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LA GRAN PIñATA

Rebatiña por la T.V. en vísperas de la adjudicación

18 de mayo de 1987

Era como una gran piñata. Solo que en lugar de chucherías, lo que estaba en juego eran millones y millones de pesos. De una semana para acá el país parece haber olvidado sus problemas de orden público, de narcotráfico y hasta de la supuesta inminencia de la crisis ministerial, para hablar solo de un tema: la televisión. Sin embargo, cuando parecía que la piñata estaba por romperse, jalaron la cuerda, y todo el mundo quedó debajo, dando palos de ciego.
Eso fue exactamente lo que pasó la semana pasada, cuando después de un creciente suspenso sobre la adjudicación de la nueva licitación, el Consejo Nacional de Televisión decidió aplazar hasta después de Semana Santa la decisión final sobre la nueva programación.
Si han existido instituciones criollas que ningún extranjero puede entender, como el Frente Nacional, los ex presidentes, los delfines, etc., habría que incluir en la lista el régimen de la televisión colombiana. Nunca se desatan tan descaradamente los factores del poder como en la semana previa a la adjudicación de la licitación. Todas las fuerzas del sistema se ponen en funcionamiento para determinar cuál será la repartición del contenido de la piñata durante los próximos cuatro años.
Entre el lunes y el miércoles santo no había conversación que no girara sobre el tema. Más que evocaciones religiosas, las frases que se escuchaban eran del estilo de "qué injusticia con Andrés", "se salvó Chespirito ", o "descabezaron a Juan Guillermo".
Pero esta feria de rumores quedó inconclusa cuando los colombianos tuvieron que irse de vacaciones con la incógnita total sobre qué será finalmente lo que les tocará ver en la televisión, de ahora en adelante.
Este año, a diferencia de los anteriores, en la licitación de T.V. jugó un factor nuevo: el controvertido Consejo Nacional de Televisión, creado por la ley 42 de Belisario Betancur, para que la responsabilidad del manejo de la T.V. pasara, teóricamente, de manos del gobierno a manos de la comunidad. La validez de este experimento se comenzó a medir por primera vez la semana pasada, cuando se encontraron en torno a la misma mesa de negociaciones cinco "representantes de la comunidad" con cuatro representantes del gobierno. Estos últimos eran Germán Montoya, secretario general de la Presidencia y delegado del presidente en el Consejo de T.V.; Edmundo López, ministro de Comunicaciones; Carlos Valencia Goelkel, director de Colcultura; y Gonzalo Hernández de Alba, quien entró como representante de las academias, antes de ser nombrado subdirector de Colcultura. Los miembros no representantes del gobierno eran Germán Santamaría, por el CPB; William Fadul como el más antiguo ex director de Inravisión; Carlos H. Gómez, por las facultades de comunicación; Edgar Astudillo, suplente de Ariel Armel, en representación de los consumidores; y Darío Valencia en representación de la Comisión de Vigilancia, otro ente de la ley 42.
Estas nueve personas trabajaron sin tregua en tres subcomisiones diferentes, pero toda la tensión política se centró en una de ellas: la encargada de estudiar y recomendar la adjudicación de noticieros. Aun cuando el miércoles santo estaba de un "chacho" la adjudicación total de la programación nacional, todo el juego quedó reabierto con motivo del aplazamiento de la misma, y sobre lo único que parecía haber un acuerdo relativamente definitivo era sobre la distribución de los noticieros. No obstante que pueden presentarse todavía algunas variaciones, los detalles sobre cómo se llegó a este principio de acuerdo constituyen una crónica apasionante acerca de la manera en que están funcionando los nuevos mecanismos de adjudicación de T.V.
EL CUARTETO DE ALEJANDRIA
Cuatro eran los miembros de la subcomisión encargada de los noticieros. Germán Montoya William Fadul, Darío Valencia y Germán Santamaría. Además, el ministro de Comunicaciones o su representante, el viceministro, podían asistir a las sesiones de cualquiera de las tres comisiones. En su etapa inicial, la subcomisión alternaba su sitio de reunión entre las oficinas de Inravisión y la de Germán Montoya en Palacio.
