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'Mujer con daga' (izquierda) abre la muestra. En él una mujer apuñala a otra, su rival. Al parecer son Olga y María Teresa, la esposa y la amante de Picasso en esa época. 'El sueño' (derecha) es quizás el cuadro más erótico de la exposición por la forma fálica que tiene media cara de María Teresa.

EXPOSICIÓN

La exposición que muestra el año glorioso de Picasso

Aunque toda la obra del artista español es inolvidable, los críticos estiman que en 1932 llegó a su cúspide. Esa época coincidió con el tórrido romance con su amante María Teresa. El Tate de Londres presenta una muestra sobre el tema.

7 de julio de 2018

Picasso acababa de cumplir 50 años, era el artista vivo más famoso del mundo, estaba casado y llevaba cinco años de amores con una mujer 28 años menor que él. En ese entonces pintó la obra que abre la exposición del museo Tate, de Londres. Sobre el lienzo su esposa, Olga, la bailarina rusa, aparece como el monstruo con leves rasgos femeninos que entierra la daga. Y María Teresa, su amante, recibe la herida mortal.

Corría la Navidad de 1931 y con esa pintura el maestro hizo al parecer una catarsis, pues al año siguiente produciría un centenar de obras. Todas ellas aparecen desde marzo de este año en el Tate Modern de Londres bajo el título Picasso 1932: amor, fama,tragedia. Y protagonizadas, en su mayoría, por María Teresa. 

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Había conocido a su nueva musa cinco años atrás (1927) en las Galerías Lafayette de París cuando casualmente se le acercó a decirle que tenía un rostro interesante y que le gustaría retratarla. Se presentó como Picasso, a secas, esperando que lo reconociera rápidamente. Sin embargo, ella no tenía idea de su fama, ni siquiera sabía quién era, pero la conversación fluyó y en pocas semanas se convirtieron en amantes. Ella tenía 17 años y él, 45.

Pero solo en 1932 –luego de haber lidiado con Olga y su crisis matrimonial mediante Mujer con daga– comenzó la seguidilla de pinturas, dibujos y esculturas de María Teresa. En solo 12 días, los primeros de marzo, la retrató seis veces. Las mismas que componen el núcleo de la exposición del Tate Modern.

Cuando Picasso y María Teresa se conocieron en París, ella tenía 17 años y él, 45. 

¿Entonces María Teresa asumió un papel crucial en el llamado annus mirabilis de Picasso? Quizás no del todo. La explicación emocional suena lógica, pues la libido jugó un papel crucial en las obras de Picasso, y María Teresa, por su edad, produjo en él algo que no lograron sus otros amores. Pero para esa época el artista español preparaba para el mes de junio su primera retrospectiva en la Galería Georges Petit de París, que abarcaría obras realizadas hasta el 11 de abril. No solo le daría la oportunidad de ganar aún más fama, sino dar un paso adicional en su carrera por la corona al mejor pintor del mundo, en competencia con Henri Matisse.

De ahí que la exposición en el Tate Modern de Londres tenga tanto valor, pues no solo tiene obras de 1932, sino parte de las que Picasso incluyó en su retrospectiva. Hay más de 100 pinturas, esculturas y dibujos mezclados con fotografías familiares y detalles de su vida personal. La exposición, además, en vez de tener como eje temático los estilos que el artista exploró durante ese año –como comúnmente ocurre– ofrece un recorrido mes a mes por el productivo año del artista español.

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Así, permite identificar la relación entre los eventos ocurridos en la vida de Picasso con lo que expresan sus obras y encontrar meses determinantes. En uno de ellos, por ejemplo, septiembre, María Teresa cayó de un kayak en el río Marne y casi se ahoga. La hospitalizaron, pues contrajo una infección que le tumbó el pelo, y este accidente tuvo sobre el artista un fuerte impacto. Tanto, que cualquiera que siga la galería en orden cronológico notará la significativa aparición de tonos cada vez más azulados en las obras de ese mes en adelante y la seguidilla de pinturas en las que un hombre saca desesperadamente del agua a una mujer. El rescate ofrece probablemente la evidencia más clara de esto: un hombre saca del agua a una mujer moribunda, cuyo cuerpo, a diferencia del de su salvador, es completamente azul.

La figura de María Teresa aparece constantemente como superficie de los impulsos artísticos de Picasso. Una figura curiosamente volátil: que duerme, se elonga, se sumerge, se derrite y que en ocasiones hasta parece un animal. Como en Desnudo reclinado, en la que a primera vista sus pechos parecen ser los ojos de un pulpo de tentáculos compuestos por las piernas y brazos de la joven parisina.

Esta -la de un pulpo- es una de las tantas formas que María Teresa adquirió en los lienzos. En 2010, ‘Desnudo, hojas verdes y busto‘ (derecha) se convirtió en la obra más cara de la historia vendida en una subasta: 106,4 millones de dólares.

Su presencia a lo largo de la obra de ese año hace difícil creer que para esa época Olga no supiera de la infidelidad. Si bien los títulos de las pinturas generalmente solo hacen referencia a una mujer en cierta posición o contexto, sus rasgos y paleta de color son los mismos. La del lienzo era una mujer en especial, no muchas.

Esas pinturas se exhibieron por primera vez en la retrospectiva de junio de 1932, a la que asistieron nada menos que 2.000 parisinos, una multitud a la que no estaban acostumbrados los fotógrafos de la época. Y si bien Olga finalmente se enteró de la existencia de María Teresa, solo dejó a Picasso cuando su amante quedó embarazada en 1935.

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La vida y el arte son indivisibles y esta exposición lo prueba. Sobre todo para Picasso, que tiempo después le dijo esto a la también artista Françoise Gilot, su último amor conocido: “Pinto de la misma manera que algunas personas escriben una autobiografía. Las pinturas, terminadas o no, son las páginas de mi diario y como tales son válidas. El futuro elegirá las páginas que prefiera”. Esta vez el Tate Modern eligió 1932.