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La ópera era la telenovela del siglo XIX. De ahí su popularidad. Este año La Temporada de Ópera inaugura con ‘Romeo y Julieta’

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Fiebre lírica

La temporada de ópera de Bogotá y las transmisiones de la Ópera Metropolitana de Nueva York coinciden por estos días con los conciertos de dos superestrellas: Plácido Domingo y Sara Brightman. ¿Sí hay público para este género en Colombia?

5 de septiembre de 2009

Este 10 de septiembre se inicia la tradicional temporada de Ópera de Bogotá. En un mes comienzan las primeras transmisiones en directo de la Ópera Metropolitana de Nueva York en las salas de Cine Colombia de Bogotá, Cali y Medellín. Y además desde este fin de semana se realizan en el país dos conciertos de dos superestrellas de la ópera contemporánea. Plácido Domingo cantará este 6 de septiembre en el Camellón de los Mártires de Cartagena en un concierto al aire libre y su presentación ya es considerada el "acontecimiento cultural del segundo semestre en la ciudad". Sara Brightman -la soprano más vendida a principios del siglo XXI, y la más conocida intérprete del classical crossover o la Ópera Pop- estará en Bogotá el próximo 28 de octubre. Son muchos hechos que hacen pensar que en Colombia hay un público que si bien no es aún masivo y popular como en Europa, sí es ferviente seguidor de uno de los más completos espectáculos musicales.

¿Ópera para pocos?
Cuando Gloria Zea asumió la dirección de Colcultura, hace más de 30 años, el Teatro Colón (en donde se realizaron las primeras temporadas de ópera) difícilmente se llenaba. Y sin embargo, la temporada de ópera de Colombia cumple este año su trigésimo tercer aniversario. Y aunque el Teatro de Bellas Artes de Cafam, donde se realizan hoy día las funciones, tiene la misma capacidad que el Colón, es decir 1.000 puestos, las entradas para las 12 funciones de la temporada se agotaron el año pasado. "La gente le perdió el miedo a la ópera -dice Zea, hoy directora de la Ópera de Colombia-. Si antes creían que era un espectáculo aburrido, ahora han entendido que es bello. Aquí y en cualquier lugar del mundo, la ópera es el espectáculo más completo: incluye drama, música, vestuario, escenografía".

La temporada de ópera se inaugura este año con el Romeo y Julieta de Charles Gounod. Dirigida por Sebastiao Salvato, el director de la aplaudida Madame Butterfly que se presentó en la temporada pasada, el montaje produce expectativa. El tenor colombiano César Gutiérrez, ganador de la Medalla de Oro en el concurso internacional de Canto María Callas en Atenas, debutará en el país en el papel de Romeo junto a la soprano brasileña Carmen Monarcha, apadrinada por el famoso violinista y director holandés André Rieu. En noviembre, la misma Orquesta Sinfónica de Colombia, que ha intentado abrir su público, saldrá de gira nacional con Las Bodas de Fígaro. El segundo título de la temporada se verá también en Manizales, Pereira, Ibagué, Neiva y Girardot.

Sin embargo, una de las principales críticas a esta Temporada de Ópera de la Orquesta Sinfónica, es que sigue siendo un espectáculo para la élite. "La gente nunca le ha tenido miedo a la ópera. A principios del siglo pasado, los emboladores de Bogotá se sabían la letra de 'La Donna e Mobile'", dice Fernando Toledo, del comité de ópera de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. "La gente le tiene miedo es a los precios de la ópera", insiste refiriéndose al valor de las entradas que oscila entre 80.000 y 113.000 pesos. Además parece que 12 presentaciones por año no son suficientes para crear una cultura de ópera y formar público en el país.

Un público que, no obstante, existe por fuera de las presentaciones de la temporada, como quedó demostrado con la puesta en escena de Orfeo y Eurídice dirigida por el director de Mapa Teatro, Rolf Abderlharden, a finales de mayo pasado. El Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional no sólo llenó el aforo, sino que muchos se quedaron con las ganas de verla.

