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LA LETRA CON CASETE ENTRA

Los libros para oír son el boom del momento en Estados Unidos y Europa con 250 millones de dólares en ventas

1 de septiembre de 1986

Lo que comenzó muchos años atrás con las colecciones de la Biblioteca del Congreso en Washington y los discos lanzados por Alvaro Castaño Castillo y su emisora HJCK, en Bogotá, se ha convertido en los últimos meses en una auténtica fiebre en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica: casetes con las voces de los escritores que leen sus obras, o actores de radio, televisión y cine que materializan el viejo anhelo de niños y adultos: "Quiero que me cuentes una historia".
O sea, libros que ya no se leen. Se escuchan mientras se conduce el automóvil o se viaja en tren, barco o avión, o cuando uno quiere aislarse de una compañía desagradable. Cada casete vale el equivalente de mil seiscientos pesos y sólo falta una buena grabadora para aislarse con la voz de Michael York leyendo "Ana Karenina", Orson Welles dándole sonido a Conrad o el mismo John Updike leyendo las aventuras de Rabbit.
En las librerías y también en las casas de discos es ya familiar toparse con la hilera de casetes que en estos momentos llegan en Estados Unidos a más de doce mil títulos leídos y grabados. Algunas obras quedan listas en un casete de hora y media, pero otros libros demandan varios días. Hay de todo. Desde "Hamlet" y "Moby Dick" hasta obras como "Engorde y triunfe". Los casetes más solicitados en los mercados europeos y norteamericanos son los que contienen historias de ficción, novelas, cuentos, dramas con cierta dosis de acción y suspenso y, por supuesto, los clásicos.
Hay algunos libros grabados, como el que enseña a las mujeres cómo enamorar y seducir al hombre, cuyos casetes llevan una advertencia: "Esta cinta contiene palabras explícitas y un lenguaje gráfico que puede ofender al oyente", y los vendedores están alerta por si acaso algún menor intenta llevárselo, como hacen muchos con los videocasetes para adultos. Las voces de los lectores han contribuido al éxito de este formato.
Por supuesto, no todos los escritores leen bien sus libros. Neruda es un pésimo lector y cansa escucharlo, lo mismo que Rulfo o Hemingway y por eso en algunos casos la excelencia del texto queda magnificada por la calidad de la voz. Michael Learned leyendo "La letra escarlata"; Jason Robards con "Anatomía de una enfermedad", mientras autores como Ann Beattie, John Updike y Eudora Welty leen sus trabajos, lo mismo que otros personajes como Lee Iacocca, Rosalynn Carter y Mike Wallace, quienes dejan la máquina de escribir a un lado y se lanzan a grabar sus textos.
En Francia hay casas editoras que, en los últimos años, se han dedicado exclusivamente a la producción de esta literatura grabada. Para darle al sistema un mayor atractivo, el año pasado salieron al mercado textos de Marguerite Duras leídos por Catherine Deneuve y de Marguerite Yourcenar "interpretados" por Isabel Adjani.
Según el presidente de una de las grandes editoriales (las cuales, paradójicamente, son las primeras en apoyar esta competencia auditiva para los textos impresos), no hay la menor duda sobre el futuro de los casetes con libros grabados: tienen asegurado el mayor de los éxitos. Cada seis meses doblan la cantidad de títulos nuevos y las reposiciones, mientras aumentan los que quieren oír y no leer. En cinco años se calcula que habrá aumentado en un cien por ciento el mercado de estos casetes.
Claro que no todos los funcionarios editoriales están felices. Uno de ellos dice que cada dólar gastado en los casetes es un dólar que se le arrebata a la esencia de la literatura, al libro impreso, el verdadero comienzo de todo.
Una de las primeras compañías que se lanzó a este nuevo mercado, la Newman Comunications Corporation, arrancó en 1981 con 200 mil dólares en ventas de casetes literarios y tres años después ya estaba vendiendo más de siete millones al año. Como dice uno de sus ejecutivos, éste no es un negocio que mañana se acabará como si pasara una moda, como el hula-hula y, al contrario, asegura que es un mercado que sigue expandiéndose, cada vez con más rapidez porque hay más libros y más autores y más oyentes que quieren más casetes.
Otra firma, Listen for Pleasure, comenta con humor cómo al principio cuando aparecieron los primeros casetes, muchos desconfiaban y no compraban porque pensaban que eran productos diseñados sólo para los ciegos. Cuando el casete se impuso, entonces las ventas llegaron a 17 millones de dólares. Para finales de este año las ventas de casetes son calculadas en más de 250 millones de dólares. Y para que todo vaya dentro de la misma armonía, los diseñadores de automóviles han confeccionado aparatos de radio y grabadora más fáciles de manejar con el fin de que la audición mientras se conduce y viaja sea más placentera, mientras algunos automóviles incluyen un walkman, el pequeño aparato que puede llevarse cuando se ha llegado al destino.
Cada autor gana unos 800 mil pesos por cada libro y un escritor como Ken Follet, ha llegado a recibir más de dos millones de pesos por derechos de ventas de casetes. Cuando el escritor firma el contrato para un nuevo libro siempre se encontrará, de ahora en adelante, una cláusula relacionada con los derechos de casetes. Algunos aceptan, otros no.--

