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Del 16 al 20 de febrero la Filarmónica de Bogotá presentará en el Teatro Mayor la ópera Salomé, una obra irreverente que narra la leyenda mítica de la hija de Herodías y Herodes. El colombiano Valeriano Lanchas es una de la voces centrales del famoso espectáculo de Richard Strauss.

MÚSICA

Estreno sin censura

El Teatro Mayor presenta esta semana la controvertida ‘Salomé’ de Richard Strauss.

Emilio Sanmiguel
13 de febrero de 2016

El estreno el próximo martes de Salomé de Richard Strauss (1864-1949) será una prueba de fuego a la afición de Bogotá, acostumbrada más a títulos ultrapopulares, como La bohemia de Puccini o El barbero de Sevilla de Rossini, que a piezas provocadoras, como esta versión libre de la leyenda bíblica de la hija de Herodías e hijastra de Herodes, que para complacer a su madre pidió como presea de su danza la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja de plata.

Heinrich Heine en 1842 fue más allá del relato bíblico, secundado luego por Stéphane Mallarmé y Gustave Flaubert en Francia. Jules Massent el primero en escribir una ópera, Hérodia de 1881, basado en Mallarmé.

Oscar Wilde (1854-1900), provocador por costumbre, escribió su Salomé en 1891 y advirtió: «Si la censura la prohíbe, me voy de Inglaterra y me instalo en Francia»; así ocurrió y Wilde la publicó, en francés, dos años más tarde, en París, donde también la censuraron y se quedó con las ganas de verla en escena con Sarah Bernhardt en el rol de la atormentada princesa de Judea.

Berlín fue menos mojigata. Allá ocurrió el estreno. Richard Strauss, que en ese momento se desempeñaba como director musical de la corte de Prusia de Guillermo II, asistió a esas representaciones. Impactado por la intensidad del drama, mandó al diablo su proyecto de una ópera basada en Cervantes y emprendió la composición de su Salomé, con la íntima convicción de que esta representaría un vuelco en su manera de entender la ópera, con la certeza de que era la oportunidad de liberarse de una vez y para siempre de los atavismos que lo ligaban con Wagner y sin reparar en que representaría un giro sustancial en la historia del melodrama.

Cuando estaba a punto de ser estrenada, quedó claro que era demasiado macabra, las cargas de erotismo iban más allá de lo que ningún otro compositor en el pasado se había atrevido y que el asunto podría herir la sensibilidad del público berlinés. Por eso, decidió hacer la primera representación en la corte de Dresde el 9 de diciembre de 1905.

Cuando cayó el telón fue aclamado y llamado a escena más de 30 veces. Pero no ocurrió lo mismo en otros teatros, donde la censura fue la tónica.

Porque 111 años después del estreno, Salomé es la oportunidad más esperada por los directores de escena para liberar por completo su imaginación, porque el tema se presta para ello y porque las grandes divas en posesión del registro de soprano dramático que exige la partitura sucumben ante la tentación de darle vida a uno de los personajes más intensos de la ópera, por la oportunidad de enfrentar una partitura, dificilísima, pero suntuosa donde las haya y un personaje sin parangón.

La noches del martes 16, jueves 18 y sábado 20, en el foso del Teatro Mayor estará la Filarmónica de Bogotá que tiene una bien cimentada experiencia en la interpretación de los poemas sinfónicos de Strauss; dirigirá el catalán Josep Caballé Domenech.

La soprano Gun Brit Barkmim será Salomé y el barítono Ian Paterson, Jochanaan (Juan el Bautista). El tenor Kim Begley y la mezzosoprano Michaela Martens le darán vida a la pareja de Herodes y Herodías. Y entre las voces colombianas, desde luego el bajo Valeriano Lanchas en el rol de uno de los nazarenos y Ana Mora como el paje de Herodías.

Las expectativas se centran en lo que proponga el director de escena, Joan Anton Rechi, y desde ya se intuye algo de provocación. El teatro ya tiene un criterio muy definido en sus producciones de ópera, tal y como lo ha demostrado con Carmen y Rigoletto en el pasado: nada de puestas en escena anodinas o complacientes.

Salomé no solo se presta para ello, sino que lo demanda.