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LA HISTORIA DE LOS DIAS

Los historiadores colombianos vuelven su mirada al estudio de la vida cotidiana, una perspectiva llena de sorpresas que apenas empiezan a conocerse.

18 de diciembre de 1995

ESCRIBIR LA HISTORIA DE UN PERIODO, un país o un individuo es cuestión de abrir puertas. El investigador puede entrar por las lujosas escaleras de las fachadas oficiales: allí encontrará reyes en su trono, generales de tres soles, próceres de patillas y ecos de batallas gloriosas. También hay la posibilidad de abrir la puerta de atrás. Entonces el encuentro será con las manos anónimas de los esclavos, campesinos y obreros que construyeron la monumental fachada y dieron pie a las distintas revoluciones. En este recinto no se encuentran caras con rasgos propios, pues están diluidos en precisas estadísticas económicas, sociales o demográficas y en sus verdades incontrovertibles y matemáticas.
Pero queda todavía otra puerta: la del sótano. En este recinto oscuro, la historia está llena de texturas, de sabores, de motivaciones irracionales, de ritos atávicos, de sexualidad, de descastados y silenciados y de todos los matices de la vida cotidiana de personas que desearon, amaron, comieron y se vistieron.
Con esta metáfora se puede explicar grosso modo las tendencias recientes de los estudios históricos en Colombia. Después de la grandilocuente versión de los textos escolares donde fechas, batallas y próceres se atribuían la única palabra para explicar el pasado, especialistas como Germán Colmenares, Jorge Orlando Melo o Alvaro Tirado Mejía, entre otros, encaminaron sus esfuerzos a darle un piso teórico y económico a ese ralato de héroes que desconocía muchas veces los complicados procesos del devenir histórico.
Sin embargo las innovaciones no han parado aquí, y desde hace casi una década, según el historiador Pablo Rodríguez de la Universidad Nacional, una nueva perspectiva empieza a tomar forma. Aunque no hay una definición única o un método estricto que la identifique, esta tendencia es un intento de abordar lo que la historia épica calló o repudió, por no considerarlo de importancia, decisivo o simplemente no tener conciencia de ello. Con raíces en la historia de las mentalidades o de la vida cotidiana de la Escuela Francesa, varias publicaciones colombianas han empezado a hurgar en los complejos procesos colombianos con una actitud distinta que se abre a otras ciencias como la antropología, la etnología e incluso la sicología.
No se trata de un movimiento monolítico, con principios y objetivos declarados. Lo que tienen en común estos escritores es una perspectiva que actúa en campos más cercanos a la sensibilidad, a la sicología, a lo inconsciente que a lo intelectual, según Rodríguez. Por lo tanto sus temas de estudio copan un extenso abanico que va desde las actitudes frente a la muerte, la sexualidad, el sentido del honor o del placer pasando por una reconstrucción milimétrica del vestido, la comida o los juegos de la Colonia o la República.
Aunque a primera vista este tipo de temas podría propiciar una historia laxa, intrascendente o superficial, los resultados pueden ser bastante contundentes y permitir abordar campos inaccesibles a una visión tradicional basada estrictamente en datos económicos o sociales. Por ejemplo, la historia de la mentalidad religiosa en Medellín (un estudio realizado por Gloria Mercedes Arango) descubre a partir de casos concretos los intrincados hilos sociales, económicos y vivenciales de una sociedad para la que la religión cumplió un importante papel civilizador, un factor que estudios estrictamente económicos podrían perder de vista.
Para acceder al conocimiento de un sector de la realidad de alguna manera ambiguo, poco delimitado, que por lo general no deja huellas escritas, las fuentes históricas necesariamente deben multiplicarse, pues estas inquietudes que no se resuelven escarbando en archivos oficiales sordos a lo anodino o común. El investigador débe desviar su mirada del parnaso olímpico de la gran historia de las medallas o las cifras exactas para fijarse en ritmos secretos y detalles menos vistosos. Por esto, de repente todo cobra un valor de primer orden: las pinturas, los objetos, la moda, las fotografías, los documentos menores, recibos de caja, y sobre todo los archivos judiciales. Especialmente esta fuente se muestra llena de inesperadas sorpresas, ya que en ella quedan testimonios de los sujetos anónimos que nunca tuvieron voz ni voto en la historia oficial. Con la gran ventaja de que en cada caso juzgado hay todo un drama con protagonistas y nudos dramáticos que le permiten a la historia recuperar el placer del relato, tan olvidado en los últimos tiempos.
Así, por ejemplo, un vagabundo español que llega a la Nueva Granada después de cometer un crimen, se separa de su mujer, se convierte en eremita del desierto boyacense y termina siendo quemado por hereje, es todo un tema que permite conocer detalles de los procesos inquisitoriales en América e incursiona en las secuelas del misticismo hispano en la Colombia del siglo XVII. Este fue el estudio que realizó Patricia Enciso en el libro Del desierto a la hoguera, publicado recientemente. La prisión del vestido en América, de Aída Martínez; El ritmo lúdico y los placeres de Bogotá, de Victoria Peralta; Las Mujeres en la historia de Colombia, próximamente La historia de la vida cotidiana en Colombia y un buen número de tesis de estudiantes de las Universidades Nacional y Javeriana son algunos de los trabajos que están construyendo poco a poco esta nueva mirada al pasado. Una perspectiva que aunque menospreciada por algunos y todavia no muy conocida por el público en general permite acercarse, debido a su concepción integral de la realidad, "a la esencia mestiza de nuestra sociedad y a la sensibilidad del siglo XX", como concluye Rodríguez.