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SEMANA habló con el protagonista de 'Ararat' y el director de 'Las invasiones bárbaras', ganadora del Oscar como mejor película extranjera, dos películas canadienses que llegaron a Colombia.

28 de marzo de 2004

Remy, un hombre que apenas pasa los 50 años, está a punto de morir en un hospital. Su hijo, Sebastien, vive en Londres, y ante la situación decide visitar a su padre para hablar con él, algo que no ha hecho en años. Esa relación entre padre e hijo y la amistad incondicional de un grupo de amigos que han decidido seguir siendo fieles a sus ideales hasta la muerte aunque el mundo en el que viven ya es otro, muy diferente, es el eje de Las invasiones bárbaras, filme que obtuvo el premio Oscar a mejor película extranjera este año.

Ararat, por su parte, es la historia de un genocidio. En 1915, cuando todavía existía el imperio otomano, los turcos masacraron a los armenios muy cerca del monte Ararat, símbolo nacional de ese pueblo, donde se detuvo el Arca de Noé, que hoy forma parte del territorio turco. "¿Quién lo recuerda?", se pregunta Atom Egoyan, el reconocido director que en Colombia es recordado por su película Al filo de la inocencia. Un cineasta decide hacer una película sobre Ararat, una profesora de arte, experta en la obra de Gorki (pintor armenio) lo asesora. El hijo de la profesora quiere descubrir su pasado y cómo ese genocidio ha marcado su vida. El actor David Alpay le da vida a este personaje central de la película. SEMANA habló con él y con Denys Arcand, director de Las invasiones bárbaras.

"Una historia de alguien que está muriendo no debe ser depresiva"

SEMANA: ¿Cuál fue el origen de la película?

Denys Arcand: Yo quise hacer una película muy parecida a mi historia, a mi vida. Es una cinta sobre lo que fue la relación con mi padre. Ese es el origen de la idea, pero también quise hacer una continuación de El declive del imperio americano, que rodé en 1986.

SEMANA: Remy, el protagonista, muere, como pocos, fiel a sus ideales. ¿Conoce mucha gente así?

D.A.: No, es un personaje que yo inventé. En parte soy como él, y mucha gente puede identificarse con su comportamiento. Pero es un personaje inventado por mí con un poco de mezcla de gente que yo conozco, intelectuales, pensadores.

SEMANA: ¿Por qué cree que la película ha tenido tanta acogida y ganado tantos premios?

D.A.: Tal vez porque es emocionante y la gente se deja tocar por eso, por las relaciones familiares que están llegando a su final. Pero nunca estás seguro realmente por qué es. Sólo sé que a la gente le ha gustado mucho y en todos los festivales ha tenido gran reconocimiento, incluso en los premios Oscar.

SEMANA: La película es triste pero también tiene un gran sentido del humor. ¿Fue su propósito?

D.A.: Escribir el guión fue como un juego largo en el que yo tenía la idea pero no sabía cómo ponerla en el papel. Pero tú sabes que si vas a hacer una película de un hombre que está muriendo y no lo manejas bien puede terminar siendo una cosa totalmente depresiva, y aburrida. Por eso quise poner otros elementos. Los personajes, como sucedió en 1986, son muy cínicos, irónicos, y sabiendo eso, fue muy fácil escribir.

SEMANA: ¿Como director prefiere escribir su propios guiones o prefiere adaptar textos de otros escritores?

D.A.: Yo trato de escribir mis propios guiones. En sólo tres o cuatro oportunidades he adaptado guiones de otros autores pero no me siento tan libre como quisiera. La ventaja de escribir mis propios guiones es que puedo limpiar, borrar, corregir, acomodar con más soltura la trama a lo que yo quiero.

"Es la primera vez que este tema es visto en el cine"

SEMANA: ¿Cómo fue la experiencia de trabajar con Atom Egoyan?

David Alpay: Es un director muy generoso, te da mucha confianza. Eso es lo más importante, saber que si vas a cometer errores hay una oportunidad de corregir sin que el director se altere. Es abierto a recibir ideas, escucha a los actores, es una persona que reconoce los valores de la otra gente. Todos, los de vestuario, música, escenografía, se sienten trabajando en familia.

SEMANA: Egoyan es de descendencia armenia, ¿cuál fue su propósito con la película?, ¿quería una visión neutral o, por el contrario, denunciar ese olvido histórico?

D.A.: Yo creo que lo que más le preocupaba era mostrar el efecto que esa tragedia aún produce en las generaciones contemporáneas, en su vidas. Él no quería hacer algo épico, de desastres, de situaciones extremas. Él se propuso más una película sensitiva, más compasiva. Ese dolor ha persistido de generación en generación. La experiencia de esa gente, es la de la diáspora, de tener que dejar su país, huyendo de la muerte y cuando vuelven les cuesta confiar de nuevo en que habrá paz, eso todavía se siente.

SEMANA: En la película se dice que los turcos no han aceptado su responsabilidad en el hecho. ¿Cuál fue la reacción en Turquía con la película?

D.A.: No se presentó en Turquía, fue censurada. Ellos dijeron que cortarían muchas de las escenas, y la película no pudo ser mostrada. Irónicamente es la mejor película canadiense en 2002.

SEMANA: Gorki, el pintor armenio, es un personaje clave de la película. ¿Por qué?

D.A.: Gorki encarna de alguna manera el sufrimiento del pueblo armenio y cuando vemos el cuadro en el que sale tomando la mano de su madre, es evidente el dolor cuando se sabe que fue la última vez que le tomó sus manos. Y esa pintura es como mantener vivo un contacto que fue truncado.

SEMANA: La película tiene un carácter documental y muchos de los diálogos parecen forzados para que la gente entienda qué pasa.

D.A.: Sí, es cierto. La razón por la que en los diálogos y tanta información es porque es la primera vez que se habla de este hecho en una película. Lo que pasa es que ahora si no lo ves en CNN no importa, o si no lo ves en un gran titular parece que la gente no le da importancia. Esta historia es mostrada por primera vez. Las muertes, las violaciones están plenamente documentadas.