Home

Cultura

Artículo

LA HORA DE LA TV CULTURAL

La comercialización de la Cadena Tres y los peligros de convertirse en un vocero oficial son dos puntos polémicos en las nuevas reglas del juego que propone el proyecto de ley de televisión

5 de diciembre de 1994

HASTA EL MOMENTO LA TELEVIsión cultural en Colombia ha sido una Cenicienta de pies bonitos pero muy harapienta. Se le observa de reojo en su lánguido rincón, se piensa que con mejores vestidos sería atractiva, pero ningún osado príncipe se ha atrevido a ponerle el zapato que le permita entrar definitivamente en el baile glamoroso de la gran producción. Sus hermanastras, las programadoras comerciales, continúan mirándola con un recelo compasivo y paternalista, pero están dispuestas a mostrar los colmillos si ella se atreve a meter un dedo goloso en el tambaleante e incierto ponqué publicitario.
Pero con el nuevo proyecto de ley de televisión, al parecer las cosas cambiarían radicalmente y la Cenicienta podría estrenar un vestido con tantos encajes como los de sus hermanastras, pues el angustioso presupuesto que la ha caracterizado hasta ahora sería reforzado vigorosamente.
En forma general, el proyecto de Ley establece a Audiovisuales como la productora estatal que controlaría a la Cadena Tres y estaría financiada por un Fondo para el Desarrollo de la Televisión, alimentado por las tasas de las concesiones del Estado a particulares y la explotación de las frecuencias. Esta noticia ha sido recibida con gran expectativa tanto por la Cadena Tres, que tiene un presupuesto anual de 800 millones de pesos para producir 105 horas semanales, como por la unidad de televisión de Colcultura, que recibió este año 600 millones para sus ocho horas y media.
La verdadera insignificancia de estas cifras se comprende mejor si se le compara con los 500 millones invertidos por RCN en la serie La otra raya del tigre o los 1.300 millones para la producción de Momposina.
Pero, además, la gran promesa de la ley es la posibilidad de que la televisión cultural se comercialice . Hasta el momento lo único que se le ha permitido para solventar su carga son los patrocinios, un tipo de publicidad institucional en el que no se puede hablar de las bondades del producto, ni mostrar seres vivos, entre otras curiosas limitaciones. Sin embargo las entradas por este concepto son mínimas. Mientras un patrocinio se vende en 300.000 pesos en promedio por todo un programa, un segundo de publicidad puede llegar a valer seis millones de pesos.
Y para hacer una buena televisión se necesita dinero, mucho dinero. Por esto los encargados de los espacios fuertes del Canal Tres, como los noticieros internacionales o deportivos, se preguntan por qué deben continuar en quiebra si sus programas gustan y se ven.


VENDER O NO VENDER
En este sentido, la comercialización sería bienvenida. El éxito del canal Cultural (Discovery), del servicio de la televisión por cable, da cuenta de que la programación cultural funciona más de lo que muchos piensan. No obstante, la mezcla de dineros públicos y privados causa bastante escozor en algunos sectores. Si las programadoras comerciales van a sostener al canal estatal, muchos no entienden por qué éste, además, va a hacerles competencia vendiendo espacios por su cuenta. La preocupación no es para menos si se tiene en cuenta que con las nuevas disposiciones podría haber más de seis canales (entre nacionales y zonales) forcejeando por una incierta y limitada pauta publicitaria, como lo afirma el presidente de Asomedios, Saulo Arboleda.
Según Juan Luis Mejía, director de Colcultura, también puede presentarse un conflicto ético en la competencia de dineros públicos con empresas privadas.
Por su parte, la periodista María Teresa Herrán, quien lleva años estudiando el tema de la televisión, cree que comercializar la programación cultural sería llevarla a la boca del lobo. "Las leyes del mercado, asegura, son implacables y los peces grandes empezarían a comerse a los chicos. Sólo un verdadero apoyo estatal le permitría al canal cultural abstraerse de la tiranía de la lucha por el rating".
Pero aunque se pueden hacer muchas cuentas alegres con los supuestos aportes del Fondo, hay muchas dudas a la hora de aterrizarlo en las condiciones actuales. Hasta el momento no se sabe en realidad en qué se traducida este porcentaje y cómo se repartiría entre Audiovisuales (que entraría exclusivamente a explotar y producir a nombre del Estado) y los canales regionales.
Por las anteriores consideraciones, algunos piensan que la fórmula más prudente es una comercialización regulada y limitada a ciertos espacios.
Uno de ellos es Andrés Salcedo, director del noticiero Mundo Tres, quien opina que sería muy beneficioso seguir el esquema de ciertas televisiones europeas, como la alemana o francesa, en las que se venden los espacios más fuertes para subsidiar las otras franjas. Además, se debe cambiar el concepto de publicidad y rentabilidad para lo cultural. Indudablemente una marca de crema de dientes no podría venderse en un programa educativo. En estos casos lo que los anunciantes venden es su imagen corporativa.
Adriana Domínguez, gerente de la compañía productora Amazonas, una programadora especializada en vender producciones culturales en las cadenas comerciales, cree que en estos casos no se vende rating sino imagen y sensibilidad a clientes muy específicos. Desde este punto de vista no habría una verdadera competencia ni se pisarían las mangueras con las programadoras comerciales.


