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La Selección, símbolo de identidad nacional? Contestan 27 colombianos.

MARIA MERCEDES CARRANZA
6 de julio de 1998

Juego limpio
Varios
editores: Carlos Adolfo
González y Marisol Cano
Corporación Cultural Nuevo
Milenio
Bogotá, 1998
$ 30.000
Dicen que Albert Camus dijo que "la patria es la selección nacional de fútbol", Tal aserto gustó a los editores de Juego limpio y fue así como reunieron a 27 personalidades colombianas para que dieran su opinión. El asunto es de mucha actualidad, dada la cercanía del campeonato mundial y dada la circunstancia de que Colombia carece, hoy más que nunca, de referentes colectivos que jueguen un papel integrador, a la par que vive una honda descomposición moral, también sin antecedentes.
¿Algo como la selección de fútbol representa entre nosotros ese vínculo social integrador y proporciona la imagen esencial de lo colombiano? Como la hipótesis es interesante y como desconozco de cabo a rabo el fútbol, sus reglas, su mundo y los sentimientos pasionales que despierta en todo el planeta, abordé la lectura de Juego limpio con la expectativa de encontrar varias respuestas.
Y nada. O mejor dicho, casi nada. Entre los planteamientos más interesantes están aquellos que demuestran por qué la selección no puede ser símbolo de unidad nacional y están hechos por dos mujeres: la dirigente sindical Patricia Buriticá y la sicóloga Florence Thomas, quienes con un sano feminismo aducen que el fútbol "es un juego de niños", que excluye a las niñas.
Aunque tampoco dan respuesta al tema propuesto, son interesantes los planteamientos de los aguafiestas, como Gustavo Alvarez Gardeazábal, quien muestra con ejemplos muy reales la utilización de gobiernos y políticos del espectáculo futbolístico como cortina de humo para tapar. Le faltó a Alvarez _y ninguno otro lo hace_ hablar de la manipulación oportunista de empresarios, publicistas y medios de comunicación.
El bailarín Alvaro Restrepo es otro de los aguafiestas, con uno de los mejores artículos del libro, en el cual cuenta el trauma que le produjeron los partidos de su infancia y compara este deporte con una ordalía. Oscar Collazos escribe el texto más literario, también sobre su infancia, pero como hincha. Juan Manuel Roca, el poeta, señala la similitud de los lenguajes que se utilizan en el fútbol y en la guerra: área de candela, disparo, el enemigo, el ataque, tiro libre.
El jugador Alexis García aporta una reflexión interesante cuando sale en defensa del fútbol y afirma que se tergiversa su sentido y se castra su razón de ser al atribuirle poderes que no tiene, como el de cambiar una realidad social. Es un texto crítico y contundente.
Varios colaboradores se pegan al título del libro y escriben mensajes pedagógicos, positivos, aleccionadores, muy formales y a veces retóricos sobre la importancia de jugarle limpio al país, a la paz y a la sociedad. Son ellos el general Bonett, Ana Teresa Bernal, el magistrado Carlos Gaviria, Hernán Peláez Restrepo, Ramiro Osorio, Ricardo Pinzón y Juan Manuel Santos. Otros hablan de fútbol y de su historia, como Sabas Pretelt, Alvaro Perea y Maturana.
Tal vez quien más se aproxima al tema propuesto por los editores es el historiador Daniel García-Peña, quien se atreve a decir que la selección es como Colombia y que en ella, como en el país, campean la intolerancia, el egoísmo, el odio, la violencia, el narcotráfico, la corrupción, el arribismo, la vida fácil, el enriquecimiento ilícito, las roscas, la mezquindad. García-Peña pone el dedo en la llaga al intentar una reflexión histórica desde la cancha misma, para concluir que de tal país, tal fútbol. Pero le faltó desarrollar su tesis.
Creo que resulta entretenido para los hinchas leer el conjunto de reflexiones de Juego limpio, pues algunos colaboradores hacen buenos planteamientos, así todos eludan con habilidad el asunto propuesto y dejen mucho entre el tintero: al fin y al cabo es otra manifestación del modo de ser nacional. ¡Ah! lo que no faltó fue la consabida y frenética parrafada de Rafael Gutiérrez Girardot.