Las primeras sesiones eran simplemente de calentamiento, pero rápidamente se hizo evidente que había dos bandos: el gobierno, por un lado, y los otros miembros del Consejo, por el otro. Aunque las relaciones eran muy cordiales, era obvio que había una medición de fuerzas. La voz del gobierno la llevó inicialmente Germán Montoya, quien, como buen paisa negociador, puso primero a hablar a los otros. Y en lugar de proponer fórmulas concretas o tratar de imponer su criterio, el delegado del Presidente se limitaba a hacer preguntas. "¿Qué les parece tal programadora?" "¿Qué opinan de este noticiero?". Y así, gradualmente, fueron saliendo los conceptos de los otros miembros del Consejo, sobre la totalidad de los aspirantes a noticieros.
La línea dura la representaban Germán Santamaría y Darío Valencia, cuya filosofía era: profesionalismo, despolitización y no concentración. Lo que en otras palabras significaba no a los delfines, y no a las cadenas. William Fadul representaba la línea pragmática y moderada.
Gradualmente, la posición inicial de Santamaría y Valencia se fue moderando, en la medida en que las preguntas y los juegos de hipótesis que planteaba Montoya iban dejando en claro que nada es completamente blanco o negro en este mundo.
Se decidió entonces crear un sistema de puntajes que incluía factores profesionales, políticos y técnicos de cada uno de los aspirantes. Este llegaba hasta mil puntos, y toda programadora que pasara de 700 clasificaba.
Algunos nombres concretos creaban más polémica que otros. Cuando se hablaba de Kripton, la programadora de la cual es socia Diana Turbay, Valencia y Santamaría se radicalizaban, argumentando que carecía de experiencia profesional y televisiva. Alegaban la conveniencia de que los noticieros quedaran en manos de periodistas profesionales reconocidos, y daban como ejemplo los nombres de Juan Guillermo Ríos, Fernando Buitrago y Jorge Enrique Pulido.
Cuando se hablaba de Mauricio Gómez, se le registraba su resbalón durante la campaña electoral de su padre, pero se le reconocía gran integridad profesional y, contrario a lo que se opinaba en la calle, nunca hubo un intento de revanchismo político en su contra. A Andrés Pastrana también se le reconocían grandes calidades profesionales, pero pesaba en su contra su doble condición de periodista y político, particularmente en lo que se refiere a sus supuestas aspiraciones a la Alcaldía de Bogotá.
En algunos momentos cobraba fuerza el nombre de Juan Guillermo Ríos, que en cierta forma era la contraparte que presentaban los opositores de Diana Turbay como símbolo del periodismo raso. Sin embargo, desde ese momento se hizo evidente que las resistencias y las presiones contra una adjudicación al "hombre del buen genio", eran todavía tan intensas como el día de su salida de la televisión .

SEGUNDA ETAPA
La segunda etapa de la negociación surge cuando la representación del gobierno cambia de Germán Montoya al viceministro de Comunicaciones, Marco Tulio Rodríguez, quien se presenta con la primera propuesta concreta de adjudicación, una plancha integrada en la siguiente forma: al medio día, de lunes a viernes, Andrés Pastrana en la Cadena Uno, y Gloria Pachón en la Cadena Dos. A las siete de la noche, Mauricio Gómez en la Cadena Uno, y Felipe López en la Cadena Dos. Y a las nueve y treinta de la noche, Margarita Vidal y Juan Gossain en la Cadena Uno, y Javier Ayala y Gabriel Ortiz en la Dos. (Posteriormente, estos dos fueron invertidos de cadena). Y para el fin de semana, en los noticieros del medio día, Cinevisión en la Cadena Uno y Jorge Barón en la Cadena Dos. En la noche, Diana Turbay en, la Cadena Uno, y Fernando Buitrago (heredero de las oportunidades de Juan Guillermo Rios, una vez que este fue descabezado), en la Cadena Dos.
