Home

Cultura

Artículo

M U S I C A    <NOBR></NOBR>

Heredero del barroco

El contratenor alemán Andreas Scholl, un fenómeno sin antecedentes desde el siglo XVIII.

Emilio San Miguel
2 de octubre de 2000

Contratenor: el cantante varón que gracias a una técnica especial eleva su voz al nivel de las voces femeninas”. Explicación y definición imprecisa e inexacta, que pretende explicar uno de los fenómenos musicales más complejos del canto, entre otras cosas porque se trata de una voz que por su timbre no es, ni pretende, ser femenina. Durante el renacimiento y el barroco los contratenores compartían la escena musical y operística con los castratti y con las sopranos y, de acuerdo con crónicas de la época, tenían su propio espacio interpretativo. Cuando el siglo XVIII llegó a su fin desaparecieron de la escena.

El resurgimiento de los contratenores se dio a mediados del siglo XX, cuando se inició el proceso de restauración de la música antigua y resultó imperioso revivir los tipos vocales de entonces. A los de la primera generación, la del británico Alfred Deller, se les consideró como una especie de fenómenos vivientes. A la siguiente, que tuvo figuras tan importantes como René Jacobs y James Bowman, se les vio con sumo respeto. Ahora, con el paso del siglo XX al XXI le toca el turno a la tercera que genera olas de entusiasmo. Y apareció, por fin, la primera gran estrella desde el barroco, el alemán Andreas Scholl.

Desde el inicio de su carrera un elegido, tanto es así que fue llamado para su primera grabación discográfica cuando todavía estudiaba en la Scholla Cantorum de Basilea. Convertido a los 34 años en una revelación, Scholl ha conseguido hacer de su técnica y condiciones excepcionales el mejor vehículo al servicio de la música barroca, por su técnica extraordinaria y una innata facilidad de conmover al público. El mejor testimonio de su arte está en su reciente grabación del sello Decca, consagrada a obras de carácter religioso, escritas por Antonio Vivaldi en Venecia entre 1713 y 1739. Una selección que ilustra bien el gusto veneciano por la teatralidad y de paso pone de presente la categoría y el magisterio extraordinario de los cantantes de una ciudad que hizo de la ópera un espectáculo popular y pan de todos los días, donde la voz de los contratenores fue particularmente apreciada y admirada.

Ahora, cuando el mundo está presenciando un insospechado interés por la música de Vivaldi, este disco, que tiene el impecable y autorizado acompañamiento de la Australian Brandemburg Orchestra bajo la dirección de Paul Gyer, revive obras que prácticamente no se escuchaban desde el siglo XVIII: Nissi Diminus, Salve Regina, Clarae stellae scintillante y Vespro Principi divino.

Como ocurre siempre con Vivaldi, la riqueza y colorido de la orquesta tiene el inconfundible sello de su estilo. En algunos casos la voz de Andreas Scholl está acompañada por instrumentos que convierten los trozos en verdaderos conciertos con dos solistas, como el obligato con viola d’amore del Gloria Patri en Nisi Dominus, o la atmósfera de sonido etéreo que exige Cum dederit somnun donde se utilizaron sordinas de época para lograr el efecto.

Por esto no resulta exagerado afirmar que se trata de una grabación en la que, como ocurría hace dos siglos, el edificio sonoro se sostiene por partes casi iguales en el extraordinario genio de Vivaldi y en el talento descomunal del cantante, que revive cabalmente, con brío y bravura, el arte de intérpretes legendarios como Senesino y Geltruda, dos de las voces que entonces fascinaron a los venecianos, y de cuyo arte Andreas Scholl es hoy su mejor heredero.