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LA GRAN PLAZA

La peatonalización de un tramo de la carrera séptima haría posible la creación de una gran plaza lineal para Bogotá

30 de abril de 1984

Quien ha presenciado cualquiera de las manifestaciones cívicas o políticas que se llevan a cabo en la Carrera Séptima en el centro, habrá notado los conflictos entre manifestantes y los vehículos motorizados que se desplazan a lo largo de la misma vía. Esto hace que nos preguntemos cuál de estas actividades es la que legítimamente debe estar representada en el sector. La respuesta surge por eliminación natural cuando se piensa que, al fin y al cabo, los carros pueden tomar cualquiera de las otras rutas del centro, mientras que la actividad política y cívica no puede salirse de la arteria principal, óptimo escenario para anunciar las aspiraciones máximas de la ciudadanía. Si la misma manifestación se desviara por cualquier otra ruta, sencillamente pasaría desapercibida y por lo tanto perdería su sentido.
La reciente instalación de la ciclovía, los domingos en el centro, ha servido como una especie de laboratorio en el que observar la mezcla de una serie de actividades: algunas son lúdicas, o de recreación, otras siguen siendo comerciales y otras aún son cívicas. Lo significativo de la situación, es que al mezclarse estas actividades se optimizan mutuamente. Esta peculiar manera de asociación en el corazón de la ciudad evoca la democrática ágora griega y nos la hace visualizar, en el caso bogotano, como una larguísima plaza que se extiende por la Séptima desde la Plaza de Bolívar, hasta la de Toros: en efecto, desde hace varios años, la actividad cívica ha desbordado la capacidad de la Plaza de Bolívar, debido al tremendo crecimiento de la capital de Colombia. Por ello, y de manera apenas lógica, el escenerario actual ocupa el tramo ya mencionado a lo largo de dieciseis cuadras.
Más que ninguna otra plaza, la Séptima en el tramo en cuestión es la Gran Plaza de la ciudad. Su peatonalización está siendo considerada actualmente por las autoridades del Distrito y la propuesta ha sido ya presentada al Presidente de la República quien en principio se ha mostrado favorablemente impresionado con la misma. En este momento se estudia la posibilidad de un par vial alterno compuesto por las carreras Quinta y Novena para que, al combinarse, absorban el tráfico vehicular de la Séptima. De todas maneras ella continuaría atravesada por calles vehiculares pero la peatonalización le abriría las puertas definitivas a su verdadera vocación, la de Plaza, que ha expresado por lo menos durante los últimos veinte años.
Esta peatonalización amarraría significativamente a varios sectores del centro entre si: en el extremo Sur estaría el núcleo conformado por el Palacio de Nariño con sus aledaños Palacios del Congreso y de Justicia así como la Catedral Primada, el Palacio Cardenalicio y los sectores tradicionales de Santa Bárbara y La Candelaria; en el extremo Norte estaría el área donde aparecen los cines, alrededor de las calles veintidós y veinticuatro, así como el Museo de Arte Moderno, la Biblioteca Nacional, el Parque de la Independencia y la Plaza de Toros, todo ello sobre la calle veintiseis, y estos dos sectores se comunicarían entre sí a través del sector financiero y comercial de la ciudad.
Seguramente esta Gran Plaza lineal tendrá que contar con una instalación de transporte motorizado lento, como un pequeño tren, tranvía o similar que pudiera ser gratuito para el público y que permitiera recorrer sus tramos sin caer ante la excesiva distancia. Una vez obviado el requerimiento vehicular con la presencia del par vial y obviado también el requerimiento peatonal con el transporte motorizado específicamente diseñado para la Plaza, tendrían que ofrecerse opciones con qué reemplazar la vitalidad que actualmente aporta al sector el tráfico vehicular. Porque es indudable que dentro de este pedazo de Séptima, los vehículos representan una significativa presencia tanto visual como auditiva, aunque profundamente disruptora de las otras actividades que allí se dan. Quizás en este sentido habrá que promover institucionalizar actividades como las de emboladores y culebreros, vendedores ambulantes y maromeros, y muchas otras que se dan con marcados síntomas de desorden e incomodidad para todos los usuarios. Seguramente la peatonalización de la Séptima en el Centro ha de traer una serie de ventajas para esta parte de la ciudad: permitirá enfatizar las actividades implícitas en el carácter policlasista del espacio urbano (a diferencia de cualquier otro sector de Bogotá o aún de alguna otra ciudad colombiana, ese pedazo de Séptima ofrece una mezcla muy diversa de distintos orígenes sociales así como distintos origenes regionales, y por ello es el crisol por excelencia de las situaciones de nuestro país), y seguramente también incidirá en el incremento de la seguridad y en la posibilidad de controlar mejor la actividad de ladrones y raponeros que hoy se esconden y filtran por entre el tráfico vehicular.
