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Exterminio

Aunque las primeras escenas presagian una obra maestra del terror, la nueva película de Danny Boyle es un simple ejercicio de estilo.

Ricardo Silva Romero
11 de diciembre de 1980

28 days later
Director:
Danny Boyle
Protagonistas: Cillian Murphy, Naomie Harris, Noah Huntley, Brendan Gleeson, Megan Burns, Christopher Eccleston

Si las primeras imagenes no fueran tan fuertes, si el comienzo de Exterminio -un hombre camina por las calles vacías de Londres: parece como si todos se hubieran ido del mundo- no prometiera una obra maestra del terror, la resolución aparatosa y las muy tontas situaciones que dominan la segunda hora de la película no nos molestarían como nos molestan. Lo tomaríamos con calma. Sería un videojuego más, con sus mutantes con serios problemas estomacales y sus hombres programados para atacar a los demás, en los cinemas de los centros comerciales. Una prueba de que su director, el inglés Danny Boyle, célebre en los cine clubes por Trainspotting y Tumbas a ras de tierra, aún corre los riesgos que corría al principio de su carrera. Pero no, no queda nada por hacer: esta historia empieza tantas veces, y de tantas maneras, que termina por convertirse en una pesadilla por las razones equivocadas. No es el drama lo que nos afecta, no. Lo que nos aterra es que se resista a terminarse.

La violencia del prólogo, en el que un grupo de científicos y una manada de protectores de animales se disputan el control de peligrosos chimpancés enjaulados, pronto es sustituida por el misterio de aquellas escenas en la solitaria madrugada de Londres. Un mensajero llamado Jim se despierta, en la única camilla de un hospital desierto, cuando un virus letal ha arrasado con la mayor parte de la humanidad y una raza de seres infectados sube todas las escaleras del mundo en la búsqueda de cualquier ser inocente que pueda devorar por el camino. Jim, el mensajero, recorre las avenidas de la ciudad, abandonadas por todos de repente, hasta enterarse de primera mano de lo que está sucediendo. Y entonces emprende, junto con tres sobrevivientes más, un viaje hacia el único lugar en donde podrían estar a salvo. Las preguntas de las secuencias iniciales van encontrando respuestas: no son, lamentablemente, respuestas que valgan la pena.

Se puede pensar que Boyle, un gran realizador al fin y al cabo, se ha tomado este relato como un estudio sobre los instintos primarios del hombre. O que ha querido parodiar varios géneros al tiempo -la ciencia ficción, las historias de carretera, el horror- como lo hizo en sus dos últimas superproducciones, Vida sin reglas y La playa, mucho menos malas de lo que parecían en un primer momento, pero fallidas y confusas en el mejor de los casos. Con Exterminio ocurre algo similar: los actores consiguen crear personajes en medio del juego, las escenas ridículas se salvan por sus atmósferas sombrías y los homenajes al cine de terror la ponen por encima de las historias del mismo género, pero la historia gira sobre sí misma, como si sus narradores no creyeran en ella del todo, hasta transformarse en un ejercicio de estilo que le resulta útil a quien lo lleva a cabo y desconcertante y aburrido a quien debe presenciarlo.