Home

Cultura

Artículo

LA BIBLIOTECA DE BABEL

El mundo se prepara para celebrar uno de los grandes acontecimientos culturales de fin de siglo: la nueva biblioteca de Alejandría.

25 de septiembre de 1995

En 1998 la cultura podrá tomar venganza con justicia. Esta vez, gracias al esfuerzo internacional que significa haber conseguido 160 millones de dólares, se dará el gusto de poner en pie por segunda ocasión el tesoro que albergó la mayor cantidad posible de conocimiento en la antiguedad: la biblioteca de Alejandría.
La idea de establecer una nueva biblioteca en esa ciudad del norte egipcio, para rendirle un homenaje a la que fuera incendiada sin clemencia en el año 47 a.C . durante la Invasión de las tropas romanas, la sugirió en 1984 Lotfy Dowidar, director de la universidad de Alejandría, y tuvo acogida de inmediato. El gobierno de El Cairo donó el terreno y regaló 20 millones de dólares para edificar una sala de conferencias en el lugar, y el director de la Unesco, el español Federico Mayor Zaragoza, se encargó de coordinar un comité internacional para hacer que la obra fuera una realidad.
En poco tiempo se logró integrar aquel grupo de trabajo con altas personalidades. La reina Sofía, de España; la princesa Carolina, de Mónaco; la reina Noor, de Jordania; el entonces presidente de Francia, Francois Mitterrand; la ex ministra de Cultura de Grecia, la fallecida Melina Mercouri y el librero honorario de la biblioteca del Congreso de Estados Unidos, Daniel Boorstin, empezaron a trabajar con el propósito de abrir un concurso para escoger el mejor proyecto arquitectónico de entre 640 propuestas provenientes de 77 países. En 1989 se le adjudicó el contrato a la empresa Snohetta, compuesta por cinco arquitectos noruegos menores de 30 años.
La edificación, que inicialmente pensaba inaugurarse este año, resultará imponente a los ojos del visitante. Elaborada en granito de Aswan, material considerado por los constructores como el de más resistencia al sol, tendrá la forma de un gran círculo cuya mitad se ha clavado en la arena. Según Kjetil Thorssen, jefe del proyecto, para el que llega por tierra la biblioteca semejará un gran reloj solar que emerge del desierto; para el que llega por mar, y de noche, será el reflejo de una luna enorme meciéndose sobre las aguas de la bahía milenaria.
A la entrada habrá un fondo de jeroglíficos, así como de figuras humanas y geográficas, la mayor parte de los cuales han sido recuperados de más de un centenar de alfabetos antiguos por la noruega Jorunn Sannes, para que, según ella, "quien entre comprenda que allí la cultura es universal, antiquísima y actual; un matrimonio entre el pasado recuperable y el futuro prometedor". En el interior se instalarán anaqueles para cuatro millones de volúmenes y la más moderna red de computadores disponible.
Si este proyecto parece ambicioso, no lo fue menos el de levantar la vieja biblioteca. Tiempo antes de que abriera las puertas al público -año 306 a.C.-. muchos creyeron loco a Ptolomeo, cuando, al anunciar su iniciativa, dijo: "Quiero un sitio donde se hallen todos los libros del mundo y los escritos de todas las naciones que se conocen".
Sin embargo, en pocos años la biblioteca de Alejandría alcanzó a contar, entre su sede original del barrio Bruchium y la sucursal ubicada en el Serapeum, 700.000 manuscritos. Cada sabio que pasaba por la ciudad debía dejar al menos una copia de sus trabajos. Allí reposaban, por ejemplo, los papiros originales con las obras completas de Esquilo, Sófocles y Eurípides y, según Umberto Eco, escritos básicos de Aristóteles.
Casi todo eso, catalogado como la mayor colección de libros conocida hasta entonces, pereció en el 47 a.C., a causa de la ferocidad con que las huestes de Julio César se tomaron la ciudad. No quedó siquiera un plano de la biblioteca, por lo cual hoy se ignora el diseño original del arquitecto Dinócrates. Y para colmo de males, las obras literarias que sobrevivieron fueron quemadas en 641 a.C., tras la rendición de la ciudad ante los árabes. Cuentan que, luego de haber sitiado a la ciudad a lo largo de 14 meses, Amrú, el jefe militar enviado por el califa Omar, señaló a sus hombres los restos de la biblioteca y les ordenó: "Si esos libros están de acuerdo con el Alcorán, son inútiles. Si están en contra, son perniciosos. Por tanto, destruidlos". Los cronistas afirman que la edificación ardió seis meses hasta consumirse.
Pero la biblioteca, que llegó a contar dentro de sus bibliotecarios a personajes de la talla de Arquímedes, Eratóstenes, Aristófanes y Aristarco, no era el único centro cultural de la ciudad. El museo también cumplió una tarea como difusor del conocimiento, pues en él vivían astrónomos, escritores, matemáticos y físicos, que se dedicaban a investigar y a enseñar a las gentes. Fue el primer establecimiento que un Estado creó para el fomento de la literatura y de las ciencias, y por eso dentro de la nueva biblioteca habrá salones de clase en los que se dictarán cursos de humanidades.
Alejandría se convirtió en el epicentro del saber desde cuando fue fundada por Alejandro Magno en el año 332 a.C. El traslado de ese grupo de sabios griegos y la localización geográfica, a orillas del Mediterráneo, donde se gestó en cuestión de meses un intercambio frecuente de mercancías entre Occidente y el Asias contribuyeron al crecimiento inicial de la ciudad. A la muerte de Alejandro, se vivió la época de esplendor, y no sólo por la biblioteca y el museo. Ptolomeo erigió el célebre faro, de 160 metros de altura, para que los navegantes supieran, 70 kilómetros antes de la costa, adónde iban a anclar. Por desgracia, el faro, catalogado como una de las siete maravillas del mundo, fue derruido en combates posteriores. Fue por esa época cuando la ciudad se transformó. Tenía 600.000 habitantes, era una verdadera metrópoli, una ciudad cuyo legado no consiguieron eliminar los romanos en el siglo I antes de nuestra era, ni los árabos en el 641, los turcos en 1517 y Napoleón en 1798.
De allí a 1998, cuando se inaugure la nueva biblioteca de Alejandría, la cultura habrá cobrado venganza. Como dice Mohsen Zahran, director ejecutivo del proyecto: "Si la biblioteca original contribuyó a la civilización del mundo, es hora de que el mundo contribuya a levantarla de nuevo".