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La generación del sándwich

Son escritores que hoy tienen entre 50 y 70 años, que publicaron después de García Márquez, y que crearon nuevos juegos de lenguaje. ¿Qué ha dejado la generación que da inicio al 'post boom'?

6 de junio de 2004

"Es una generación de gregarios. Han estado allí para hacer bulto (sobre todo R.H. Moreno). Lloran y reclaman una importancia que no tienen. ¿Qué carajos representan? Gracias a ellos crecí creyendo que la literatura era una cosa aburrida e inmamable. A propósito, ¿quién es Luis Fayad? Lo poco que he leído de ellos me quitó cualquier interés de seguir adelante. La única forma en que podría apasionarme por sus libros sería montando una planta para reciclar papel. Como lector siempre hay que saltar mucha basura para encontrar el libro justo. No me leería una novela de R.H. Moreno o Andrés Hoyos (que por edad y actitud pertenece a esa generación) ni condenado a cinco cadenas perpetuas", afirma Efraim Medina Reyes (1969), autor de Técnicas de masturbación entre Batman y Robin, sobre la generación de escritores colombianos que precedió a la suya. Esa generación que algunos investigadores, como Luz Mary Giraldo, han llamado "la generación de la ruptura" y a la que pertenecen escritores que hoy tienen entre 50 y 70 años, que nacieron una década después de García Márquez y que publicaron sus mejores libros en los años 70 y 80, algunos años después Cien años de soledad.

Con ellos comenzó lo que de manera muy amplia se ha llamado el "posboom", una generación que "rompió" con el realismo mágico, que se metió con firmeza en la literatura urbana, que promovió intensos debates en las universidades cuando la revolución cubana y las manifestaciones del 68 estaban en pleno auge. ¿Se han olvidado los medios de comunicación de su legado? ¿Tiene razón Efraím Medina, uno de los escritores que más difusión ha gozado por parte de la prensa en la actualidad? ¿Qué les dicen a los lectores nombres como

Germán Espinosa (1938),

Marvel Moreno (1939), Albalucía Ángel (1939), Óscar Collazos (1941), Fernando Vallejo (1942), Gustavo Álvarez Gardeazábal (1945), Luis Fayad (1945), Antonio Caballero (1945), Fanny Buitrago (1946), R.H. Moreno-Durán (1946) y Roberto Burgos Cantor (1948), entre otros?

"Creo que fuera de los medios de comunicación han recibido el reconocimiento que merecen. Pero que cuando comenzaron a sacar sus libros, era muchísimo más fácil para los medios hablar de un solo buen escritor, de García Márquez, premio Nobel y sin duda un maestro de la narración, que ponerse a leer con calma a lo que parecía ser una fila de aspirantes. Quiero decir que esa generación tuvo que refugiarse en el exterior o en las academias de literatura (que fueron, en algún momento, como un agujero negro) ante la ausencia de interlocutores. Escribieron, como todos los escritores, para un público parecido a ellos mismos. Pero ellos eran una minoría de una minoría. Los escritores que llegan a publicar ahora, en cambio, publican en un mundo en el que existen editores culturales sin prejuicios, editoriales dispuestas a arriesgar más por sus autores, y periódicos y revistas atentas a las voces nuevas. Pertenecen a la mayoría de una minoría: le temen un poco menos, para bien y para mal, a lo que ocurre fuera de los libros. No sé si publicar sea más fácil que antes. Pero hoy sin duda hay un público menos snob, con más amor propio e interesado de verdad en oír historias que sucedan en el mundo que conoce", opina sobre ellos Ricardo Silva (1975), autor de varios libros.

Para Luz Mary Giraldo hay un problema de ignorancia en quienes están escribiendo sobre la historia reciente de la literatura colombiana y un desconocimiento de estos autores. Hay una tendencia a pasar de García Márquez a la generación de escritores que nacieron entre 1964 y 1975, restándole importancia a esa "ruptura" de los autores ya mencionados. "No es con Santiago Gamboa ni con Mario Mendoza con quienes se origina la literatura urbana como ahora se dice en los medios de comunicación. La ciudad es un tema que ya se había trabajado por ellos", dice. Para ella esa generación tuvo características muy claras como un convencimiento por la tradición literaria, una crítica al establecimiento, una experimentación con el lenguaje, creían en la necesidad de la utopía, crearon personajes comunes y corrientes. Collazos, por ejemplo, sostuvo un arduo debate político con Julio Cortázar. "La generación de autores que publica ahora no cree en la tradición, no tiene una ideología, son hijos del escepticismo", dice.