LAS TENTACIONES OFICIALES
Pero, independientemente de la forma en que este punto quede regulado, el mayor riesgo es que la Cadena Tres, fortalecida en su presupuesto pero sometida a los arbitrios del gobierno de turno, se convierta en un verdadero botín político capaz de tentar a más de un funcionario. En lugar de convertirse en una verdadera alternativa cultural, podría reducirse a un árido vocero oficial, muy rentable por lo demás.
Aun así, existe el consenso entre los productores de programación cultural alrededor de que es un peligro que vale la pena enfrentar con estrategias definidas. "Ante todo, la cadena debería tener una verdadera y determinada política cultural, dirigida por un ente coordinador de programadores oficiales", afirma Mejía.
Felipe Camargo, director del Canal Tres, considera que el problema no es tanto la transmisión de contenidos oficiales, como su manejo. "No veo nada de malo en que un buen programa de la presidencia sea transmitido. La garantía es que tengamos una programación en la que no haya cabida a los mediocres. Hasta el momento no he sentido una presión del gobierno para meter sus espacios". Vicente Silva, director de Audiovisuales, cree que, en las condiciones que determina la nueva ley, esta institución tendría total autonomía para subcontratar particulares y escoger sus contenidos y prioridades, lo que ayudaría a acabar con la politiquería. En cualquier caso, el proyecto no deja claro cómo se regularía este aspecto, que sólo garantizaría su independencia siendo vigilado por una junta independiente del gobierno de turno y con períodos fijos.
Así, entre los peligros de la prostitución, para algunos, o de la oficialización, para otros, se debate el futuro de esta Cenicienta, que espera ver vestida de gala la llegada de los nuevos tiempos.


JUAN LUIS MEJIA
Director de Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura)

"Este proyecto de ley tiene la valentía de reconocer desde el principio el lugar predominante que se le da a la televisión pública. Considero, que al igual que en otros sectores, como el editorial, por ejemplo, aquí también hay el suficiente espacio para que convivan el sector público y el privado sin mayores conflictos.
La televisión cultural no debe volverse un vocero oficial, sino proporcionar el espacio para personas y temas, que no tiene cabida en otros lugares, y darle voz a todas las regiones. Tenemos la responsabilidad de poner a discutir a este país desde la pantalla chica".


MARIA TERESA HERRAN
Periodista

"La cultura no puede ser manejada con criterios comerciales. Es un error, pues el rating se los puede comer a todos. La televisión cultural en todo el mundo siempre depende de patrocinios.
Otra objeción que tengo es que la financiación de la televisión pública está expuesta muy ambiguamente en el proyecto. Debe detallarse cuál va a ser exactamente el porcentaje que le alimentará y garantizarse ingresos fijos.
Una televisión cultural no puede ser un vocero oficial, debe tener participación de otros sectores comunitarios, etc."


SAULO ARBOLEDA
Presidente de Asomedios

"El proyecto de ley me parece bueno, porque democratiza la televisión. Pero no estoy de acuerdo con la comercialización de la programación cultural. El Estado debe fortalecerla con inversiones fuertes y mejoras tecnológicas para que ésta no necesite vender espacios. En este caso, habría conflicto de intereses y se pasaría a competir por el rating. La torta publicitaria no alcanzará para tanta demanda, si se tiene en cuenta que además de los canales nacionales y zonales, incluso el servicio por cable se puede llegar a comercializar. La Cadena tres tiene el recurso de los patrocinios".


ADRIANA DOMINGUEZ
Gerente de la Compañía Productora de Cultura Amazonas

"El concepto de comercialización de los espacios culturales en televisión corresponde a otra lógica. En tres años que llevamos emitiendo nuestros programas en las cadenas nacionales, hemos determinado que no podemos vender por rating.
Nuestros clientes, que son específicos, compran imagen. Por esto, no nos presiona lo comercial que pueda ser un especial. Ni el hecho de que debamos vender, nos hace buscar productos mediocres. Ofrecemos ópera, los mejores conciertos, las mejores películas y tenemos una empresa rentable".