Aunque la plancha, en términos generales, representaba un acercamiento a las conclusiones a las que se había llegado después del "tire y afloje" de las discusiones iniciales, surgieron, sin embargo, tres puntos polémicos. La inclusión de Jorge Barón, a quien se asociaba más con musicales que con informativos; la "descolgada" de Andrés Pastrana al medio día, y la adjudicación a Diana Turbay del apetecido horario nocturno del fin de semana.
La descabezada de Jorge Barón fue la única que no tuvo mayores resistencias. Todo el mundo estuvo de acuerdo que "una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa". Teniendo en cuenta que se había abierto paso la necesidad de favorecer a periodistas tradicionales, se decidió reemplazar a Barón por Pulido o Mario Acosta, dependiendo de cuál tuviera mejor puntaje. Como la programadora de Acosta no clasificó finalmente, ganó Pulido .
William Fadul, que había sido un ejemplo de equilibrio y moderación hasta el momento, cambió de tónica, ante la cápitis diminutio de Pastrana. Vehementemente expresó su oposición, argumentando que no veía por qué un noticiero respetado, de amplia trayectoria y gran aceptación, debía ser objeto de una decisión arbitraria de esa naturaleza. Además, objetó el sistema de puntaje por considerarlo subjetivo.
Al llegar a discutirse el punto de Diana Turbay, Darío Valencia y Germán Santamaría expresaron una vez más sus reservas filosóficas, agregando que no se trataba en forma alguna de consideraciones personales o políticas, sino simplemente de respeto a criterios profesionales. Valencia manifesto que, teniendo en cuenta que los informativos nocturnos del fin de semana constituyen mejores espacios que el noticiero diario al medio día, le parecia más lógico que fuera premiada la labor periodística de Gloria Pachón, y que Kripton, la sociedad de la que es accionista Diana Turbay, fuera trasladada al noticiero diario del medio día para ir "colonizando espacios". En esto fue apoyado por Germán Santamaría. El gobierno señaló que la razón por la cual se había elaborado una plancha era para promediar posiciones y poder llegar a alguna fórmula, pero posteriormente ame la insistencia del otro grupo, aceptó consultar al alto gobierno sobre la sugerencia. Después de la consulta, la respuesta fue afirmativa.
LA ETAPA FINAL
Con esta transacción, firmada por todos los miembros de la subcomisión, con la excepción de William Fadul, la planilla fue presentada ante el Consejo de T.V. en pleno. Ahí, a la constancia de Fadul se suma otra, de Carlos H. Gómez, el representante de las facultades de comunicación, alegando que el sistema de puntaje no tiene ninguna relación con las disposiciones de la ley 42 por no obedecer a un criterio estrictamente técnico y por ser distinto al puntaje utilizado por las otras dos subcomisiones. En ese momento interviene el viceministro de Comunicaciones, Marco Tulio Rodríguez, indicando que la constancia de Gómez constituye una interpretación de la ley, pero no necesariamente la ley. Y aunque considera perfectamente válido que se registren constancias en contra, señala que estas no afectan la legitimidad de la decisión tomada.
Se decide entonces la conveniencia de que el sistema de puntaje sea sustentado, caso por caso, ante una representante de la Procuraduría y los nueve miembros del Consejo de T.V. en pleno. Después de esto, la delegada de la Procuraduría le da la razón al viceministro, señalando que no existe ilegalidad alguna en la metodología utilizada. Ante lo cual, Darío Valencia y Astudillo le solicitan a Carlos H. Gómez que retire su constancia. Este accede, pero junto con William Fadul, votan en contra de la plancha final, (ver cuadro), que es aprobada por una votación de siete miembros contra dos. Sin embargo ha trascendido que tres de ellos, Santamaría, Valencia y Astudillo presentarán en las próximas horas una constancia en la que aclaran que si bien votaron a favor de la planilla, no comparten totalmente su contenido, pues en su opinión, algunos de los beneficiados con noticieros no llenan los requisitos de profesionalismo.
