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La lengua de las mariposas

Un maestro, en tiempos de guerra, le da a un niño una lección de dignidad.

Ricardo Silva Romero
27 de noviembre de 2000

Don Gregorio sabe quién llevó las patatas a Europa, conoce a la perfección cómo hace el tilonorrinco para cortejar, domina la obra de don Antonio Machado y es capaz de explicar, en dos o tres segundos, porqué la lengua de las mariposas, como la enroscada cuerda de un reloj, tiene esa extraña forma de espiral. Don Gregorio es un maestro: en un mundo en el que los profesores les pegan a los niños él sólo se atreve a acompañarlos y a darles el ejemplo de su integridad, su buen humor y su bondad.

Es 1936 en un anónimo pueblo de Galicia. Moncho acaba de entrar al colegio y, como sus padres y su hermano, se siente fascinado por la figura de su maestro. Sus ojos de niño, gracias a don Gregorio, han comenzado a aprender porqué los hombres hacen lo que hacen: el amor, la justicia, el honor, la libertad, el sexo y la amistad. En el fondo, en la trasescena de su aprendizaje, la Segunda República de España está a punto de llegar a su fin mientras el general Francisco Franco emprende su viaje hacia Madrid para consolidar una tenebrosa dictadura que terminará 40 años después. Esa, al final, será la más compleja de las lecciones: en una guerra hay que tomar partido y serle fiel a una causa y, si la causa no es más importante que la vida, hay que ser de sangre fría. Ese es el mundo: los hombres inventan los microscopios y las bombas; escriben los poemas y las órdenes de fusilamiento.

La lengua de las mariposas, dirigida por José Luis Cuerda —director de El bosque animado y productor de las películas de Alejandro Amenábar—, y escrita por Rafael Azcona, el guionista más respetado de España, parte de tres cuentos de Manuel Rivas, un escritor gallego que, desde su columna en El País y a través de las páginas de su narrativa, ha demostrado, en términos de Cuerda, “que es un maestro en hacer que palpite lo menudo que casi nadie ve, en aplicar bálsamo honrado a las heridas, en decir verdades como puños del niño”.

El guión de Azcona es divertido, sensible e inteligente pero falla a la hora de conectar los tres cuentos de Rivas. Saxofón en la niebla, la historia de un joven que sufre su primer fracaso amoroso, y Carmiña, la tragedia de una mujer de mala reputación que sólo puede excitarse ante la presencia de su perro, parecen, dentro de la estructura de la película, un par de cortes comerciales. Es en el trabajo sobre la base de La lengua de las mariposas, un cuento inolvidable, en el cual el filme de Cuerda encuentra su belleza y sus interrogantes. Se convierte en un relato encantador, conmovedor y duro y termina, como para ser justo con su material de base, de la misma manera como terminan los cuentos. El espectador se queda ahí, solo, lleno de preguntas. Y trata de imaginar, por cuenta de la compasión que ha alcanzado a sentir por los personajes, cómo habrá sido la vida de esas vidas. Algo tuvo que cambiar después de semejante final.