Home

Cultura

Artículo

La fiesta del color

Con su nueva serie "Montañas", Antonio Roda va cada vez más lejos en su pintura.

4 de diciembre de 1989

Antes fueron las flores, ahora son las montañas. Hace dos años no exponía y desde la semana pasada está de nuevo en la Garcés Velásquez de Bogotá. Antonio Roda, el de los grabados, el Leonardo de Calamar, el español, llega ahora con sus montañas. Se trata de una serie de cuadros de gran formato, su producción más reciente, en los que se ha dedicado a trabajar con las montañas colombianas, sus montañas.
Desde su regreso al país, hace más de dos años, Roda ha soltado toda la carga emocional que lo caracteriza y la ha plasmado en sus lienzos. Sus montañas son el resultado de una evolución continua, de un trabajo que no ha cesado desde su última exposición. En esa ocasión, hace dos años, las flores fueron una especie de nueva etapa que siguió a un paréntesis en su evolución. Lo de hoy es la fase superior de esa de las flores, sin cortes, sin rupturas.
Forma y color son una sola cosa en esta serie. Por eso sería atrevido afirmar que lo que prima es color. "El único cambio ha sido que en las flores había una representación y aquí no la hay. Pero esto no es abstracto. Este es el paisaje, pero no hay ninguna referencia que me esté amarrando". Y por eso, como el lo dice, sus cuadros son la idea pictórica de las montañas, son las montañas que siente y no las que estan tras la ventana.
Roda está en su mejormomento. Se ha soltado del todo, ha encontrado la libertad que ansiaba en su pintura, pero no todo es color de rosa. Para él cada vez es más difícil pintar: "Cuando se es joven, hay un problema de oficio. Pero a medida que pasan los años se supera esa etapa y el problema es ahora de concepción".
Sus montañas son alegres. Los colores son vivos, juega con las gamas y lo que le interesa son los ambientes, algo mucho más difícil que copiar la realidad. Por eso estos cuadros son grandes masas de color, bloques que hacen ambientes en los que el punto de referencia es todo el conjunto, sin elementos individuales. Claro que hay formas que van de obra en obra, una especie de espirales o "torbellinos" -como los llama él- que están en varios cuadros pero que no juegan como puntos de apoyo. Son espirales de color integradas a sus montañas o, mejor, son parte integral del paisaje, su paisaje.
Y si su pintura cambia, él también cambia. "Antes me reía cuando escuchaba a algunos escritores -por ejemplo- afirmar que sus obras se les salían de las manos. Eso me parecía pretencioso. Pero últimamente me ha ocurrido que el cuadro me lleva y no hay nada que hacer". Cada obra es un mundo y cada mundo tiene su propia dinámica. Así, casi todo es nuevo en la exposición de Roda, tanto sus cuadros como muchos de sus conceptos. Y eso que ha logrado en el lienzo, quiere llevarlo ahora a sus grabados, lograr en ellos la misma libertad y despojarlos de referencias inmediatas. Ese es otro de sus retos. "El grabado es algo muy diferente a la pintura. Quiero lograr en el grabado lo que he hecho en esta serie".
Antonio Roda es un artista que cree en la inspiración. "Trabajo todo el día todos los días. De repente, el cuadro se va armando, se va armando. Es lo que antes llamaba la exaltación". Y así se va formando la obra de un hombre que afirma ser "lo opuesto a un pintor ordenado".