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LA FUERZA DEL CARIÑO

"El sabor de la infidelidad", una comedia con todas las facetas del amor.

30 de octubre de 1989


"El sabor de la infidelidad".
Dirigida por Joe Schumacher.
Con Ted Danson, Isabella Rosellini, Sean Young, Norma Aleandro.

En 1975 millones de espectadores en el mundo entero se divirtieron, sufrieron, simpatizaron, agonizaron y se enamoraron al ritmo francés de una comedia, Cousin, Cousine, escrita y dirigida por Jean- Charles Tacchella. Era una historia cínica pero inocente, perversa pero alegre, repleta de ese sabor a pan, sudor, sábanas sucias, traspatio y escaleras oscuras, que tienen las películas francesas típicas. Ganadora de un Oscar y convertida en una de las más taquilleras en la historia del cine, esta comedia, como tantas otras, ha sido tomada por Hollywood y convertida en una alegre y descomplicada historia, Cousins, que en Colombia ha sido lanzada con un título idiota, "El sabor de la infidelidad".

La historia es doméstica porque es la crónica de gente como uno. El director, Joe Schumacher, se ha divertido y divierte al público siguiendo los pasos cotidianos de estas parejas, para las que el sexo es a veces una forma normal de combatir el hastío que los está carcomiendo, aunque la mayoría de estos personajes está compuesta por seres alegres, descomplicados y con notable tendencia a la infidelidad, ese fenómeno social y sentimental que los sicólogos analizan ahora más que nunca.

Larry Kosinski (Ted Danson) conoce a María Hardy (Isabella Rossellini), durante el matrimonio de la madre de ella (Norma Aleandro) con el tío de él. Durante la fiesta, el otro marido (William Petersen) y la otra esposa (Sean Young) enloquecen el uno por el otro y así la película plantea una infidelidad a cuatro bandas. De ahí en adelante se asiste a una curiosa y divertida y también dolorosa vivisección de estos hombres y mujeres para quienes la vida ha sido grata, aunque llena a veces de insatisfacciones. Lo delicioso y divertido de esta comedia es la serie de situaciones que van sucediéndose, arrastrando a todos, empujándolos en esa especie de montaña rusa en la que suben y bajan mientras intentan acomodar la vida a las nuevas situaciones que surgen. La pasión de una pareja es totalmente sexual, llena de lascivia mientras la otra es más de compañía ternura, y el sexo sólo surgirá cuando la naturaleza los apremie. Burlona, ingenua, entretenida, con una pizca de cinismo y nostalgia, la película encanta, aunque muchos prefieren la primera versión.

"furia ciega".
Dirigida por Philip Noyce.
Con Rutger Hauer y Lisa Blount.

En una de las escenas iniciales de esta película, un ciego camina junto a una carretera en la Florida. Va tanteando con su bastón, roza el lomo de un caimán y dice: "Lindo perrito, lindo perrito" y, mientras el animal intenta morderlo, sigue su camino, aparentemente inocente del peligro que acaba de sobrepasar.

Esta es la historia tensa, angustiosa y al mismo tiempo divertida de un personaje curioso y solitario, llamado Nick Parker, encargado del cuidado de un niño asediado por los enemigos de su padre quien, a su vez, fue compañero en el frente de guerra de Parker. Tendrán que recorrer un largo trecho y para Parker, quien es ciego, esa travesía desde la Florida hasta Reno es una experiencia más, acostumbrado a convertir su ceguera en un arma peligrosa.

El personaje de Parker es un heredero fresco y directo de uno de los fantasmas más agresivos y violentos, también más simbólicos, que han atravesado el cine japonés, ese cine compuesto por samurais y espadas interminables, "Zatoichi", un guerrero ciego para quien la defensa de viudas y huérfanos era prioritaria. De esos conflictos, de esa ideología del guerrero aparentemente disminuido por la ceguera, ha surgido Parker quien, además, tiene un corrosivo sentido del humor negro. Puede encontrarse en medio del mayor peligro pero siempre apelará a una broma, sobre todo si tiene al lado a ese chiquillo, quien se convierte en un observador de esa violencia que los va cercando.

Lo interesante de estas películas de acción está en su impecable factura, en el ritmo que jamás decae, en un montaje sorprendente y ágil y, sobre todo, en la simplicidad de sus planteamientos, sin colocarle trampas al espectador, narrando al estilo de las grandes fábulas.

Quizás el mejor elogio que podría hacerse sobre este personaje y el nuevo mundo que le descubre al espectador, es que la atmósfera delirante que a veces se respira es igual a la de un western, donde los buenos son buenos y los malos, malos, sin dobleces morales ni trabalenguas ideológicos.--