Ruptura o trashumante

R.H Moreno-Durán está de acuerdo con el título de "generación de la ruptura" pero también con el calificativo de "generación trashumante". "Es una generación que ha tenido muchos nombres y ninguno. A los poetas que surgieron por esos años los incluían en la 'generación desencantada' o 'generación sin nombre'. Y muchos de nosotros vivíamos por fuera del país y por eso, irónicamente, no hay ni siquiera fotos en donde nos veamos reunidos", dice. Albalucía Ángel vivió en Londres y Roma; Collazos pasó muchos años en España, al igual que R.H MorenoDurán. Germán Espinosa, en África; Luis Fayad, en París; Vallejo, en México.

"No veo un menosprecio de una generación. Por el contrario observo una ética y dignidad de lo artístico en cuanto ha sido un grupo de escritores que han ido conquistando su espacio en la sociedad, lector a lector, con un respeto. No hemos mareado al público con la engañifa comercial, ni aturdido a los lectores con el escándalo banal y el facilismo vulgar", comenta Roberto Burgos.

Luis Fayad, por su parte, opina: "Nadie de mi generación pensó en el 'realismo mágico' para alejársele o para estar cerca, la enseñanza de sus autores nos llegó de una concepción más válida de la literatura, creo que muchos no entendimos o no nos interesó la definición. Nos

interesaba nuestra propia expresión con el conocimiento de esos autores y de la literatura universal".

De la nueva ola de escritores no todos ven de manera despectiva el legado de esa generación como lo hace Medina. Hace poco Mario Mendoza (1964) escribió tras la noticia de que R.H Moreno Durán había recibido el Premio Ciudad de San Sebastián: "Los estudiantes de filosofía y letras de la década de los 80 supimos de R.H por tres novelas suyas que habían sido publicadas entre 1977 y 1982. Por esos años, Bogotá era una ciudad fea, caótica y famosa por sus raponeros y sus estafadores profesionales. Para nosotros, que queríamos verla en las páginas de los libros, que deseábamos citarla como personaje literario contemporáneo, los libros de R.H. fueron toda una revelación". Santiago Gamboa (1965) también elogió, hace poco, a Germán Espinosa: "Leer sus memorias es, sobre todo, seguir el hilo de un intenso recorrido humano, de una vocación literaria defendida contra viento y marea, pues Espinosa, como tantos creadores a lo largo de la historia, fue recompensado en su madurez, teniendo que soportar durante largos períodos de su vida el ninguneo, los denuestos y, muy a menudo, insultos y ofensas de colegas, editores y personajes de la cultura".

"Ellos demostraron que había muchos caminos, superaron la recreación de lo rural, retrataron hombres de carne y hueso muy parecidos a los lectores, se olvidaron de las clasificaciones de marras de la novela y construyeron universos propios en los que pesa tanto lo sicológico como lo urbano", dice Fernando Quiroz (1964).

No todo ha sido bueno. De estos escritores muchos han publicado varios libros pero pocos, con el pasar de los años, han quedado en la memoria de la literatura colombiana. Se les critica un carácter erudito, excesivamente intelectual. Muchos de estos autores no han podido llegar a una obra cumbre, pero también es claro que hay títulos que se siguen reeditando varios años después de sus primeras publicaciones: Sin remedio, de Caballero; Cóndores no entierran todos los días, de Álvarez Gardeazábal; Algo tan feo en la vida de una señora bien, de Marvel Moreno; La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo; Femina Suite, de R.H. Moreno Durán; Tejedora de coronas, de Espinosa; El patio de los vientos perdidos, de Burgos; Los parientes de Ester, de Fayad, entre otros títulos, dan fe de ello. Y es allí donde toca revisar, releer y, sobre todo, dejar de lado los estereotipos facilistas que tienden a agrupar y uniformar a escritores y artistas en general como si se tratara de drogas genéricas. La diversidad de estilos y temáticas es una característica común a los escritores tanto del boom latinoamericano como de generaciones anteriores y posteriores. Esta "generación perdida" (ni tan perdida al menos en términos de publicidad si se tiene en cuenta que a ella pertenecen autores muy promocionados) no es la excepción y la mejor manera de estudiarla es leer uno a uno de sus autores como creadores individuales y no verlos como las fichas de una patota amorfa de la que opinan alegremente quienes ni siquiera los han leído.