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JAZZ POR TODAS PARTES

La profusión de festivales de 'jazz' en septiembre es un respiro para la monótona escena musical <BR>colombiana.

JUAN CARLOS GARAY
27 de septiembre de 1999

Coinciden en la presente quincena festivales de jazz en Bogotá, Medellín y Barranquilla. Al
mismo tiempo Cali anuncia la creación de una asociación de amantes de este ritmo y Buenaventura se alia
a sus nuevas actividades musicales. ¿De dónde ese interés por el jazz, tan de repente y en tantos lugares?
Algunos pesimistas predicen un fracaso en un país que no tiene tradición jazzística ni recursos, en este
instante, para acercarse por curiosidad a ese sonido. Tal vez sea uno de los pronósticos más errados de
nuestro medio musical.
El filósofo alemán Theodor Adorno detestaba el jazz. En un ensayo sobre cultura se refería a esta música,
con ironía, como "una moda perenne". El crítico John Fordham, en cambio, vive por y para el jazz. Se refiere
a él como "un sonido que ha trascendido las diferencias de edad, cultura, idioma e historia musical en el
mundo entero durante el presente siglo". Ambos, de fondo, expresan lo mismo. El jazz tiene ciertas
características que envidiarían muchos otros géneros. La perpetuidad, la omnipresencia no son precisamente
cualidades de todos los sonidos.
Ahí precisamente puede estar la clave para entender por qué esta semana el jazz se toma a Colombia, la
embelesa en varias ciudades estratégicas y logra, al menos por unos días, que los melómanos no hablen de
otra cosa.
Desde hace unos años (y más en tiempos de crisis, en que no se admiten riesgos) la industria musical en
nuestro país se ha vuelto exageradamente complaciente. Sólo se graba, se produce y se distribuye aquello
que tiene un mercado asegurado. En otras palabras, no hay espacio para la innovación: ondas radiales y
anaqueles de tiendas están plagados de fórmulas repetitivas que, si bien son garantía de éxito comercial,
no lo son de perpetuidad musical.
Todo conlleva, tarde o temprano, a un agotamiento de los oídos y la búsqueda de alternativas sonoras.
La aparición simultánea de festivales de jazz en sitios estratégicos puede ser síntoma de, y a la vez remedio
para, ese aburrimiento crónico. El jazz es una música que se sostiene en el factor sorpresa, en la
improvisación o la creación sobre la marcha. El jazz es, para entornos monótonos como el nuestro, una
necesidad.
Por eso es justo, ahora que se crea en el Valle del Cauca la Asociación de Amigos del Jazz e inaugura
actividades con dos conciertos (el miércoles en Buenaventura y el jueves en Cali), que se consolidan en su
tercera versión los festivales de Barranquilla y Medellín (Barranqui-Jazz del primero al 4 de septiembre y
Festijazz del 5 al 11), y que llega a su decimoprimera edición el veterano de los festivales de jazz
colombianos, el del Teatro Libre de Bogotá (3 al 11 de septiembre).
No es menos notables la lista de invitados. Desde el veterano pianista Rubén González, uno de los pioneros
del cha-cha-chá en Cuba, hasta el joven saxofonista Courtney Pine, músico de avanzada que ha
entremezclado el jazz con el hip-hop; desde Gonzalo Rubalcaba, que ahora anda en ondas musicales más
calmadas, hasta el enérgico clarinetista Louis Sclavis, desfilarán durante los próximos días mostrando un
espectro amplísimo. En fin, jazz de muchos estilos y para todos los gustos.
Por eso es recomendable y hasta sano que, en un momento de crisis (musical, para no hablar de lo
económico) aparezcan alternativas artísticas de este calibre. El jazz podrá no seducir de entrada ni llenar
estadios. Pero en cambio, y para alegar lo máximo a su favor, nunca se agota.

A propósito de los festivales de 'jazz'...

GONZALO RUBALCABA
INNER VOYAGE
BLUE NOTE

RUBEN GONZALEZ
INTRODUCING
RUBEN GONZALEZ
NONESUCH
Si uno echa un vistazo a la lista de invitados a la presente temporada de jazz se encontrará con una
variedad abrumadora: no hay estilos iguales ni músicos comparables. Un buen ejemplo, desde el punto de
vista discográfico, lo arrojan las más recientes producciones de dos pianistas que, a pesar de provenir de
Cuba, poseen más diferencias que similitudes.
Gonzalo Rubalcaba, un pianista de 36 años que hasta hace poco era venerado como enérgico exponente del
jazz latino, acaba de lanzar un álbum en el cual pareciera darle la espalda a aquella primera impresión que
causó entre sus seguidores. Inner Voyage representa para Rubalcaba el ejercicio de un jazz más tranquilo,
que contrasta con esos trabajos anteriores en los que llegaba a la extrema euforia.
Aquí, en cambio, hay piezas dedicadas a sus hijos y, en general, música de hondo contenido que no
podía ser expresada de otra forma. Rubalcaba ha tenido entonces que desacelerar el ritmo, pero ello no
quiere decir que se noten menos sus destrezas como intérprete.
Gonzalo Rubalcaba se presenta el 4 de septiembre en Barranquilla, el 8 en Medellín y el 10 en Bogotá.
Por contraste, la música de Rubén González es rumba pura. He aquí otro pianista, también cubano, que no
encuentra más que esos dos puntos en común con quien podría ser su nieto. González tiene 80 años y es,
verdaderamente, una leyenda viva. Los conocedores de la música cubana hablan maravillas de su paso por
la orquesta de Arsenio Rodríguez y lo postulan sin pudores al título, nada despreciable, de padre del
cha-cha-chá.
Introducing Rubén González es el disco con que este músico se ha dado a conocer en escenarios tan
distantes de la rumba como la fría Europa. Fue grabado en La Habana y es una colección de danzones y
guarachas en versión instrumental en los cuales la edad avanzada definitivamente no es obstáculo a la
hora de improvisar, que es cuando se necesita más energía.
Rubén González se presenta el 3 de septiembre en Barranquilla y el 4 en Bogotá.