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FANNY: DE NUEVA YORK A BOGOTA

7 de junio de 1982

Durante los últimos once años Fanny Sanín ha estado radicada en Nueva York, la ciudad que a partir de la Segunda Guerra Mundial ha sido centro e inspiración de la vanguardia en las artes visuales. Allí, la pintora colombiana ha conseguido lo que puede describirse como el más preciado sueño de infinidad de artistas plásticos alrededor del mundo: reconocimiento crítico y una entusiasta acogida en el ámbito exigente y competido de sus museos y galerías.
Este logro, desde luego, no es gratuito. La obra de Fanny Sanín es simultáneamente profunda y atractiva, y así lo hace patente la exposición de sus pinturas que tiene lugar actualmente en la galería Garcés Velásquez.
Fanny Sanín inició su trabajo en los años sesenta dentro de los parámetros del Expresionismo Abstracto, pero paulatinamente fue orientándose hacia formas más exactas. Sus tempranas grandes áreas de color se convirtieron en bandas verticales que luego se entretejieron con bandas horizontales para conformar los cuadrados y rectángulos que actualmente definen su lenguaje. Sus colores son de una especial tonalidad, callados, matizados, y es por ellos, por los que sus cuadros imponen y proyectan ese aire de calma y de sosiego que complementan tan certeramente el orden y la lógica de su geometría.
El suyo es un arte de balance y armonía en el cual, además de los colores dialogar plácidamente, la simetría de la estructura sugiere varios planos sin que la superficie pierda contundencia. Un arte sensitivo pero al mismo tiempo inteligente. Una pintura refinada de una artista que conoce plenamente la historia y el momento actual del arte y quien no tiene miedo, por lo tanto, de internarse y concentrarse en un trabajo en el que no pueden desempeñar ningún papel ni lo espontáneo ni lo fácil.
En consecuencia, no existen en su obra las violentas oscilaciones que demandan una retórica de rompimientos y primicias. Por el contrario, su trabajo es de una gran discreción meditativa; disciplinado, cuidadoso y sin alardes ni estridencias. Tampoco es una obra que revele posiciones radicales, sino un trabajo que conscientemente es heredero de un rico legado del arte de este siglo. Son pocos, sin embargo, los artistas que hoy en día pueden expresarse en el idioma tradicional de la pintura con tan serena y poética elocuencia.
No es extraño, en conclusión, que entre el elevado número de artistas de América Latina que residen en Nueva York, Fanny Sanín haya logrado figurar y destacarse. Después de todo, su obra es un re-examen, en términos definitivamente personales, de la abstracción geométrica que en Estados Unidos ha contado con exponentes de la talla de Frank Stella y Joseph Albers. El grato y sereno resultado de sus cuadros es prueba contundente de la profundidad y coherencia que pueden alcanzarse a través, sencillamente, de la consciente exploración de una sensibilidad particular y propia.
En estos tiempos en los cuales la pintura parece tan indecisa y tan perdida ante el auge de medios y de técnicas que cuestionan sin tregua sus dominios, resulta de veras refrescante poder apreciar obras que, como éstas que expone Fanny Sanin en Bogotá, permiten comprobar que aún pueden esperarse creatividad y validez de trabajos realizados a base de colores y pinceles.