Nuevas tecnologías
La creciente popularidad de la ópera no es un fenómeno nuevo ni exclusivo de Colombia. "La ópera ha tenido un reflorecimiento en los últimos 50 años, después de María Callas, en el mundo entero -cuenta Toledo-. A eso se le suma que la ópera cada vez tiene mayor presencia mediática. Es una tendencia mundial, sólo que a nosotros nos llegó esa tendencia tarde". Prueba de ello son las transmisiones en directo que desde 2006 hace la Metropolitan Opera de Nueva York. La propuesta ha sido tan popular, que sus funciones se vieron en 600 teatros de Norteamérica, Europa y Asia, en 2006, cuando se empezaron a transmitir, y la temporada 2009-2010 se verá en 35 países del mundo, incluidos México, Argentina, Brasil, Costa Rica y Colombia. Las 6.600 entradas para el Auditorio Nacional de México, por ejemplo, ya están vendidas.

Aunque la experiencia es distinta, las transmisiones nada tienen que envidiarles a las funciones tradicionales de ópera. Trece cámaras robóticas graban las funciones que son transmitidas en vivo y en directo vía satélite. Además de las populares Aída de Giacomo Puccini y Hamlet de Ambroise Thomas, esta temporada incluye una producción nunca antes vista de la Carmen de Bizet. En esta hay detalles asombrosos: se ve, por ejemplo, cómo James Levine, quien dirige la Ópera desde 1976, atraviesa el escenario después del llamado del director de transmisión, hace su primer acorde -algo que ni siquiera se ve en vivo, pues el director está en el foso-, e inmediatamente resuenan los aplausos de las 1.600 personas presentes en el Lincoln Center. Además, como en la ópera no se amplifica ni la voz ni la música, el sonido en las salas de cine colombianas es lo más real posible gracias a una tecnología instalada por un técnico de la Metropolitan a mediados del año pasado, según las exigencias de calidad de las transmisiones.

Estas transmisiones "le quitan el velo a la ópera -dice Pía Barragán, responsable de la iniciativa en Cine Colombia, quien trabajó durante años con la Orquesta Filarmónica de Bogotá-. Yo creo que esto es parte de la equidad de la cultura que todos queremos. Yo estoy segura de que nadie que vaya a ver ópera queda indiferente, todo el mundo sale conmovido, pues las historias no son difíciles de comprender: hablan de nuestra vida cotidiana, de nuestros sueños. El formato de las óperas del Met, además, desmitifica la idea de que el conocimiento es para pocos". Desmitificación que hace falta en Colombia, porque aunque el Centro Andino de Bogotá vendió el primer día el 60 por ciento de los abonos y Unicentro el 40 por ciento hasta la semana pasada, en el centro comercial Gran Estación sólo se han vendido siete, en el centro comercial Oviedo de Medellín 19 y en el Chipi Chape de Cali 39, de los 340 disponibles.

"La Ópera del Met tiene el mayor nivel operístico del mundo y eso le permite al público acercarse a los grandes directores musicales y escénicos, además de ver títulos que aquí no se han puesto en escena y que nunca se pondrán", dice Toledo. Las trasmisiones en vivo son, a su parecer, el gran futuro de la ópera. Covent Garden, la Ópera de Londres, y La Escala de Milán, las dos más tradicionales de Europa, han pensado seguir el ejemplo del Met. Por eso, aunque todavía falta crear una verdadera cultura operística en el país, que teatros, espacios al aire libre, cines y escenarios distintos a los tradicionales coincidan en tener una oferta con precios diversos y espectáculos en vivo o en otros formatos, es un buen signo de que, quizá, en un futuro no muy lejano a cualquiera se le ocurra entrar a un cine a ver, por ejemplo, Rigoletto, para pasar el rato.