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MÚSICA

La última noche de Cerati en Bogotá

Después de estar más de cuatro años en coma, el líder de Soda Stereo emprendió su viaje definitivo a la eternidad.

Edwin Tamayo Rueda
6 de septiembre de 2014

El 13 de mayo del 2010, las esperanzas de que Gustavo llegara al bar ubicado en el barrio Quinta Camacho de Bogotá para pasar el resto de la noche después de su concierto en Bogotá eran ya muy escasas. Pocos sabíamos de la eventual visita, pero entre rumores todos se fueron quedando para poder disfrutar el posible encuentro. Pasadas las 2:00 a. m., bruscos movimientos se presentaron en medio de la pequeña concurrencia; las sospechas se confirmaron, Cerati ya estaba en el lugar.

No hubo escándalos ni tumultos para recibir a una de las verdaderas estrellas del rock latinoamericano. Todos nos conteníamos para expresar nuestro aprecio y respeto, nadie quería molestarlo y que por eso decidiera marcharse. Él era uno más en aquel frío patio de la casa republicana de tejas de barro, repleta de viejos rosales, charlas, humos y disminuidos tragos.

Cerati estaba acompañado de varias personas, entre ellas la más visible no solo por su altura si no por su trayectoria, era su amigo Julio Correal. El séquito no era tan pronunciado, teniendo en cuenta la grandeza del personaje. Poco a poco, los nuevos habitantes del pedazo de césped tomaban lugar, la complicidad se aferraba entre los asistentes, teniendo en cuenta que por la hora ya deberíamos todos estar en camino a casa. Ese trasnochado y clandestino cielo bogotano estaba siendo testigo de las últimas horas de un genio, de un grande.

Gustavo disfrutaba de su compañía, de un trago y un cigarrillo, mientras a un par de metros quienes amamos su legado lo pretendíamos sin intimidar. Las ganas y la oportunidad no dieron tregua, había que acercarse a la leyenda. La excusa clásica para abordar a otro fue puesta en práctica: solicitar fuego para un tabaco contaminado, sabiendo que los bolsillos estaban llenos de gas y piedra. Cerati, sin reparos dio fuego a mi capricho, ese solo acto de por sí ya era sublime. Duró solo segundos, aspiré los males y me retire.

Minutos después, la táctica de la lumbre fue puesta de nuevo en marcha, esta vez y sin pausa, derroché buena parte de mi pasión por el ídolo. Hice una venia en la cual pude ver bien sus zapatos, acto seguido le pedí que por favor estrechara mi mano para sentir la genialidad del guitarrista más grande que ha dado latinoamericana después de Santana. Cerati, haciendo gala de una humildad que no le luce, me dijo: "pará, pará, no es para tanto".

El entusiasmo del fan no terminaba. El sueño de poderle decir tantas cosas se hacía realidad, pero de la misma manera abrumaba y lo arruinaba. Las ideas y la euforia lograron llegar a un acuerdo, el respiro tomo control y solo una cosa se decidió hacer: afirmarle a Cerati que tan importante fueron par mi sus letras. Frases como "el silencio no es tiempo perdido", "poder decir adiós no es soberbia es amor", entre tantas otras que este poeta contemporáneo marcó en mí y miles de sus fans.

La noche se acercaba a la madrugada y el lugar iba quedando cada vez más vacío. Gustavo Adrián ya no estaba en su lugar habitual y de inmediato emprendí su búsqueda para darle un vistazo final. El nuevo escenario de su estancia era la sala principal de la casa, allí él estaba completamente solo bailando con sus ojos cerrados y la mirada al techo, sus movimientos simulaban una 'Danza Rota', una liberación muy personal de sus sentidos al ritmo de la música electrónica que flotaba todavía en el bar.

Cerati era custodiado por solo un jefe de seguridad, pero la verdad nadie pretendía interrumpir su catarsis, solo yo me quedé mirándolo desde lo lejos por no sé cuántos minutos, me dejé llevar por sus movimientos mientras pensaba en cómo la grandeza del ídolo también puede verse frágil y vulnerable. Él solo se estaba dejando llevar, no sé en medio de qué efecto o el porqué de su retiro y soledad.

Me despedí de Gustavo en silencio, tal vez él nunca se dio cuenta de que yo lo mire con intensidad, regresé de nuevo a donde estaban mis amigos y me seguía cuestionando que podría estar pasando por la cabeza de esta mente tan brillante. La velada terminó y el lugar quedó atrás.  

Dos días después, la trágica noticia nos sorprendió a todos. Gustavo Cerati sufrió un accidente cerebrovascular después de su concierto en Venezuela, el cual se convertiría en el último de su vida. El sonar de sus letras y sus guitarras solo serán escuchadas en sus grabaciones y por quienes decidan interpretarlas en vivo. La leyenda se ha marchado en un viaje sin regreso de este mundo conocido. Él, desde donde esté, nos mirará y disfrutará a los miles que seguiremos cantando sus inspiraciones y simulando poder tocar sus inigualables guitarras.

Cerati alguna vez afirmó: "Se imaginan lo aburrido que puede ser el cielo allí donde no existen los vicios... Si es así, yo me iré a tocar la otra puerta". Tal vez por eso se demoró unos años en llegar al otro nivel, seguramente negoció algunos términos antes de decidir partir del todo. Siempre eterno ídolo, te seguiremos escuchando.