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LA ALEGRIA DE PINTAR

En el Centro Cultural Brasil Colombia, María da Costa expone sus mujeres maquilladas y sus cuadros con la frescura de los dibujos infantiles.

28 de noviembre de 1994

UN HUEVO puede ser un huevo sin construcciones estéticas, teorías del color o reflexiones formales. Así es la obra de la brasileña María da Costa, donde los tacones son tacones, las uñas, uñas y los cucos, cucos. Con un gran sentido del humor, el calor y e] color llena lienzos con trazos infantiles; los salpica de encajes baratos, rayas de cebra y lunares sicodélicos. Aunque ha pasado por varias academias de París y Bogotá, parece sentirse más a gusto en el mundo apasionado de los niños y ha terminado ilustando la revista infantil Espantapájaros para recrear la estética de las cartillas de la infancia y de los juegos de lotería. Traspasando las convenciones académicas, María pone al lado de sus lienzos recubiertos de acrílicos tropicales y sus esculturas de papel maché, cómodos y abullonados cojines que también firma.

Esta es una propuesta lúdica pero con un único punto de vista, lleno de luz y de una perspectiva plana que no siente verguenza de recrearse en la alegría de la piel, el placer de las texturas, la lujuria de las telas de todos los colores. En ese mundo crecen con olor a pachulí y tules baratos, una galería de mujeres risueñas, senos grandes y ojos abiertos, en los que se condensan todas las posibilidades del amor, la ternura y la pasión, en la camisa de fuerza de un corsé. Un universo que rige la inocencia del papel maché, la agudeza de un rojo bien puesto, la salvación de un banano sobrevolando ciudadanos que se aman, se llaman por teléfono, se pintan las uñas de los pies de rojo, se bañan y vuelven a amar. Una obra sin pretensiones, enamorada de la estética kitsch de los almacenes de ropa en promoción y de las técnicas simples del acrílico.