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ESPIA A LA MODA

Lleqa a Colombia la ultima novela de John le Carré, "La Casa Rusia". con aires de perestroika

8 de enero de 1990

Mientras devora de una sola sentada esta nueva novela de Le Carré y observa las imágenes que la televisión sigue pasando sobre la caída de numerosos mitos y símbolos del mundo comunista, incluido el muro de Berlin, escenarios de las aventuras y los personajes creados por este narrador británico, el lector debe tener presente una frase terrible de Le Carré, frase que resume bien las intenciones, la moralidad y los tropiezos de los protagonistas de "La Casa Rusia", frase que jamás puede ser olvidada: "Sin lealtad, no hay tración". O sea, sólo puede engañar el que realmente quiere y es fiel.

A diferencia de sus libros anteriores, con esos espias solitarios y destruidos por el alcohol y la desesperanza que han estremecido de gozo a millones de lectores en todos los idiomas, en "La Casa Rusia" los personajes son más domésticos, más de lavar y planchar. Están sumergidos en el descubrimiento de ese fenómeno político, económico y cultural que es la revolución lanzada por Gorbachov cuando los soviéticos estaban desprevenidos, una revolución que en ocasiones parece salirse de sus manos gruesas: Le Carré estuvo hace dos años en la Unión Soviética, se reunió con escritores y disidentes, fue abrazado y besado y compartió interminables brindis, conoció el corazón de palabras nuevas como perestroika y glasnost, caminó por esas calles de Moscú por donde vagan ancianas con pañolones que les cubren medio cuerpo y entendió buena parte de lo que estaba pasando. Esa sorpresa la transmitió a su novela y por eso los servicios de espionaje de Gran Bretaña y Estados Unidos no saben cómo reaccionar frente a ese fenómeno que estalla ante sus ojos, no saben cómo comportarse cuando les llega a las manos, por la vía menos concebible, un manuscrito en el cual se les informa que todo el sistema de defensa nuclear soviético, especialmente el relacionado con los cohetes, ha sido un fracaso y cómo Occidente debe tomar ventaja de esa situación que pocos conocen.

Sin lealtad, no hay traición: la historia comienza en el corazón de Moscú, en las instalaciones horribles de un hotel construido durante el gobierno de Stalin y en cuyo último piso se celebra la primera feria de material sonoro para la enseñanza del idioma inglés y la difusión de la cultura británica, organizada por el Consejo Británico. Ahí esta Niki Landau, uno de los expositores, quien al final de la tarde recibe la sorpresiva visita de una muchacha soviética que, después de un regatero terrible, lo obliga a aceptar un paquete: un manuscrito para Barley Blair, el supuesto editor que esa noche había abandonado su lugar en la feria. Barley Blair es uno de los mejores personajes creados por el autor y Le Carré debió sentir mucha ternura, mucha solidaridad mientras lo concebía.

Blair es un mujeriego incorregible, amante del jazz y el saxofón, bebedor que llega más allá de la madrugada, cínico, conocedor como pocos del alma rusa, con excelentes amigos en la Unión Soviética. Y será, precisamente uno de ellos quien le envíe, a través de Niki Landau, ese manuscrito que alterará la vida cotidiana de muchos porque cae en manos del servicio secreto, que no quiere creer, o mejor es incapaz de creer lo que están revelándole. Entonces Blair tiene que realizar su recorrido al reves, reencontrarse con los amigos de antes, se enamora, y la novela adquiere entonces ese tono humano, cálido y romántico que sólo alguien como Le Carré es capaz de infundir a sus historias y personajes. Se enamora de Katia y uno de los personajes suelta una definición inteligente de la perestroika cuando dice: "En el pasado, todo la hicimos mal pensando en el futuro ahora debemos hacerlo bien pensando en el presente; si el impulso actuar continúa, yo habré estado en la vanguardia; si cesa o retrocede, seré otro estadística de nuestra historia posrevolucionaria".

Es que la mayoría de los personajes, dentro y fuera de la Unión Soviética, no entienden las reformas de Gorbachov, les parecen irreales y, en medio de ese caos alegre y pintoresco avanza este hombre solitario y enamorado que busca confirmar la información del manuscrito, comprobando, como Borges, que las apariencias son más atroces que esa realidad traicionada por quienes nos quierer más.-