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¿JUSTOS POR PECADORES?

Dos cortometrajes colombianos rechaza la Junta de Calidad

26 de septiembre de 1983

El espectador que va a cine con frecuencia estará de acuerdo en algo que se ha repetido muchas veces, que una de las cosas que más ha perjudicado al cine colombiano es la lastimosa calidad de los cortos de sobreprecio que se están pasando en los teatros y que en mala hora fueron aprobados por la anterior Junta de Calidad. La actual se apretó el cinturón y comenzó a defender al espectador de la basura -para usar un término que Mincomunicaciones puso de moda- que se le estaba empacando a la fuerza, con el inevitable peligro de que en el camino rueden cabezas inocentes. La situación es compleja porque por fortuna sobre calidad cinematográfica no hay dogmas ni leyes eternas y, en caso de que hubiera algún acuerdo sobre criterios para juzgar, su aplicación volvería a salírsenos de las manos porque siempre se coloca en el campo de las apreciaciones. Por eso no pretendo polemizar con la Junta sino solo dar mi visión de dos cortos que han sido rechazados. El primero es "La Sed" (de Arturo Garcia, Lina Uribe y Jorge Pinto). Lo que uno ve es un gran señor, que resultará ser el corregidor, sentado cual magnate en potente carro, rodeado de guardaespaldas que se alarman ante el más leve indicio de peligro. Todo parece amenaza. Con mayor tranquilidad él porque se sabe rodeado de defensas. Pero el peligro está donde ellos no lo ven, se respira en el ambiente, en la mirada de la viejita que corta la leña y de la dueña de la tienda. Está en el silencio y soledad del paraje y en el absurdo nombre de la tienda, "Brisas del mar", en una región en que ni hay brisas ni hay mar. Todas estas relaciones de detalles van construyendo un clima en el cual deja de ser absurdo que la única botella de la tiendita contenga veneno con todas las apariencias de vino y que el corregidor se apodere a la fuerza de ella para calmar su sed. Lo que no vemos, pero que se puede sentir, es una atmósfera de inseguridad que nos hace presentir quién es ese señor aunque todavia no se nos haya dicho, y que, como los guardaespaldas, podamos percibir que el peligro va a saltar en cualquier momento.
Es lo mejor del corto porque se logra con base en el tratamiento de la anécdota. Un tratamiento adecuado que consiste en fragmentar el espacio, las acciones de los personajes y las situaciones. El tiempo se condensa pero dejando sentir toda la historia que tiene detrás. El resultado de todo esto es el enfrentamiento de dos tranquilidades externas, la del corregidor, que oculta una intranquilidad, y la de las gentes, que oculta una rabia consciente de que algún dia habrá algún error que será el comienzo del poner las cosas en su puesto. El corto también puede ser visto como el enfrentamiento de dos lógicas, la que conduce a juzgar que algo no se puede llamar "Brisas del mar" si no está en la costa, o que en una botella de vino no puede haber sino vino y, la otra lógica, la que actúa sabiendo que la realidad no es tal como se presenta a los sentidos sino como uno la quiere y la vive. Entonces tiene uno derecho a pensar que esa gente, la de la segunda lógica, sabíia que ese veneno contra los ratones no estaba destinado a matar ratones. Algo parecido se puede percibir en el otro corto en cuestión, "Blue jean" (de Henry Laguado). También aquí hay eso que le ha costado tanto trabajo crear al cine colombiano, una atmósfera. Lo que casi siempre prima es la preocupación por contar algo pegando una escena detrás de otra, despreocupados totalmente de construir un clima que le dé sentido a los personajes, así no tengan una definición psicológica. Personajes descritos desde fuera es lo que nos presenta "Blue-jean". El espectador tendrá que construirlos relacionándolos con todo lo que los rodea y con todos los detalles que la cámara se ha deleitado en seleccionar y en mirar de una forma precisa para que se integren en esa continuidad que no es lógica, ni es la continuidad de la anécdota que se nos está contando, sino la que marca la necesidad de construir unas emociones. "Blue jean" puede provocar muchas consideraciones temáticas, pero su gran fuerza es hacer sentir un ambiente en el que dos seres parecen atraerse y repelerse. En el cruce de esta tensión está el objeto más importante y mejor trabajado visualmente, los blue-jeans del muchacho. Hernando Martínez Pardo