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A LA DIESTRA DE DIOS PADRE

El II Festival Nacional de Teatro, con sus elegidos ausentes, es una buena muestra de la nueva cara de la producción teatral.

1 de abril de 1996

DURANIE MUCHOS AÑOS EL TEAtro nacional, como en la historia de los tres mosqueteros, fue un pacto de sangre entre hombres geniales en el que uno era para todos y todos eran para uno. Lo que quedaba afuera del mundo de estos artistas misticos con disciplina militar, sus sistemas artisticos apasionados y sus intereses politicos, simplemente no existia.
En ese entonces nadie hubiera apostado por un teatro a la diestra de los padres del teatro como Santiago Garcia de La Candelaria o Enrique Buenaventura del Teatro Experimental de Cali =TEC=, ubicados en la izquierdista militancia que por aquellos días recorría con optimismo el mundo. Y es que ellos y sus centenares de discipulos se habian inventado todo: las reglas, un modo de vida, los grupos, el método de creación colectiva, los actores y el público para un pais que hasta entonces sólo habia nadado en un ingenuo y rosado costumbrismo desfasado para aquellos convulsionados años. Por esto, durante mucho tiempo, lo que se conoció como el 'nuevo teatro' con sus grandes logros y profundas limitaciones fue el único referente que los colombianos tuvieron de las artes escénicas.
Sin embargo los tiempos siguieron cambiando y el nuevo teatro no pudo absorber siempre estas transformaciones. Otros creadores, otros intereses, otras propuestas se vienen presentando desde entonces en un abanico tan variado al que nadie ha osado siquiera ponerle un nombre. Como dive el critico Ramiro Tejada, a pesar de los años, el único movimiento colombiano que sigue apareciendo en los directorios teatrales internacionales es el del método colectivo. Lo que ha venido después continúa disperso, en un limbo sin bautizos ni padrinos.
Pero esta nueva generación, que durante varios años se obsesionó por matar a los padres como cualquier adolescente rebelde que se respete, ha dejado de blandir sus armas contra sus progenitores a los que hoy vuelve a mirar con respeto. Acabado el calor de los discursos revolucionarios y quebrada en mil pedazos la imagen de un futuro mejor, los nuevos creadores sin mundos felices han empezado a instalarse en otros territorios sin esperanzas pero con muchas ganas. Grotowsky, Barba, el minimalismo, entre otros, han sido algunas de sus anclas, aunque hayan viajado a veces un poco más allá.
Este es al menos el panorama que se desprende del reciente Festival Nacional de Teatro realizado la semana pasada en Cali. La importancia de este evento no reside solamente en que durante una semana se hayan reunido las supuestamente mejores obras de la producción dramática de los dos últimos años. Pues obviamente hubo ausentes tan definitivos como Orestiada ex Machina, Opio en las nubes, Días felices o La Siempreviva, entre otras sin las cuales no podria cerrar un panorama objetivo de los trabajos más logrados del teatro nacional. Sin embargo la muestra del festival se impone como uno de los esfuerzos más serios por redondear la dispersa realidad de la prolifica producción teatral de la que si da cuenta este evento. Pues lo más importante no fueron las obras que llegaron allí sino el descomunal proceso de selección promovido por Colcultura que logro recorrer las más apartadas regiones del país durante el año pasado para obsevar en conjunto como se estan viendo los colombianos así mismos atraves del teatro. Y los resultados fueron gratificantes si se tiene encuenta un arte que sigue padeciendo de pobreza absoluta, para el que no hay mecanismo claros de producción ni de gestión, haya presentado 360 obras a la preselección en lugares tan distantes como Puerto Nare (Antioquia), Mitú (Amazonas) o San Juan Nepomuceno (Bolivar), entre muchos otros.
Esta eclosión marcada por experimentaciones, escepticismos y todavia algunas ingenuidades, es también sin duda alguna una respuesta al plan Nacional de Teatro que desde hace dos años desarrolla a lo largo y ancho del país Colcultura con sus sistemas de fomento, salas concertadas y becas dramaticas. Por su puesto esta politica estatal no es la solución al famelico estado de las arcas teatrales ni es el hada madrina que con su varita ha logrado hacer brotar agua de las piedras.
Los problemas del sector teatral continuan siendo muchos y muy graves y los subsidios no pueden explicar por si solos esta exuberante producción, no siempre del más alto nivel. Pero si es un factor que se le suma al nuevo contexto del teatro nacional, sin el cual este no quedaría completo.
Es desde esta realidad, y algunas veces apesar de ella, de las que han salido sin embargo obras tan exquisitas y tan variadas como los Angelitos Empantanados del Matacandelas, La Guandoca de La Casa del Teatro de Medellín, Ñaque de Ensamblaje Teatro Comunidad-Taganga, Crapula Macula del Barco Ebrio y Los sueños de Dios de la Fanfarria, sin duda las mejores obras de la muestra.
A partir de ella se puede ser optimista con el nivel de la creación colombiana. Con visión tan distintas, de altos niveles de poesia mezclado con agudas observaciones sobre la realidad, con incursiones en el carnaval y en la memoria dolorosa del país, este teatro calidoscopio, vital comprometido con el mundo e interesado en la interioridad del ser humano es la muestra de una madurez formal en la que individualmente todos estos creadores estan comprometidos.
Los esfuerzos del fewstival por recoger este proceso en medios escritos, videos y fotografias, el interes por consolidar un pensamiento critico al rededor de estas obras, la preocupación de los grupos por profesionalizarse y el hecho de su confrontación y fogueo justifican este inmenso esfuerzo que poco a poco puede lograr consolidar el interesante proceso dramatico que se gesta día a día en Colombia.