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LA CONSTANCIA FUE LA VENCEDORA

Aunque la despedida de Gonzalo Ariza se produce en un ambiente que con calidez acoge su herencia, no siempre el país, como con frecuencia ha sucedido, respetó su propuesta.

17 de julio de 1995

LA OBRA DE ARIza ingresó al patrimonio artístico colombiano antes que por el interés que ella suscitaba, por la tenacidad con que él enfrentó los prejuicios que lo infravaloraron por no responder a modas vanguardistas o a los dictados, a veces contradictorios, con que se impulsó en el medio colombiano el proyecto artístico moderno. Ariza fue un hombre auténtico que, aunque tildado de conservador y anacrónico, hasta el último momento luchó por sostenerse en sus convicciones y por buscar ante todo un sentido de pertenencia en el que se legitimara la expresión artística nacional.
Sus rumbos siempre fueron contrarios y críticos ante la euforia por lo novedoso, y por lo mismo durante un largo período, injustamente rechazados. Hizo falta un cambio en los parámetros de análisis para que se atendiera su posición y su lucha y para que, inclusive, fuera juzgado como artista. No obstante, hoy es un sobreentendido que su herencia en el futuro ofrecerá un espacio para reflexionar sobrelos valores que han planteado vías alternativas y sobre la imposibilidad, dificultad o incomprensión en medio de la cual la historia artística colombiana desarrolla su discurso.
Que un artista colombiano se dedicara a pintar paisajes cuando llegaban al país las síntesis que proponían el cubismo, las expresiones abstractas o informalistas y los primeros asomos conceptuales, entre otros, resultó en aquel momento realmente inentendible, y más aún cuando su visión se despreocupó de las reglas occidentales y propuso en el estudio de la tradición oriental encontrar otros lazos de conexión. Lo mismo en cuanto a su permanencia en el lenguaje pictórico y en la conservación del buen oficio cuando ya el fin de este tipo de prácticas se denunciaba con evidencia.
Sin embargo, como no todos los extremos que se anuncian son una obvia conclusión, las vanguardias iniciaron su revisión y con la crítica que generaron creció el respeto por otras opciones y miradas, entre las cuales se encontró la estoica posición de Ariza, quien silenciosamente durante años se mantuvo firme en sus planteamientos, los cuales lo ubicaron en esa vuelta de hoja como una de las más válidas expresiones artísticas nacionales y como a uno de los escasísimos ejemplos de mantenimiento de una tradición en el arte colombiano: el paisaje.
De la mano de esta reubicación vinieron otros entendimientos. Las cuestiones de identidad que tan fuerte presencia han ejercido en el presente siglo en Colombia, fueron una realidad palpable en la obra de Ariza. Su paisaje, a pesar de su énfasis orientalista, fue desde ese enfoque el retrato de la atmósfera y la esencia colombiana. Su pintura es, sin anécdotas, sin personajes ni relatos, la descripción de un medio, en el que abstrayendo la expresión de dramas y problemas se podría concebir a un pueblo.

Retorno a la memoria
La Galería Gartner Uribe, de Bogotá, presenta este mes la obra de la joven artista Diana Drews.
EN EL VIDEO QUE sirve de registro para la presentación de la obra de Diana Drews, se ve a la artista alejarse para internarse en el tupido follaje de la montaña. Ese ascenso, a la vez que constituye una referencia directa a un ámbito particular, sugiere la entrada en un campo metafórico: se trata de un regreso.
En el camino de vuelta a un pasado, la artista quiere indagar, acaso, para descifrar la identidad de las fuerzas primigenias que dan impulso a lo que ha transformado hoy en un proceso de creación artística. 'Memoria en proceso' es el título que ha dado a su exposición. Y es a la vez larga interrogación y un itinerario de ida y vuelta'. Pues si ello implica un viaje que va de la búsqueda de la verdad a la búsqueda de la belleza, también a partir de la belleza -aquella que implica su canon estético y su que hacer artístico- inicia una verdadera búsqueda de la verdad.
Así Diana Drews comprendió que como reflejo de la memoria en la obra lo que importa son los signos sensibles del arte pues son ellos los que pueden ser expresados como cualidades inmateriales y no las anécdotas. Si lo que en su pintura, sobre todo y de inmediato interesa, es el proceso, la artista ha sabido referirlo y reflejarlo en el resultado mismo de la obra mediante su clara intuición poética que establece esa fuerte relación del sentido de la indagación en las fuentes con la simbología que en ella despliega. Con la abstracción expresionista como término al cual podría referirse su estilo pictórico, sus cuadros expresan una rara y benigna serenidad en el dominio nítido del movimiento y del espacio, del mismo modo allí se hace patente su confianza en el color para definir en el cuadro una cualidad emocional específica: mientras la, de pronto, insólita interrelación de los planos pictóricos implica una composición fragmentada que corresponde a la visión del mundo moderno.
Diana Drews, con esta su primera exposición, revela una singular fuerza y claridad en la composición y un temperamento artístico excepcional. Y si al realizar esa vuelta sobre sí misma, como indagación artística plenamente lograda y plenamente consciente, ha optado por la introspección, ha hecho posible la creación de un mundo nuevo. Aquel que ha encontrado en la memoria para dar nacimiento a su vida artística.