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HUMOR CHIN-VERGUENZA

La política vuelve a ser blanco favorito de los caricaturistas chinos.

15 de diciembre de 1986


Colas gigantescas, torrentes de saliva, nudos de brazos y piernas, laberintos, empleados públicos que vomitan, niños mal educados e insufribles y, apenas recientemente una o dos figuras políticas: este es el nuevo rostro del humor gráfico en la China actual, que está pasando por su momento más vívido y corrosivo de los últimos cuarenta años.

A medida que la China comunista abre sus puertas a Occidente, sus caricaturistas se están alejando de la masiva propaganda antinorteamericana y concentrándose más bien en problemas domésticos, injusticias y dificultades cotidianas. Su trabajo ofrece, en la actualidad, un vistazo privilegiado sobre las realidades diarias de la vida del pueblo chino.

Vida triste
Para muchos es una vida de frustraciones. La gran mayoría está dominada por una minoría privilegiada que posee excelentes conexiones políticas. "La vivienda digna es apenas un sueño", afirma un corresponsal del Herald Tribune en la China. "La comida y el agua son prácticamente un veneno, por sus altos grados de contaminación. Los bienes de consumo son ordinarios. Los restaurantes sucios. Los empleados de los almacenes y tiendas descorteses y rudos. Los buses viven repletos. Los empleados públicos son corruptos, perezosos y voraces. La iniciativa privada está amarrada por las regulaciones gubernamentales. El servicio de salud pública es un chiste".

La crítica pública al liderazgo político continúa siendo tabú en la China. El diario "Liberación" de Shangai hizo noticia cuando, en agosto 15, publicó sendas caricaturas del carismático líder chino Deng Xiaoping y del secretario del Partido Comunista, Hu Yao-bang, pero el humor era más adulador que sarcástico. Deng, un furibundo jugador de bridge, aparecía sonriente, jugando una "carta china" tomada de una baza en la que se leía la palabra "modernizaciones". Hu movía sus manos como un director de orquesta. Y se leía una leyenda: "Conduciendo nuestra sinfonía".

Al caído, caerle...

Pero, los que sí son presa común de los caricaturistas chinos, son los líderes ya fallecidos, o los que han caído en desgracia. El 6 de octubre, en el 10 aniversario de la "banda de los cuatro", una completa colección de caricaturas contra Jiang Qing, esposa de Mao, aparecieron publicadas en el Shanghai Xinming Evening News. Jiang fue dibujada como una bruja, aunque posibilidades de que por ahora salga volando en su escoba hay pocas: hace diez años está en la cárcel.

Políticamente tímidos, los caricaturistas chinos parecen ser cada día más intrépidos. Una reciente publicación del Peking Review traía un dibujo demasiado gráfico: mostraba a un grupo de inspectores públicos del control de la calidad atendiendo un banquete, en lugar de estar trabajando. Uno de ellos estaba vomitando sobre el piso. Otro se agarraba el estómago, mientras corría velozmente hacia el baño.

Perseguidos durante la campaña de las cien flores en 1957 y definitivamente dejados sin trabajo durante la Revolución Cultural de 1966-76, los caricaturistas chinos trabajan por salarios bajos y carecen de protección alguna por derechos de autor; además, no tienen posibilidades de sindicalizarse y no se les reconoce ningún tipo de compensación económica por la reproducción de su trabajo.

En la actualidad, se está poniendo de moda ser caricaturista free-lance en la China, especialmente entre estudiantes o trabajadores jubilados. El Peking Evening News dedica diariamente en la actualidad cerca de un cuarto de página a la publicación de los trabajos de los caricaturistas, a los que se les paga a dólar la caricatura. La edición del sábado del mencionado periódico, que ya trae cuatro páginas de caricaturas, se ha convertido en la publicación más popular del fin de semana.

Ocasionalmente, pero no con frecuencia, un conservatismo de izquierda hace su aparición en dichas caricaturas. El arte moderno intriga a un chino que tiene que pararse boca abajo para apreciar la pintura; la estatua de la Venus de Milo le parece escandalosamente desnuda a otro chino que resuelve prestarle a la diosa su sudada camiseta. Y así, la caricatura china va despertando de su letargo, a medida que el humor vuelve a ser parte del conjunto de libertades políticas. Comienza a entenderse que si un ciudadano dibuja a una pareja de chinos que llevan su refrigerador a reparar en verano, y regresan por él en invierno, no está necesariamente tratando de derrocar el sistema. Simplemente quiere mejorarlo.--