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Marco (Marco Macor) y Ciro (Ciro Petrone) disparan al aire las armas que se han robado como si semejante crimen fuera un juego

CINE

Gomorra

Llega a Colombia una valiente película italiana que se niega a ver la vida de la mafia como algo fascinante. ***

Ricardo Silva Romero
4 de abril de 2009

Título original: Gomorra.
Año de estreno: 2008.
Dirección: Matteo Garrone.
Actores: Toni Servillo, Gianfelice Imparato, Maria Nazionale, Salvatore Cantalupo, Gigio Morra, Salvatore Abruzzese, Marco Macor, Ciro Petrone.

Es fácil sentirse perdido en el largo comienzo de Gomorra. Durante mucho tiempo, quizá demasiado, es todo un reto saber quién es quién, qué diablos está pasando en la pantalla, en qué lugar de Italia se está llevando a cabo la tragedia. Lo mejor que puede hacerse es respirar hondo, y tener esa paciencia de santo que no nos piden las películas comerciales, porque las cosas se componen hacia la mitad de la proyección: entonces la mente empieza a tener muy claro que se nos están contando cinco devastadoras historias relacionadas con la mafia; el cuerpo se acostumbra al tono de documental (cámaras temblorosas, actuaciones naturalistas, diálogos callejeros) con el que se narran los terribles hechos que se narran; y el espíritu sospecha que este valiente largometraje, que cojea pero llega, es toda una declaración de principios.

¿Quién es quién en Gomorra? ¿Quién es quién, mejor, en ese suburbio laberíntico semejante a los de Ciudad de Dios, Rodrigo D no futuro o Amores perros? ¿Qué diablos está pasando en la pantalla? Primero están esos dos hamponcitos, con ínfulas de capos, que se roban un cargamento de armas. Después viene aquel ‘recaudador de impuestos’ que trata de sobrevivir a pesar de todo. Sigue el sastre que le enseña a un grupo de inmigrantes chinos, a escondidas de sus clientes peligrosos, los secretos de la alta costura. Atrás, en el fondo de todo, dos pandillas escalofriantes se disputan el control del territorio. Y para que no nos queden esperanzas, para que no nos vayamos en paz del teatro, camina por ahí un niño que poco a poco se ve obligado a servirle a alguna de las bandas de esos barrios en ruinas.

¿En qué lugar de Italia se está llevando a cabo la tragedia? En un par de barrios, Scampia y Caserta, gobernados por una retorcida organización criminal conocida como la Camorra napolitana. Que existe. Y que ha jurado matar a Roberto Saviano, el autor del best seller en el que se encuentra inspirada esta película agobiante, por haber descrito (sin adornos, sin fascinaciones) la forma despiadada como ha ido poniendo al mundo de rodillas.

Los glamorosos mafiosos de la trilogía de El padrino, por obra y gracia del cineasta Francis Ford Coppola, tienen la estatura de los héroes trágicos de Shakespeare. Los gangsters perversos de Buenos muchachos se redimen por culpa de la maestría con la que el director Martin Scorsese narra sus historias. A los matones borrosos de Gomorra, en cambio, no podrá salvarlos nada. La cámara al hombro, el montaje abrupto y la banda sonora muda, ideados por el realizador Matteo Garrone, los hace ver como una manada de subhumanos que ni siquiera merecen llamarse ‘personajes’. Quieren sangre. Quieren dinero. Y nada más que eso. Pues Garrone, como diciendo “no más criminales míticos”, se niega a darles una sola trama, una sola toma, una sola muletilla que los rescate de la mediocridad.