SEMANA: ¿Cómo será el edificio de apartamentos que va a desarrollar en Bogotá?
RICHARD MEIER: Es un edificio en el que estoy trabajando hace meses con los arquitectos de mi firma. Guillermo Murcia es un bogotano que trabaja conmigo en Nueva York y él me sugirió que diseñáramos para su ciudad. Este será un edificio de espacios abiertos, transparente, lleno de luz y completamente involucrado con el paisaje en el que está ubicado. Serán dos torres blancas, lo que al principio puede resultar muy vistoso, pero aspiro a que con el tiempo sea parte de la tradición de la ciudad. Consideramos el contexto en el que el edificio se construirá y cómo el diseño dialoga con ese espacio específico.
SEMANA: ¿Qué impresión le ha dado la arquitectura bogotana?
R.M.: No he tenido tiempo para explorar la ciudad y hacer un juicio ponderado. No he visto lo suficiente, pero me han llamado la atención esas grandes zonas en las que usan el ladrillo de una manera similar. Eso crea una continuidad y le da una relación armónica al conjunto sin importar la singularidad arquitectónica de cada edificio.
SEMANA: ¿Qué es para usted la arquitectura sostenible?
R.M.: Lo sostenible tiene que ver con la calidad de la construcción y del diseño, la manera en que el edificio se adapta a su entorno y mejora su contexto. También posibilita nuevas situaciones y dinámicas. La arquitectura no está pensada como algo perecedero: en el momento mismo de diseñar se piensa en el futuro y eso hace que se tengan en cuenta todos los detalles posibles que le permitan existir por un largo tiempo.
SEMANA: Al principio de su carrera trabajaba con madera pintada de blanco y cristal, ¿cómo ha evolucionado su paleta de materiales?
R.M.: Nosotros siempre estamos buscando nuevos materiales. Ahora trabajamos con una compañía de concreto en italiana que inventó un cemento blanco puro, el TX active, diseñado solo para nosotros. Ese material se limpia solo, con la luz y el oxígeno, no necesita lavarse para permanecer blanco.
SEMANA: ¿Por cuál de sus obras siente más aprecio?
R.M.: Todo lo que he diseñado es muy diferente, desde pequeños proyectos residenciales hasta museos enormes. Siento mucha emoción cuando visito una obra, después de muchos años, y me parece que todavía se ve bien. Me gusta pensar, en todo caso, que mi proyecto favorito es el siguiente. Ahora, si tuviera que escoger solo uno sería el Museo Getty, en Los Ángeles. Cuando abrió sus puertas, hace 20 años, recibía más de 5.000 visitas diarias. Hoy sigue siendo uno de los más visitados del mundo. Es muy gratificante.
SEMANA: ¿Cómo se compromete cada diseño con el tipo de espacio que interviene?
R.M.: Siento que cada proyecto extiende sus brazos y abraza su entorno para enriquecerlo y llenarlo de vida. En los espacios públicos hemos tratado de integrar el legado con la experiencia arquitectónica y con ello le hemos dado nueva vida a la historia. Esa nueva vida es más importante que los edificios en sí mismos.
SEMANA: ¿Qué arquitectos admira?
R.M.: Creo que todos admiramos a Le Corbusier y a Frank Lloyd Wrigth, pero ellos ya no están con nosotros. Probablemente ya no son una influencia fuerte en mi trabajo pero eso no significa que yo no disfrute con sus obras. A Oscar Niemeyer lo conocí, íbamos a trabajar juntos en un proyecto, pero finalmente nunca ocurrió.
SEMANA: ¿Cree que la arquitectura cambia la vida de la gente?
R.M.: No creo que la arquitectura cambie la vida de la gente, pero tal vez la hace más sensible a su entorno. Eso pasa cuando la gente visita grandes museos y se da cuenta, por ejemplo, de la importancia de la luz en un espacio. La buena arquitectura es una experiencia transformadora en ese sentido.
SEMANA: Para usted es muy importante el paso del tiempo. ¿Piensa en el futuro de la arquitectura?
R.M.: No tengo idea de cómo será el futuro. Pero sé que hay muy buena arquitectura alrededor del mundo hoy, así que soy optimista.