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LA INCONCLUSA

A los 35 años de edad la Orquesta Sinfónica de Colombia sigue padeciendo enfermedades endémicas: falta de plata y de instrumentos.

20 de abril de 1987


La nota discordante en la Orquesta Sinfónica de Colombia la da el presupuesto. A sus treinta y cinco años cuenta con dineros provenientes de un "presupuesto de funcionamiento", incluido dentro de la partida global asignada a Colcultura, dirigido a pagar la nómina de sus trabajadores oficiales: los músicos de planta. Por otro lado, se le asigna un presupuesto de "inversión", para este año de treinta millones de pesos, con el cual deben solucionar problemas que van desde el del "alquiler" de música hasta, por ejemplo, el de la financiación de un juego de timbales que hoy en día cuesta algo así como dos y medio millones de pesos. Para poder cubrir estas y otras necesidades, el "presupuesto de inversión" según los entendidos, debería ser del orden de los cincuenta millones de pesos, simplemente para poder tener y sostener el equipo necesario, tanto humano como instrumental, que asegure el funcionamiento "fluido" de la Orquesta.

Los días en que alcanzaba con "echarle cinco al piano" están tan lejanos como aquellos que oyeron del surgimiento de una primera orquesta sinfónica en el mundo musical. Con el auge que a finales del siglo XVII y principios del XVIII se le dio a la composición de obras sinfónicas, se originó la necesidad de conformar un grupo instrumental capaz de interpretar este nuevo repertorio. Así nació la orquesta sinfónica: un grupo instrumental conformado, básicamente, de cuerdas, vientos, cobres, y de instrumentos de percusión. Esta nueva "onda" musical se difundió a través de las escuelas de Milán, Viena, Mannheim, y dio grandes maestros como Haydn, Mozart, Schubert y Beethoven, entre otros.

En el Nuevo Mundo los ecos de esas épocas se oyeron casi un siglo más tarde y en Colombia, más concretamente, se dejaron ver y sentir a finales del siglo XIX cuando Jorge W. Price funda, en Bogotá, la "Orquesta de la Academia Nacional de Música". Con los albores del nuevo siglo y la inestabilidad del gobierno, la Orquesta llegó a su fin. Pasado el sonsonete de la Guerra de los Mil Días, y cuando el país ya estaba algo mejor económicamente, la Academia Nacional de Música vuelve a abrir sus puertas y a darle vida a la Orquesta. De ahí en adelante, por distintos motivos, la Orquesta se arma y desarma recibiendo, por lo tanto, muchos otros nombres: "Orquesta del Conservatorio", porque en ella actuaban alumnos y profesores bajo la dirección del maestro Uribe Holguín. Unos años más tarde, por los veinte, pasa a llamarse "Sociedad de Conciertos Sinfónicos", en la cual los músicos seguían tocando al unísono bajo el mando del maestro Uribe Holguín.

A medida que fue madurando, adquirió un poco más de estabilidad. En 1936, pasando las elementales reglas de educación, la Orquesta "entró" a la Universidad Nacional, convirtiéndose en una institución autónoma e independiente que en "listas" del Ministerio de Educación se inscribió bajo el nombre de "Orquesta Sinfónica Nacional". Como buen miembro universitario, la Orquesta sufrió y sobrevivió los vaivenes presupuestales por espacio de diez y seis años.

En noviembre de 1952 dejó atrás su etapa en el ámbito de la "educación superior", y con un presupuesto algo mayor logró adquirir partituras e instrumentos importados, como también se dio el lujo de contratar algunos intérpretes europeos y de encauzar sus melodías, por espacio de varios años, bajo la dirección del maestro Olav Roots. En el 68 sufre un cambio táctico al pasar de manos del Ministerio de Educación a las de Colcultura, y en el 75, a raíz de la muerte del maestro Roots, un cambio "técnico" cuando asume su dirección el maestro Daniel Lipton. Luego, durante los años que van de 1979 a 1984, los maestros Jaime León y Luis Biava se encargaron de la dirección orquestal.

La Orquesta, por el momento, no tiene ni director titular, ni concertino (violinista primero de una orquesta, encargado de la ejecución de los solos), ni presupuesto que alcance para pagarlos: si el director es extranjero, por ejemplo, se le tiene que pagar en dólares, y por su parte el concertino cobra 130 mil pesos semanales. Además, con el mismo presupuesto de inversión se le paga a directores y músicos invitados, como también al solista de turno.

La Sinfónica está conformada por músicos colombianos y extranjeros, los cuales, en la actualidad, suman setenta y tres, mientras existe cupo y presupuesto para diez más. Para solucionar lo anterior, la Orquesta ha convocado a un concurso nacional que se realizará a partir de mediados de marzo. Así logre llenar su cupo de 83 músicos, la Orquesta estará por debajo del número "ideal" de integrantes, considerado como de 94 músicos. Si con este concurso a nivel nacional queda agotada la posibilidad de llenar las vacantes, entonces se procederá a la contratación de músicos extranjeros, seleccionados previamente por medio de sus hojas de vida. En todo caso, el salario será el mismo, y en pesos, tanto para colombianos como para "importados". La única facilidad que se les da a los músicos que llegan de fuera de Bogotá, es la de un "auxilio de instalación" que equivale al cincuenta por ciento de su primer sueldo devengado como miembro de la Orquesta. Establecida la realidad del "mercado" de intérpretes, todavía queda por solucionar el problema instrumental.

Qué pitos tocan
Instrumentalmente la Orquesta aporta el piano (cuenta con cuatro), el arpa, y los instrumentos de percusión. Todo lo restante, lo que viene en "estuche", tiene que ser aportado por el propio músico. No solamente es difícil conseguir el material humano calificado para tocar en la Orquesta, sino también conseguir los respectivos instrumentos: tres años en conseguir un fagot, un año en poder traer un xilófono. En esto del problema instrumental, el gobierno lleva la batuta: la Aduana grava a los instrumentos musicales como "artículos suntuarios", lo cual no solamente aumenta su precio de importación, sino que además hace más complejo el intríngulis burocrático.

Otros bemoles
El presupuesto de inversión debe cubrir muchos otros gastos: los que resultan de suministros, impresión de programas, mantenimiento instrumental, y los de giras de la Orquesta. El problema de mantenimiento lo soluciona a través de un taller calificado que le presta el servicio de afinación, reparación y conservación del equipo instrumental. En cambio, aunque la Orquesta se presenta semanalmente en el Teatro Colón y una vez al mes en el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional, el presupuesto no alcanza a cubrir los costos que implicaría el salir de gira por el país, por no hablar del exterior reduciéndola a un desempeño puramente capitalino, y dejando eso de Orquesta Sinfónica "de Colombia" para transmisiones radiales o televisivas.

Como violín prestado
Tal vez por falta de promoción o de insistencia, la Orquesta ha sufrido los rigores de la negligencia por parte del gobierno, de la empresa privada, como también por parte del público. El gobierno, vía Colcultura, va dando los primeros "acordes" para solucionar algunos de los problemas de la Sinfónica. El número de público se ha venido incrementando, lo cual significa que más allá de los pocos melómanos capitalinos, sí se ha desarrollado el gusto por la música clásica, y que el propósito primordial de la Orquesta, el de difundir el patrimonio musical nacional y mundial, ha repercutido en la educación de más de un oído.

Sin embargo, no hay que tener buen oído para tomar nota de las dificultades por las que atraviesa cada temporada la Orquesta Sinfónica de Colombia. Por lo pronto, al cumplir este año treinta y cinco de funcionamiento, se cree que la Orquesta también cumplirá con lo que parece su eterno "compás de espera".--