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LA CASA EN EL AGUA

El diseño de un colombiano podría convertirse en la solución al problema de hacinamiento de los japoneses.

1 de octubre de 1990

Aún con toda la tecnología moderna a su disposición, el hombre parece estar sentenciado a regresar a sus orígenes . Al menos en materia de urbanismo. El premio que acaba de recibir un estudiante de arquitectura colombiano por el diseño de una casa futurista para Hiroshima confirma esta realidad.
Un afiche que invitaba a diseñar "la casa de sus sueños" colgado en la cartelera de la Facultad de Arquitectura de La Universidad del Valle, fue el anzuelo que mordió el caldense Harold Mauricio Castillo, estudiante de último semestre, y la disculpa con la que se encerró en su estudio durante un mes hasta lograr los planos de la "Casa Margarita". Con ella recibió el premio "Salmón de Oro", correspondiente al segundo lugar en un concurso en el que participaron 956 universidades de todo el planeta y más de dos mil arquitectos en potencia.
Luego de investigar en las bibliotecas detalles tan precisos como cuánto sube la marea en Hiroshima, cuál es para los japoneses el espacio más importante de una casa, qué número de personas conforman una familia nipona típica e incluso cuáles son los símbolos tradicionales de esta cultura oriental, Castillo se lanzó al diseño de un proyecto urbanistico eminentemente futurista. Sin embargo, desde el comienzo supo que se trataba de dar respuesta a una serie de problemas del mundo actual, entre los cuales se destacaba la necesidad de enfrentarse a los espacios cada vez más reducidos de la isla, y para esto era preciso volver al pasado. Integrarse de una manera efectiva con la naturaleza para aprovechar al máximo sus elementos. Sabía, en otras palabras, que la respuesta estaba en una casa submarina. Esta idea le gustaba mucho, pues siempre ha sido un amante del mar. Así que, con su proyecto bajo el agua, a la vez que le hacia el quite a la preocupación de la ausencia de terrenos, conseguía la decoración de sus sueños: la flora y la fauna submarinas.
Construir la "Casa Margarita", ideada para una familia de tres personas, valdría alrededor de mil millones de pesos. No obstante su elevado costo, Castillo asegura que "la casa se paga sola en menos de 10 años, puesto que esta diseñada de manera que sea autosuficiente. Produce su propia energía, que es, por cierto, muy cara en el Japón, cuenta con una planta de desalinización para lograr agua potable a partir del agua que toma del océano y permite, incluso, que sus habitantes se encierren en ella por el resto de sus días, ya que también ofrece la oportunidad de extraer del mar lo indispensable para la alimentación".
Harold Mauricio Castillo invirtió toda su imaginación y 25 mil pesos en materiales y recibió como premio, además de un reconocimiento que ya empieza a significarle interesantes propuestas de trabajo, la suma de mil dólares. Su casa, que efectivamente parece una margarita que reposa en la superficie, será tenida en cuenta como una de las opciones más serias para emprender la planeación urbanística del Japón durante el tercer milenio. Cuenta con dos alcobas principales y un cuarto para huéspedes, una cocina totalmente dotada, un baño, garaje doble, lobby de acceso, biblioteca, sala de música, taller de trabajo y una zona social alrededor de la cual se disponen los demás elementos en forma de caracol , para que sus habitantes puedan tomar el té con todo el rigor del protocolo oriental, mientras contemplan la cascada interior, las especies marinas o la superficie, cuando baja la marea. En la planta inferior se encuentra un depósito de agua y las máquinas necesarias para convertirla en energía, agua potable y oxígeno, así como un moderno estanque para el cultivo de peces y plantas marinas comestibles y un vivero para desarrollar la hidroponía.
Pasaron cinco meses hasta cuando el jurado decidió que la "Casa Margarita", merecia el "Salmón de Oro". Ahora Harold Mauricio Castillo está seguro de que es el momento para empezar a buscarle soluciones futuristas a los problemas urbanísticos colombianos, aunque reconoce que en esta latitud es indispensable ponerle freno a la imaginación, cuando el factor costos empiece a convertirse en un enemigo.