talleres literarios (Renata) del Ministerio de Cultura, que realiza 22 talleres con adultos en igual número de ciudades del país. En cada región se selecciona un escritor que guía, tanto en la lectura como en la escritura, a los estudiantes durante un año, lo que convierte este programa en la única opción de muchas personas que sueñan con escribir para acercarse a la creación literaria.

“Para mí fue una experiencia muy interesante, pues cuando uno está empezando a escribir, es muy difícil conseguir buenos interlocutores. Es como tener un editor en un momento de la vida en que uno no tiene la posibilidad de acceder a él”, explicó Juan Álvarez, ganador del premio nacional de Cuento 2005, quien realizó una de estas maestrías durante tres años en la Universidad de Texas. “Uno aprende mucho porque tiene un espacio para equivocarse. Tiene tiempo para escribir y para escribir se necesita práctica. Es como con los músicos. Nunca se plantean si tienen que ir a una escuela. Simplemente van, escuchan, practican y oyen”, agregó Álvarez.

El escritor Jorge Franco, quien estudió en el taller de escritura que la Universidad Central realiza desde hace más de una década, cree que este tipo de actividades ayuda a soltar la mano. “Aunque se dan algunos ejemplos de escritura creativa y se muestran otros sobre el oficio de escribir, queda claro que el don viene con uno. Lo demás es un camino solitario de experimentación donde uno mismo tiene que formularse las preguntas y tratar de responderlas en cada proceso de escritura”.

El escritor Azriel Bibliowicz, coordinador académico del máster y su creador e impulsor, tiene su propia teoría sobre la enseñanza de la creación literaria. Asegura que este tipo de programas académicos es importante porque “acercan a los estudiantes a los temas y preguntas fundamentales de su entorno y les crean una gran disciplina”. Al fin y al cabo, la escritura es un oficio de investigación continua y este tipo de programas les plantean a los estudiantes interrogantes como: ¿cómo se mira nuestra sociedad?, ¿cómo se llega al lenguaje para contar la historia que se quiere contar?, ¿desde dónde contarla?
“Hay que ubicarnos en el siglo XX para hacer frente a la realidad conflictiva del siglo XXI”, dice Bibliowicz quien, al igual que Piedad Bonnett, considera que uno de los elementos más importantes de un taller es la lectura. “Lo que un escritor joven necesita saber es qué se ha escrito en el último siglo. Tiene que ir buscando las maneras de hacer literatura”, explica Piedad.

A pesar de que el gran escritor siempre será un ser excepcional, una persona cuyo talento le pertenece a él y a nadie más, hay herramientas que se pueden aprender y perfeccionar. Un máster en creación literaria es una gran oportunidad para ello.