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LA CAMARA ESCONDIDA DE LITTIN

El director de cine chileno y protagonista de "Clandestino en Chile" de García Márquez, estuvo en Bogotá para lanzar el libro

30 de junio de 1986

"Allende dejó un legado: que se abrirán las grandes alamedas por donde pasemos todos". Con esta frase, inscrita en una pancarta que sostiene una mujer, carabineros y jóvenes chilenos luchan abiertamente. Con esta escena termina la película "Littín, clandestino en Chile". En efecto, el director de cine de este país corrió todos los riesgos, especialmente el de su vida, para filmar el estado en que se halla actualmente Chile, después de trece años de dictadura militar, y luego de haber estado ausente durante doce años.
Los verdaderos gérmenes de Littín como director de cine se encuentran en su niñez. Descendiente de emigrantes griegos y palestinos que después de recorrer el mundo se instalaron en "la pequeña aldea de Palmilla"(situada cerca de Valparaíso), Littín lleva en sí una mezcla de tradiciones interesante. En el pueblo, un verdadero oasis es descrito por él así: "Después de un camino polvoriento, uno ve casas con muchas flores, tiene montañas y el mar está muy cerca", creció Littin, rodeado de las costumbres de sus abuelos y de las maravillas de la naturaleza. Mientras que el abuelo griego escuchaba música dándole manivela a una vitrola con el altavoz dorado, que los campesinos decían ser de oro, el palestino salía a cazar para la subsistencia de los suyos, y las tías tejían enormes manteles con flores y frutas de la región mientras que la abuela, cuya casa estaba situada en frente de la estación del tren, recibía a los viajeros que traían revistas y noticias frescas de la capital. Así, rodeado de todas la magias de la naturaleza y de los encantos de las vivencias ancestrales, cuenta Littín que vivió sus primeros años. Es decir, en el paraíso.
PRIMER ENCUENTRO CON EL CINE
Vio cine por primera vez, "pegado a las faldas de mi abuela Matilde" en su huerto que servía de escenario para los circos que pasaban por el pueblo y para el cine. Allí extendían una sábana entre los árboles y de vez en cuando llegaban películas para los niños, que pasaban en horario de matiné. Pero un día presentaron, por algún equívoco en la programación, una película de Rossellini. Gracias a ella, supo por primera vez que el cine reunía todas las posibilidades de expresión. En ese momento cuando tenía nueve años se concientizó de su vocación: el cine se había convertido en la única meta. Mientras estudiaba de interno en un colegio de sacerdotes jesuitas y de otras comunidades, hizo todos los esfuerzos por adquirir un puesto entre los tres primeros del curso, cada semana, para volver al paraíso.
Poco tiempo después de haber visto la pelicula de Rossellini, uno de sus tíos, que como muchos de ellos era activista político, le regaló su primer proyector, al ver esa obsesión por el cine. Con él comenzó a filmar y cuando la cinta termina, decide hacer sus propias películas, dibujándolas. No sólo desarrolló así mucha creatividad, sino que al mismo tiempo comenzó a darse cuenta de la injusticia social que lo rodeaba, a la vez que muchos de sus compañeros de infancia debían trabajar para ayudar a sus familias. Mientras que se ve obligado a permanecer en este colegio, se dedica a estudiar, formando la voluntad y el intelecto, reconoce Littín.
Todo esto se une poco a poco, y decide que su vocación está realmente en el cine, pues es el lugar donde puede plasmar tanto la belleza como la injusticia social.
Al no haber facultades para estudiar cine en Chile, ingresa, una vez terminada la secundaria, a la Escuela de Arte Dramático en Santiago, donde estudia actuación y dirección mientras escribe y dirige sus primeras obras de teatro. Luego pasa a un Centro de Arte Audiovisual, en donde se inicia en el conocimiento de grandes autores, del cine soviético y del neorrealismo. La seducen especialmente Fellini, Pasolini y las películas de Alain Resnais. Pero es gracias a un profesor francés quien se interesa en un grupo reducido de alumnos, que Littín logra profundizar, tanto en los conocimientos del cine y de los autores como en sus propios ejercicios de filmación. La enseñanza esencial de este maestro: las disculpas no se filman. Miguel Littín continúa su formación de manera constante y realiza sus primeras películas en Chile.
Miguel Littín se vinculó con Allende y trabajó en su equipo cada vez que era candidato. En 1970, ingresó a formar parte de su grupo de asesores en los medios audiovisuales. Dice: "Tuve la suerte de compartir con él triunfo y derrota. Porque Allende era un hombre absolutamente entrañable, no se puede hablar de él como un político convencional. El significa ante todo un poco el hermano mayor, el padre. Hacía participe a todos de sus planes futuros". Además de haberlo conocido mucho, Littín lo acompaño en varias de sus campañas políticas, en las que iba de pueblo en pueblo, de casa en casa, convenciendo a cada uno. Pero, por sobre todas las cosas, reitera que es el único marxista que ha llegado a la Presidencia de la República, por la vía electoral. Para él como para muchas personas que luchan en la resistencia de Chile hoy por hoy, las últimas palabras de Allende: "Yo siempre estaré con ustedes" tienen una vigencia total.
EL NUEVO CINE LATINOAMERICANO
Miguel Littín ve el Nuevo Cine Latinoamericano, que se inicia en los sesenta como un movimiento en desarrollo que cada vez adquiere más fuerza. Sin embargo, para el director y protagonista de "Littin, clandestino en Chile", el problema entre la industria que impone un modelo de consumo en el cine, y la fuerza creativa del cine de autor, es muy grave. Porque si bien es cierto que el cine, a nivel mundial, está en crisis, Littín no considera esto como una disculpa válida. Afirma que ya es tiempo de que aparezca una nuexa generación de cineastas cuya audacia se equipare con la de los primeros creadores. Principalmente, alude que el cine ha dejado de ser un hecho cultural, y, que pese a todas las dificultades de no tener equipos, cintas y materiales adecuados, no existen verdaderas razones para que no haya logrado el nivel de profundidad creatisa que han al canzado la novela y la poesía. Como solución a esta crisis, Littín piensa que es necesario nacionalizar el cine e independizarlo, acudiendo a la interxención de los estados ya que sí existe un público cautivo que está en manos actualmente del cine comercial.
En cuanto a la pelicula "Littín, clandestino en Chile", es un documental visto a través de los ojos de un hombre que está lejos de su país durante doce años. Por eso, la película se narra en primera persona aunque él no sirve sino de pretexto como hilo conductor. El único protagonista, insiste Littín, es Chile. Para abarcar todo el país, se dividió en cuatro capítulos. El primero es "Clandestino en Chile", el segundo "Cuando fui para la Pampa", el tercero "Desde la frontera al interior de Chile" y el último "Allende, siempre es historia".
La película termina en las calles de Santiago filmando a la juventud que no conoció a Allende, luchando abiertamente en las barricadas contra los carabineros, reflejando una vez más el legado que dejó el Presidente asesinado.