Había gran expectativa al comenzar las vacaciones de Semana Santa sobre si esta sería o no la distribución definitiva de los programas informativos. Andrés Pastrana, con apoyo general, estaba moviendo sus fichas para solicitar una reacomodación, señalando en privado que no descartaba la posibilidad de rechazar la baja de status a que lo estaban sometiendo. Algunos miembros del Consejo aclaraban que su programadora, Datos y Mensajes, tendría compensación a través de otros espacios en muy buen horario para equilibrar las cargas. Pero esto, al parecer, no convencía mucho al joven director-presentador, para quien el interés parecía radicar en la actividad noticiosa, más que en los otros géneros televisivos.
Algo semejante se rumoraba de Diana Turbay, con la diferencia de que en el caso de ella, nadie hablaba de compensación de espacios, puesto que solo había licitado noticiero.
El otro gran descontento era Jorge Arenas, propietario de Cinevisión, cuya programadora había hecho un gran despliegue el domingo por la noche, anunciando la llegada de Gustavo Castro a la dirección y presentando a todo el elenco, como si Cinevisión se estuviera preparando para pasar a las "grandes ligas". En lugar de esto, fue relegada al "regularón" espacio del medio día, el fin de semana. Como esta programadora es una de las de mayor experiencia noticiosa, y además considerada "barquista triple A" por la cercanía personal, política y geográfica (ambos de Cúcuta) entre Arenas y Barco, se anticipaba más bien una promoción. Se rumora que Jorge Arenas, aparentemente confiado de esto, se encontraba veraneando en Cartagena y fletó un avión privado para venirse a Bogotá, tan pronto como se enteró de sus vicisitudes.
El Consejo se fue a descansar en Semana Santa con todo este descontento acumulado, sabiendo que cualquier reacomodo que se hiciera crearía problemas tan grandes como los que estuviera intentando solucionar. Lo que es seguro, es que nunca habrá una fórmula que deje a todo el mundo contento.
El resultado final, no solo de los noticieros sino de la totalidad de la programación, no se sabrá sino hasta la semana entrante. Dependerá en gran parte de un modernísimo sistema de computador que han montado William Fadul y Carlos H. Gómez, que representa un avance enorme sobre los artesanales sistemas anteriores. Pero de lo que sí se pueden ya sacar algunas conclusiones, es del funcionamiento de los nuevos mecanismos de adjudicación, creados por la ley 42. En primer lugar, el Consejo Nacional de Televisión, que muchos creían iba a ser estrictamente decorativo, está ejerciendo a cabalidad sus atribuciones. Como el gobierno no tiene mayoría, ha sido necesario llegar a un sistema de negociación y coaliciones ad-hoc, para cada uno de los puntos controvertidos. "Es como manejar mercurio", afirmaba una fuente cercana al gobierno, haciendo referencia a la movilidad con que varían estas coaliciones, de un día al otro, y de un tema al otro. La conclusión es que ni el gobierno está adjudicando ciento por ciento, ni el Consejo tampoco. La interrelación entre los dos ha constituido un sistema de pesos y contrapesos, que independientemente del número de inperfecciones que haya podido tener, está correspondiendo, más allá de lo que se esperaba, al espíritu de la ley 42.
Esto, sobre todo en lo que no se refiere a los noticieros, donde la interferencia del gobierno ha sido, hasta el momento, muy moderada. El ministro de Comunicaciones, Edmundo López, en forma serena y ponderada ha manejado este nuevo experimento sin ningún exhibicionismo y sin alarde de voracidad oficialista. El Presidente, por su parte, ha mantenido una cierta distancia de todo el proceso. Y en todo caso, de lo que nadie lo podrá acusar, es de haber favorecido a sus amigos.