De viva voz en Colombia
El antecedente más remoto de literatura en viva voz en Colombia pertenece a aquellas épocas en que la radio era una novedad llena de interrupciones y ruidos de grillos y los poetas echaban a andar con su obra debajo del brazo en busca de plazas públicas interesadas en oír poemas. Eran los años 40-50 y en la Costa Atlántica Jorge Artel, Adolfo Martá y Rojas Herazo eran los más sobresalientes y persistentes peregrinos de la poesía y leían sus trabajos ante un público que en algunas ocasiones formaba multitudes de proporciones envidiables por los políticos.
Varios años después, con ánimo de colección y de difusión comercial a escala reducida, Alvaro Castaño Castillo, en la Emisora HJCK, empezó a grabar la voz de los autores importantes que pasaban por Bogotá o que vivían en Colombia. En los años 72 y 73 Germán Vargas, como director de la Radio Nacional, instauró un programa semanal, lo llamó "De viva voz" y los oyentes empezaron a oír, por ejemplo, a Borges leyendo la obra de Borges, a Rulfo por Rulfo, a Sábato por Sábato, en grabaciones que conseguía con la Universidad Autónoma de México. Vargas, en ese mismo espacio, presentó también a autores colombianos leyendo su propia obra y escritores como Manuel Mejía Vallejo, Eduardo Caballero Calderón, Rafael Maya y Juan Lozano, formaron parte de esos dos años "De viva voz".
Pero la literatura grabada en casete, portátil y comercial comenzó en Colombia en los finales de la década de los 70 cuando el autor costeño David Sánchez Juliao lanzó "Historias de Racamandaca", que eran grabaciones in situ de campesinos loriqueños sobre cuentos regionales. Posteriormente el mismo Sánchez Juliao comercializó a través de discos y casetes El Pachanga y El Flechas, personajes que alcanzaron bastante popularidad no sólo por la modalidad del texto grabado, sino porque fueron convertidos en obras de caféconcierto. Además de estos intentos de llegar a los libros para ser oídos, a raíz del Premio Nobel de Literatura concedido a Gabriel García Márquez, la editorial La Oveja Negra consiguió con la HJCK la grabación del cuento "Blacaman el bueno vendedor de milagros" en la voz del propio escritor y lanzó casetes de regalo. Y el año pasado El Ancora regrabo y sacó al mercado "El sueño de las escalinatas", de Jorge Zalamea y fue ese, hasta el momento, el último ensayo de lanzar este tipo de formato.
La vía no se ha experimentado más, de acuerdo con José Vicente Kataraín, gerente de La Oveja Negra, por una prohibición que pesa sobre la industria editorial colombiana y consignada expresamente en la ley del libro: la función de estas empresas debe circunscribirse a impresos (libros o revistas), pero la legislación no permite la apertura hacia nuevos tipos de difusión literaria como el audio o el video. Kataraín considera que, en efecto, existe un mercado potencial para este formato, especialmente en países en desarrollo donde el analfabetismo continúa siendo considerable.
Pero a pesar del "subdesarrollo" de este formato literario en el pais, existe un colombiano que ha aprovechado bastante el sistema de los libros para oír. Bernardo Hoyos, director cultural de RTI Televisión, hace ocho años comenzó a perder la vista y esta circunstancia, unida a su constante curiosidad literaria, lo llevó a usar el formato. Hasta ahora 32 libros han pasado por sus oídos. El primero fue a finales de 1977. "Se trataba de una biografía de María Callas, que en total eran cinco casetes, cada uno de seis horas, para un total de 30 horas de lectura, que equivalen a un libro de unas 650 páginas", cuenta a SEMANA. El año pasado Hoyos permaneció dos meses en tratamiento en el Hospital Bethesola, de Washington y tuvo allí una oportunidad magnífica: leer lo que le provocaba porque están grabados todos los libros que tiene la Biblioteca del Congreso.
No obstante el aprovechamiento que ha hecho del sistema, Hoyos considera que el defecto primordial es la ausencia de ese contacto "irremplazable" con las hojas, aunque sostiene que los libros leídos, cuando son bien leídos otorgan la posibilidad de una comprensión más amplia del texto. A él, que trabajó varios años en la BBC de Londres, le gustaría grabar "El otoño del patriarca" y le agradaría que, de desarrollarse en Colombia esta modalidad, Manuel Mejía Vallejo leyera "Aire de tango", García Márquez grabara "Cien años de soledad" y Belisario Betancur cualquier libro en prosa.--