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FALDAS Y SOTANAS

Con rumores, habladurías e investigación rigurosa, Arturo Abella describe la época de Núñez y de la Regeneración

11 de agosto de 1986

En el vehemente y refrescante epílogo de este breve volumen "Faldas pero también sotanas en la Regeneración", Arturo Abella afirma que los grandes personajes de nuestra historia, hasta hace un tiempo, "tenían dueño". Y esta observación la confirma así: "Dueño de Santander fue el académico Laureano Carcía Ortiz; dueño de Rafael Núñez, Julio H. Palacio". Lo cual significa que para entrar en el territorio de Santander, por ejemplo, había que pedir permiso a su "dueño", con el bien entendido que el recién llegado dejaría cada cosa en su lugar. Así, el historiador, o bien aceptaba convertirse en el forzoso siervo de tal o cual señor, o bien rompía abiertamente con ese sentido de la propiedad privada intelectual, echando en el olvido la figura impuesta por el historiador oficial y con ello el modo de su influencia sobre el presente.
Recuerda Arturo Abella que Indalecio Liévano Aguirre fue quien rescató la figura de Rafael NúrRez del oscuro lugar en donde los radicales, primero, y luego Carlos Lozano y Lozano habían confinado la memoria histórica del Regenerador. Ahora, el propio Arturo Abella, en el campo conservador, intentó nuevas aportaciones: él muestra cómo Rafael Núñez quiso ir más allá de la promulgación de la Constitución de 1886 "a través de un nacionalismo fuertey antidemocrático". Su tesis ha sido muy mal recibida por parte de los conservadores, pues con ella "la jerarquía goda se frunció". Quizás no convenía esta figura a los directorios del presente. Querían, afirma el historiador "un Núñez godo, a la manera de los notables manzanillos de la época".
Pero ya estamos en terreno político.
Y no es extraño. Los políticos han orientado en el pais las grandes corrientes de opinión acerca de los hombres más representativos en nuestra historia. Laureano Gómez, por ejemplo, combatió una y otra vez a Santander en sus ideas y en sus procedimientos. Carlos Lozano y Lozano "se enfrentó a la memoria, a la obra y a la personalidad de Núñez" (Pág. 83). Y así los historiadores, tributarios de una u otra corriente, han escrito sus biografías, y más que sus biografías, la historia entera de Colombia. Para Arturo Abella, los profesores de historia, por lo general, son "insípidos" como los que le tocó soportar en la Facultad de Periodismo de la Universidad Javeriana, por allá en los años 40. Es natural que a Arturo Abella le parecieran insípidos, pues como se sabe, para él la historia relatada debe tener un sabor especial.
Algo de intimidad, de revelación súbita, acaso algo de arte sicológico y mucho de los atributos espirituales de sus protagonistas; en fin, algo que nos confirme que los momentos cruciales de la vida no están a la vista de todo el mundo, como en el teatro, sino en las encrucijadas de la vida privada, donde los hombres notables, rodeados de los suyos, son como son.
El sentido con que Arturo Abella ha escrito este breve volumen, "Faldas pero también sotanas en la Regeneración", es este: los hechos políticos e históricos tienden a diluirse en grandes pasajes de observación general en el relato plural de las manifestaciones y de la vida colectiva. Por el contrario, la historia se vuelve concreta y reveladora en la vida individual.
Si el interés de la historia en el libro de Arturo Abella es fundamentalmente político, lo es sólo a condición de que en las actuaciones políticas se revele el aspecto humano de sus protagonistas: Rafael Núñez y sus tres es||posas, Pepita Vives de León, Dolores Gallegos Martinez y la bella y legendaria Soledad Román; don Carlos Holguín, don José Eusebio Caro, el arzobispo Vicente Arbeláez, Felipe Angulo, el arzobispo José Telésforo Paúl, figuras dominantes en la vida politica y social de toda una época: la de la Regeneración que emprendió Rafael Núñez y que fue hierro candente para los radicales liberales vencidos en la guerra civil de 1885. De esta época surge la Constitución del 86, que en buena parte aún nos gobierna... Precisamente, al cumplirse el centenario de la Carta del 86, Arturo Abella publica este pequeño volumen, "Faldas pero también sotanas en la Regeneración", como un homenaje a la promulgación de hace cien años. Aquí, Arturo Abella nos entrega una semblanza inmediata, sencilla, sin trucos ni titubeos, a veces demasiado simplificada y nada escéptica de Rafael Núñez, en su activa vida política. En realidad, esta edición, presentada por Tercer Mundo, es sólo un capítulo de una obra histórica de mayores alcances que el autor prepara actualmente y que dará a la imprenta bajo el mismo título. "Faldas pero también sotanas en la Regeneración" es, en verdad, un mosaico de momentos cruciales con los que el historiador se libera de los "dueños" de la historia, pero también de los incómodos academicismos y de los compromisos teóricos con una ciencia-la histórica-que parece no interesarse demasiado.
No se trata, pues, de una monografía erudita que pretende abarcar los episodios decisivos de una etapa histórica, sino más bien, de dar cuenta de la lucha de Núñez para cumplir el cometido que se había propuesto, y en él se trata de comprender la dimensión de la vida individual. Y para ello Arturo Abella ha lanzado miradas furtivas aqui y allá, ha recogido versiones, hojeando las páginas de esos días, escuchando rumores y habladurías, y se ha detenido en la observación de un caracter para dibujar con trazos rápidos lo esencial de su silueta. En fin, con el criterio de la veracidad, al que jamás parece faltar Arturo Abella en su empeño v con su estilo, ha logrado que la historia que relata se nos parezca a la vida verdadera, y no a un pesado tratado histórico de improbable lectura. --
Enrique Pulecio ---