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LA GAITA DE HEVIA

El disco del gaitero José Angel Hevia recurre a melodías celtas compuestas hace siglos. Detrás <BR>está la lucha de un pueblo por no morir.

JUAN CARLOS GARAY
1 de noviembre de 1999

Cuando uno lee que el joven gaitero José Angel Hevia lleva en España 500.0000 copias
vendidas de su álbum, y que ese álbum es una colección de piezas tradicionales (algunas de ellas con varios
siglos de edad), o inspiradas en la tradición, puede pensar que se trata de uno de esos retrocesos con que
sale a veces la moda. Después de todo la primera impresión es la de una música tradicional a la que se
han agregado guitarras o teclados eléctricos para hacerla más acorde a oídos contemporáneos.
Sin embargo el disco Tierra de nadie es más que eso, mucho más. Aquellos que han reseñado esta
música como exponente tardío del new age no se equivocan, pero su juicio es insuficiente. Desconocen que
detrás de la gaita de Hevia está la lucha de un pueblo por salir a la superficie. José Angel Hevia viene de
Asturias, en el norte de España, donde se conservan muchos rasgos de la cultura celta. Lo que sucede es
que tales rasgos (la música, por ejemplo) han sido víctimas de sistemáticas anulaciones y sólo es hasta ahora
que los descendientes de los celtas vuelven a hacer emerger sus costumbres y su arte.
Hace 15 siglos San Patricio llegó a Irlanda con el ánimo de civilizar sus costumbres salvajes. Lo que hizo,
en cambio, fue más salvaje: los privó de sus ritos, de sus cantos, redujo su religión a la categoría de mito y
anuló buena parte de la riqueza cultural celta. Hace cinco décadas los celtas sobrevivientes eran todavía
objeto de represión: en España el régimen de Franco, en su afán de homogenizar la identidad nacional,
prohibió manifestaciones minoritarias como la música de Asturias.
José Angel Hevia nació cuando todavía la música para gaita en el norte de España era una expresión menor.
El, junto con otros de su generación, vio acabarse el terror tras la muerte de Franco y se encargó, en los
80, de revivir el entusiasmo por este arte. De 25 gaiteros profesionales que se contaban entonces en toda
Asturias se ha pasado hoy a 3.500 gracias a su actividad docente.
Y esa visión contundente de Hevia es la que ha llevado a su música a sonar como lo hace. Volver a la
tradición intacta, a tocar estas piezas musicales, utilizando tan sólo gaitas y rústicos tambores, sería para él
aceptar con sumisión el retroceso en que los regímenes sumieron a la cultura celta. En cambio añade a estos
sonidos los de otros instrumentos más modernos y asume entonces la evolución que debió haber sido natural
en esta música.
Hay, desde luego, puristas que han rechazado su propuesta por sonar demasiado actual y poco tradicional. A
ellos les contestó Hevia en una reciente entrevista expresando que "yo también amo la tradición; si no la
amara no estaría haciendo esto. Pero para mí la música es algo vivo". Con esto ha querido decir que quien se
empeñe en tocar una pieza tal como sonaba hace siglos está negando la lógica evolución, matando la música
de algún modo.
Las 500.000 copias son lo de menos. Hay discos peores que han vendido más y discos mejores que
fueron comprados apenas por un puñado de melómanos. Lo realmente valioso de esta grabación es que
Hevia ha asumido la vocería de muchas generaciones que murieron con la voz apagada. La Tierra de nadie
que proclama el título del disco es la suya propia, pero al mismo tiempo hace todos los esfuerzos porque
vuelva a ser reconocida y se recompense con creces el silencio de tantos años. La gaita de Hevia no suena
para vender 500.000 copias sino para volver a colocar a Asturias en el mapa de la música del mundo.


A propósito de sonidos celtas...
Carlos Núñez A Irmandade das Estrelas Ariola
Varios Dublin to Dakar Putumayo
La idea de que los celtas y sus tradiciones solamente tuvieron a Irlanda como escenario es incompleta. Hay
rasgos muy claros de la cultura celta que se han encontrado en Francia, España, Portugal, los Balcanes e
incluso en una franja en el oriente de Canadá. Por eso no es de extrañar que últimamente hayan aparecido
discos de todos esos rincones con una sonoridad común.
Tal vez el primero que hizo de la música celta para gaita un fenómeno de interés mundial fue el español Carlos
Núñez. Su disco A Irmandade das Estrelas (La hermandad de las estrellas) fue éxito en ventas y lo que en
principio era una música que sólo se escuchaba en los rincones de Galicia pasó a ser apreciada en diversos
países.
La música de Núñez, sin embargo, no puede ser comparada con la que actualmente graba y ejecuta José
Angel Hevia. El joven de Asturias ha dicho que "aunque él es un pionero de la expansión de estos sonidos hay
diferencia en nuestros discursos musicales. El de él es un discurso más acústico, el mío no".
Con esto Hevia ha dejado en claro que son múltiples las maneras de acercarse a la música celta, y que todas
son válidas. Tal vez uno de los documentos que mejor muestra aquella gama de sonidos es el recientemente
publicado Dublin to Dakar, una selección de piezas de 11 artistas que se anuncia con el subtítulo de "A celtic
odissey" (una odisea celta). Aquí puede uno encontrarse con manifestaciones de clara influencia celta que
provienen de naciones tan disímiles como Italia, España, Argelia y, por supuesto, Irlanda.
La diferencia entre los sonidos de unos y otros artistas es la que mejor habla de una riqueza cultural celta.
Hay en este disco expresiones desde sencillas piezas acústicas hasta elaboradas fusiones con ritmos
africanos y con el rock. De fondo, sin embargo, el espíritu es el mismo. La fuerza de esta música es la
misma de un pueblo que se ha resistido a la extinción y que ahora, en cambio, resurge desde múltiples
rincones del mundo.