La ampliación del espacio donde se llevarán a cabo estas integraciones y comunicaciones optimizará el escenario donde combinar de manera excelente el tiempo de trabajo, con el tiempo libre, con el tiempo de ocio.
Esto también incidirá en una mayor externalización de las actividades sociales y comerciales que en Bogotá tradicionalmente, y no precisamente para bien de la ciudad, se han llevado a cabo de puertas hacia dentro. Si las nuevas actividades obtienen el equipamiento y amoblamiento adecuados, podrán desarrollarse con mayor efectividad. Pero la peatonalización de la Séptima en el Centro tiene que presuponer la constitución definitiva de la Plaza para la cual ha mostrado muy claramente su vocación, y ello es algo más que un asunto de simple funcionalidad o capacidad de albergar actividades cívicas, o de amoblar, o de adecuar, o de instalar equipos que permitan su mejor utilización. Tiene que ver también y sobre todo, con el establecimiento de una escenografía que permita lograr la "figura de la Plaza", porque si es cierto que actualmente es un escena rio, es cierto también que está vacío de valores y calificaciones. En esto reside su mayor inmadurez. Por ello hay que diseñar la escenografía para que esta vía que ha comenzado a ser Plaza, pueda, de verdad, llegar a serlo.
Quien quiera que aún dude de la condición de Plaza de este pedazo de Séptima debe hacer el siguiente experimento: aproximársele por cualquiera de las calles que la cruzan, que invariablemente (con excepción de las arterias) son vías tranquilas a escala menor. Cuando uno se acerca, comienza a sentir el fragor de su gran concentración de personas, la mezcla tremenda de sus actividades, la intensidad de su vitalidad. Es como aproximarse a una Plaza en cualquier lugar del mundo occidental. La diferencia consiste fundamentalmente en que ésta es una Plaza muy larga, de tipo lineal, que está invadida por automotores. Por otra parte, si se quiere corroborar aún más la existencia del hecho "Plaza" no hay sino que observar la actividad cívica, política y social que en la misma se da. Para imaginar su posible escenografía se podría recurrir a imágenes como la de Plaza Navona, en Roma, que tiene similaridades significativas con lá nueva Gran Plaza de Bogotá: la de Navona es una plaza que originalmente no lo fue, pues surgió de un circo romano abandonado cuyas graderías fueron construidas con vivienda en la Edad Media: además morfológicamente hablando, ésta es también una plaza lineal. Claro que la de Bogotá lo sería mucho más y equivaldría a unas seis Plazas Navonas puestas una en seguida de la otra.
Piénsese entonces en fuentes de Bernini, en fachadas de Borromini, en la piedra, en el agua, y en obeliscos: en arcos (¿porqué no?) o en cualquier otra forma decorativa, divertida, decadente si se quiere, pero significativa, y así comienza a vislumbrarse de manera relativamente concreta la posible escenografía para el nuevo espacio cívico de Bogotá. Pero estas lucubraciones seguramente deberían surgir de algún concurso convocado por el Distrito Especial o por la Sociedad Colombiana de Arquitectos, o por alguna de las Facultades de Arquitectura o Arte para que entre arquitectos y artistas, o gente de cualquiera de los estamentos, tengan a bien participar en el mismo y aportar ideas visuales de heráldica urbana con que calificar o vestir adecuadamente el reciente y aun desvaído escenario.
Hace ya varias semanas vimos la manifestación chocoana cuando marchaba por la Séptima hacia el Norte, por el tramo al cual se refiere este artículo, con los ejemplares de la raza portando pancartas que exigían soluciones para sus problemas: insistiendo en que ellos también son parte de Colombia, cantando extraños himnos entre religiosos y cívicos, mostrando inocentemente su belleza. Pero la manifestación se veía afeada por la presión de los automóviles que venían detrás, insistiendo con sus luces y sus cláxones para que el grupo se desbandara y los dejase pasar, creando así una gran conflagración urbana de lo que podía haber sido una excelente representación del más importante de los ritos de la ciudad. Estaba claro que los automóviles podían haber usado cualquiera otra de las salidas del centro para llevar a los urgidos pasajeros a sus residencias allende la veintiseis.
Pero la manifestación chocoana, o cualquiera de las que en la Séptima se celebran casi todos los días, tenía por fuerza que estar allí, frente a su público.
Una escena de éstas no deja duda de que la Séptima en el centro es una Gran Plaza, funestamente invadida por automóviles. -